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Por fin llegó el día. Casi cuatro meses después de la suspensión de las clases presenciales por una crisis sanitaria que llenó de incertidumbre su inmediato futuro académico, más de 800 estudiantes segovianos comenzaron ayer las pruebas de acceso a la universidad en el campus María Zambrano y en el instituto Andrés Laguna. Lo hicieron entre los habituales nervios y repasos de última hora y un protocolo de seguridad que añadió las mascarillas y unas bolsas de plástico en las que debían guardar su material educativo a la tradicional imagen de los estudiantes.
A las nueve de la mañana estaba prevista la apertura de sobres con el primer examen, el correspondiente a Lengua y Literatura, pero una hora antes ya estaban citados. Medio millar en el campus y otros 362 en el instituto, repartidos además por institutos para evitar aglomeraciones. En el caso del campus universitario, su acceso se produjo a través de dos entradas diferentes y con la colaboración de la Policía Local, que cortó la calle Caño Grande para facilitar la llegada de los estudiantes. «Los miembros del tribunal han estado organizado su reparto en las aulas y el de las bolsas para que introduzcan su material. La entrada se ha producido de manera ordenada y sin incidentes», comentó el vicerrector del campus, Agustín García Matilla.
Con el protocolo aprendido –desde hace días los responsables de los institutos explicaron a los alumnos cómo debían acceder al centro–, sí que hubo dos pequeñas sorpresas para los estudiantes. La primera, la colocación por todo el campus de mensajes de apoyo, diseñados en Segovia y que también fueron enviados a los campus de Soria y Palencia. La segunda sorpresa fue el recibimiento con aplausos de cada grupo por parte del personal universitario. «Hemos querido aplaudirles el esfuerzo realizado en esta época tan complicada», explicó García Matilla.
En las aulas, cintas marcaban los lugares en los que no podían situarse los estudiantes. Con una separación mínima de 1,60 metros y un máximo del 30% del aforo, el único pequeño problema fue la reubicación de un grupo del instituto La Albuera que tenía previsto realizar el examen en la biblioteca pero que, ante el posible exceso de ruido, fue recolocado en el resto de aulas. Con la posibilidad de quitarse la mascarilla durante los exámenes, la emoción una vez finalizadas las pruebas en muchos casos hizo que los estudiantes se olvidarán de mantener las distancias de seguridad entre examen y examen. En ese periodo de tiempo, de apenas una hora, el servicio de limpieza de la UVA, formado por siete mujeres, procedió a desinfectar cada una de las aulas utilizadas para realizar las pruebas.
Marta Álvarez y Julia González, profesoras de los institutos María Zambrano y Jaime Gil de Biedma de El Espinar y Nava de la Asunción, acompañaron a sus alumnos el primer día de la EBAU. «Hay más nervios que otros años. Vienen de unos meses caóticos y muy duros en los que han tenido la incertidumbre de no saber a qué se iban a enfrentar», explican.
Carlos Martín, Victoria Barahona y Lidia López reconocen los nervios, que en algunos casos se tradujeron en dificultades para dormir la noche anterior. «Yo he dormido bien y he estado muy tranquilo desde que he entrado», afirma Carlos. Sus compañeras señalan que la calma llegó una vez vieron las preguntas del primer examen.
Los tres coinciden en señalar las ganas que tenían de que llegará la EBAU para poner fin a cuatro meses llenos de incertidumbre. «Ahora estamos deseando estos días pasen ya. Hemos tenido un mes más para estudiar y lo que queríamos era hacerlo cuanto antes», concluyen.
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