![«No somos dioses»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201912/15/media/cortadas/diosses-kE5G-U909688255405uC-624x385@El%20Norte.jpg)
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Fernando García lleva desde principios del siglo recorriendo la provincia para retirar nieve. Miembro del parque de la Diputación que gestiona durante el año el mantenimiento de las carreteras, el parte meteorológico marca su día a día. Los camiones multiusos están listos y apenas se ... tarda media hora en montar la pala. Resume sus primeras expediciones o el miedo de transitar las curvas hacia Palazuelos, un aperitivo de lo que vendría después. «Sales acojonado. Es bonito, pero es un trabajo duro y peligroso, sobre todo por las carreteras que limpiamos».
En cuanto a la conducción, da un consejo claro. «La gente se pone muy nerviosa con la nieve y acelera, que es lo peor que puedes hacer. El freno, cuanto menos lo toques, mejor». Habla de reducir marchas y bajar la velocidad. La Diputación tiene ahora un pequeño parque en Sepúlveda, pero años atrás tocaba cubrir esa zona desde la capital. Recuerda una nevada «de campeonato» en Aldeanueva de la Serrezuela. «No se veía la carretera, nos orillamos un poquito y el camión se nos quedó atrancando en la cuneta. Tuvimos que bajar andando desde el Portachuelo hasta el pueblo porque no podían acceder con vehículos a por nosotros». Volvieron a la mañana siguiente con una pala cargadora para despejar la nieve y rescatar el camión.
Los incidentes son habituales: un compañero volcó en la estación de El Espinar al trabarse con un blandón. Tirar la cuchilla a un firme cubierto de nieve es una operación de riesgo. «A lo mejor en cualquier pueblo han tenido que cruzar una tubería por la carretera y lo tapan con hormigón, pero se queda un poco de escalón. Como pongas ahí el pico de la cuña pegas un meneo que no te quiero ni contar… Nos hemos llevado muchos sustos».
Las contingencias en una nevada copiosa son infinitas. Eso sí, casi ninguna como la de enero de 2018. «Sabes que va a nevar, pero que cayera así nos cogió de sorpresa». Él estaba en la cabalgata de reyes y se tuvo que subirse al camión rumbo a Torre Val de San Pedro. «Había un follón de coches que se habían quedado porque no podían subir». Una vez allí, hay que dejar que la sal haga efecto y abrir después el abanico. «A la gente se le pide que no muevan los coches hasta que vas despejando un carril. Procuras que se queden parados y te dedicas a limpiar. Hay gente que se lo toma bien y otra que no. Intentamos calmarles, que toca esperar un poquito. No somos dioses, la sal tiene que funcionar».
Tras Torre Val, limpiaron Pedraza, Gallegos, Arcones, Navafría, Castroserna o Prádena. La primera impresión es clara: pueblos fantasma. «No ves a nadie, vas limpiando con mucho cuidado. En muchas carreteras como la de Gallegos tienes que dar dos manos, una de ida y una de vuelta, porque no se limpia solo con una. En otras que tienen más tráfico, como la que une Torre Val y Sepúlveda, ha habido nevadas en las que la hemos tenido que dar bastante manos porque no se limpia así como así». Fernando, de 57 años, estuvo trabajando la noche del día 5, durmió un rato en casa y volvió al camión a eso de las cinco de la mañana. En cada camión van conductores para hacer turnos de unas dos horas. En nevadas como la de aquel día de Reyes puede estar en el camión hasta las 10 de la noche.
La mejor parte es el trabajo bien hecho. «La gente es agradecida y cuando lo ves limpio, te enorgulleces». Por ejemplo, cuando paran en el pueblo de turno, muchas veces los vecinos les invitan a un café.
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