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Dos veterinarias, una dentista, una bióloga, una 'coach eagle' (experta en optimizar los tiempos en un trabajo) una ingeniera agrónoma, una doctora en fisiología, una ... neuróloga, una enfermera, una química, una cirujano y una economista inspiraron ayer a los alumnos del Colegio Maristas. A las aulas llegaron doce testimonios con un mensaje común: que la ciencia también es para las mujeres. Pese a las barreras, que siguen existiendo.
Teresa Fuentes, doctora en Fisiología y profesora de Educación Física en Secundaria, recalcó la falta de referentes cercanos. «Si piensas en un científico, te imaginas a Einstein, no a la madre de un colega». La cirujana Begoña Fadrique añadió: «Que los niños sepan que además de la mamá de su amigo eres la médico que les puede tocar de guardia. Que las científicos estamos en el día a día, que cada vez seremos más». Cada testimonio relató las dificultades para hacerse hueco en su sector. «Yo no tengo niños ni familia, me he movido mucho porque he tenido esa libertad. No he encontrado un límite de oportunidades, pero quizás sea por eso», relata Fuentes, de 38 años. Fadrique, con dos décadas de experiencia como coloproctóloga –colon y recto–, apunta a la planificación familiar. «Me ha limitado porque he tenido a los hijos con más edad que otras compañeras mías de colegio. Había que esperar a tener un puesto definitivo. Y tengo que compatibilizar mi vida con una profesión que me requiere mucho tiempo en el hospital».
Laura Fuentes es la coordinadora del departamento de Ciencias del Colegio Maristas, toda una excepción por el predominio femenino: diez de los docentes son mujeres. «Nos parecía que no llegaba tanto esa experiencia como si viene alguien de fuera a contarlo». El centro buscó a doce científicas, que dieron en la jornada de ayer dos charlas, dentro de su semana cultural.
En la elección de ponentes, se han buscado perfiles distintos. «Hemos tirado de contactos. Hay algunas que son madres del colegio, conocidas, hemos llamado a instituciones...». Desde segovianas hasta ponentes que vinieron ayer mismo desde León, «Sobre todo, trabajan fuera de Segovia. Aquí hay poco trabajo», explicó Fuentes.
El centro se muestra satisfecho con la acogida de su alumnado. «Les llega mucho más el mensaje que les transmite alguien a quien no conocen. Con el profesor de Ciencias asumen que es contenido y va a examen; ellas les cuentan su experiencia de vida». Con ello, el objetivo es humanizar la ciencia. «La mujer no se mete en carreras como las tecnológicas porque no ve el lado humano de la ciencia, cómo ayudar a alguien. Las chicas estudian Medicina o Veterinaria para curar, pero no Ingeniería de Caminos. ¿Para diseñar una carretera? Cuando ven a gente que lo hace, cambia su perspectiva. Tienen que ver ese lado humano».
Durante la semana cultural, que se prolongará hasta el día 21, se potenciarán actividades que acerquen a los alumnos al conocimiento de una manera más práctica.
La economista María Jesús Soto, de 53 años, lamentó que su ciencia sea desconocida: la gestión eficiente de los recursos escasos. «Hay que llevarla al público porque todo el mundo está tomando cada día decisiones sobre la economía. Al final nadie hace lo más básico, su presupuesto familiar». Habla de un sector que «siempre ha sido de hombres», a excepción de la economía doméstica. «Esa es la que siempre llevaban las mujeres, pero se veía como algo que podía hacer cualquiera, sin conocimiento». Fadrique, de 51 años, añade que «siempre he pensado que si hubieran dejado a las mujeres llevar la economía internacional igual que la doméstica, las cosas habrían ido mejor».
También ahondaron en el techo de cristal. «A los puestos de arriba acceden más los hombres, por muchas razones, no solo por discriminación laboral», subrayó Fuentes, quien destacó la tendencia femenina a elegir vida personal sobre la laboral. «Fundamentalmente, porque no pueden ser madres», añadió Fadrique, que evita cursos o eventos largos: «No me gusta estar fuera de casa más de tres días».
Con todo, valoran el camino recorrido. «La mujeres están en puestos muy importantes, otra cosa es que no sean puestos visibles. Los claustros son eminentemente femeninos, con un porcentaje abrumador», recalca la profesora. Mientras, la cirujana pide un desarrollo natural. Como ejemplo, explica que entró en su departamento como la única mujer y ahora hay paridad. «No quiero que me impongan la paridad». En esta misma línea se expresa la economista. «Es un tema de buenos profesionales comprometidos. El problema es que la mujer estuvo vetada muchos años. Es un tema de capacidad, hay que levantar ese veto». Lamentan especialmente el veto cultural, que tildan de «sibilino», y el 'origen' de las ideas: «Tiene que parecer que lo han pensado ellos en vez de tú».
El mensaje a los alumnos fue claro. «Si quieren conseguirlo, que se esfuercen». Y lo lanzan sin ningún mensaje de género. «Queremos centrarnos en la ciencia». Enseñaron a los alumnos a ser pacientes, que el tiempo es un elemento imprescindible en la fórmula. Y a dirigir los esfuerzos o asumir los errores. «Que no pasa nada por equivocarte y decidan algo que les guste. Si eres bueno en lo que haces, da igual».
Ante una generación de oyentes que vive la tecnología como algo crucial, el hecho de que estas aplicaciones hayan provocado un reporte de la violencia de género en los institutos, como concluyen los últimos informes de Juventud del Ayuntamiento de Segovia, toca de lleno a la ciencia. «¿Por qué esas herramientas que pueden ser tan válidas para tantas cosas se usan fundamentalmente para eso?», se pregunta Fadrique. «Igual que las generaciones anteriores supimos protegernos, los que se sienten amenazados deben saber defenderse. Que sepan que no se puede tolerar y tienen ayuda», subraya María Jesús Soto. Por su parte, Teresa Fuentes pide más recursos para combatirlos.
En este ámbito, hablan de «frenar el mal» para que no se extienda y ponen el ejemplo de un diagnóstico precoz para atajar un cáncer. Pero la ciencia también puede utilizarse para hacer el mal. La cirujano resalta el papel de la medicina para mejorar la sociedad. «El bien o el mal no depende de la máquina, sino de la voluntad de la persona. Un cuchillo sirve para cortar el pan y para matar a alguien. Todo lo que se crea es bueno por definición. Es el ser humano el que decide, en su libre albedrío, qué uso da a la ciencia», añade Soto. Por eso, la profesora pide un conocimiento paralelo de humanidades para aplicar la ciencia. En las jornadas participaron también Begoña Pulido (veterinaria), Clara Moyna (dentista), Silvia Revenga (bióloga), Delia Estebaranz (experta en optimizar los tiempos), María Luz de Santos (ingeniera agrónoma), Débora Cerdán (neuróloga), Manuela Jiménez (veterinaria), Ana Sánchez (enfermera) y María Monterde (química). Todo un laboratorio de ideas con referentes. La ciencia, más allá de Einstein.
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