Secciones
Servicios
Destacamos
Dinko acababa de establecerse por su cuenta con un negocio propio, el bar restaurante Los Amigos, en San Cristóbal de Segovia. Estaba pletórico, con unas ganas inmensas de salir adelante y progresar tras haber dejado su sello de buen cocinero en algunos establecimientos de la ... capital. Su esposa, Daniela, y sus hijos, David y Silvia, estaban comprometidos con el proyecto y le prestaban todo su apoyo. «Era feliz. Cada día publicaba la carta del restaurante en las redes sociales. Platos innovadores, deliciosos... El negocio había arrancado fuerte y funcionaba muy bien. Sin duda, fue en el restaurante donde contrajo el virus», cuenta Alfredo Marcos, uno de sus mejores amigos, novio de la hermana de la esposa de Dinko.
La tragedia estaba a la vuelta de la esquina. El cocinero búlgaro, afincado en España desde hacía veinte años, empezó a sentirse mal. Tenía mucha fiebre, más de treinta y nueve grados, y tos. El día 11 de marzo acudió con Daniela a Urgencias, en el centro de salud de San Lorenzo, pero le recetaron paracetamol y lo mandaron a casa. «Como seguía encontrándose mal, al día siguiente acudieron a su médico de cabecera, al centro de salud del Carmen. Le dijeron que ese médico estaba de tarde, que volviera después. El día 13 bajaron de nuevo a Urgencias, a San Lorenzo. Tosía sangre, pero el médico le recomendó que siguiera con el paracetamol, que la sangre era una simple irritación de garganta, de tanto toser. Aguantaron estoicamente y el 18 de marzo, Daniela llamó al 112. Le dijeron que ese teléfono es solo para emergencias y entonces decidieron coger un taxi y bajar de nuevo a San Lorenzo. Él no podía ya ni conducir. El ingreso en el Hospital fue inmediato porque vieron que estaba grave, y así se lo comunicaron a Daniela, a la que encima le preguntaron por qué no habían ido antes», relata Alfredo, que muestra el último mensaje de WhatsApp que intercambió con Dinko: «Dinko, ánimo, estamos muy preocupados», escribió Alfredo. «Gracias. Un abrazo muy fuerte», respondió. «'Ánimo, pelea, dinos lo que sea', insistí. Pero no volvió a contestar. Lo sedaron esa misma noche –continúa Alfredo– y ya nunca más despertó. Su mujer fue a verlo los días 19 y 20 de marzo y estaba intubado. El 21 le dijeron que no volviera por el Hospital, que la mantendrían informada puntualmente por teléfono, y así pasaron unos días, hasta que el 24 por la tarde le comunicaron que se lo llevaban a Valladolid porque era el más estable de toda la UCI de Segovia y debían desviarlo al hospital Río Hortega. Falleció el 28. Gracias a un amigo conseguí hablar con el médico que lo llevó y estaba destrozado. Me dijo que le había resultado imposible salvar la vida de Dinko. Yo no quiero acusar a nadie. Dinko era una persona de riesgo. Pesaba ciento cuarenta kilos y sufría apnea del sueño, pero si la primera vez que fue a Urgencias lo atienden de otra manera, no se nos hubiera quedado ahí esa espinita. Tres veces acudieron al centro de salud y no le trataron bien», se lamenta Alfredo.
La muerte de Dinko Nikolov ha sido un palo para familiares y amigos. «Él llevaba todo el 'papeleo' familiar: el bar, la casa, absolutamente todo. Daniela, su viuda, y sus hijos han tenido estos días que afrontar situaciones muy complicadas (empezando por el pago de los cinco mil euros que les ha costado la incineración del cadáver, en Cuéllar) y no los hemos podido ayudar más directamente debido al confinamiento y a las medidas que ha impuesto el estado de alarma. Ellos han visto que, sin Dinko, es imposible seguir con el negocio y han decidido cerrarlo, pero de momento no encuentran más que trabas, papeles y exigencias, todo sobre el fondo del profundo dolor que sienten por la muerte de una persona tan importante en su vida», señala Alfredo.
Dinko Velitchkov Nikolov deja huella en Segovia. Había nacido en Pleven, al norte de Bulgaria, el 23 de octubre de 1976, pero hace más de dos decenios que llegó a España y en ella nacieron sus hijos, David, de dieciocho años, y Silvia, de quince. Su madre está enterrada en Cabezuela. En Segovia capital trabajó en varios sitios: El Mesón de Camilo, Divino y Don Piripi, hasta que abrió el bar restaurante Los Amigos, hace algo menos de un año. «Dinko era un hombre trabajador, alegre, un tipo grande, de esos que dan abrazos grandes. Un gran cocinero, un gran padre, un gran tío y un gran amigo. Tan grande como sus ciento cuarenta kilos de peso», recuerda Alfredo, que aún no ha podido asumir la muerte del amigo. «Era una buena persona, alegre. Era mi amigo. Todavía no me creo que haya muerto», afirma.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.