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«Entonces, el Hospital de Segovia era un búnker, pero el equipo médico consideró que, tratándose de una persona Down, le vendría bien. La compañera de habitación dio el consentimiento y entré, protegida hasta arriba. Alicia estaba consciente y animada. Me despedí de ella a las nueve y media, bajo la promesa de volver al día siguiente. La achuché, le di dos besos y ella alargó su mano para buscarme el cuello, para poderme tocar, entre tanta mascarilla, plásticos y demás. Buscaba ese calor que necesitamos las personas, la piel con la piel. Salí y telefoneé a mis padres. Les dije que la veía con ganas de luchar y que nosotros íbamos a luchar por ella. A las doce y media de la noche, el médico me llamó para comunicarme que había fallecido por un paro cardíaco. ¡Dios mío, no me lo podía creer!».
Con los sentimientos a flor de piel, Gema recuerda los últimos momentos de su única hermana, fallecida por covid a los 47 años el pasado 1 de abril. Alicia Llorente de Pablos, con síndrome de Down, era una persona especial para sus familiares y para quienes la conocieron. Muy querida en el barrio de Santa Eulalia de Segovia, a todos dedicaba una sonrisa, una palabra de interés y aliento. «Solo puedo dar gracias a Dios de haberla tenido como hermana; como hermana mayor, condición que, en cierto modo, le exigía dar ejemplo. Y eso es lo que hizo toda su vida: dar ejemplo. ¡Qué difícil se hace vivir sin Alicia! Todo nos recuerda a ella. Alicia era de esas personas que te hacen ver que las cosas pequeñas tienen esencia. Me gustaba tanto verla tan guapa, con sus labios y sus uñas pintadas, su ropa bien conjuntada y su bolso, siempre lleno de cosas... Por donde pasaba, dejaba un rastro de olor a colonia fresquita. Daba gusto verla. Es muy difícil, muy difícil vivir sin ella», añade Gema.
Presumida y risueña, en el barrio también se echa de menos la sonrisa de Alicia, que protagoniza la portada del calendario que edita la asociación Down Segovia (Asidos). El autor del dibujo es el artista José Luis López Saura. «Mi hermana formaba parte de la asociación y se implicaba en las actividades, en los campamentos... También pertenecía a la Hermandad de la Soledad Dolorosa de Santa Eulalia. Era una mujer de fe, participaba en misa con ofrendas y en el grupo Fe y Luz, donde reflejaba lo que sentía. Era un ser verdadero, sin doblez de ninguna clase, como suelen ser estas personas tan especiales: una lotería para los demás, una lotería de las buenas, de las que te reconfortan el corazón», señala Gema, que tiene dos hijas, una de ellas, Inés, la mayor, también con síndrome de Down. «Se ha repetido el caso. Inés y Ana, mis hijas, la echan mucho de menos porque estaban muy unidas a ella. Ana, de ocho años, pregunta con frecuencia por tía Ali, e Inés, que tiene once, le responde que está en el cielo. Es el lugar donde la niña la tiene ubicada. Como tía, hermana, cuñada e hija ha sido un ser excepcional. Para mis padres, Luis y Gloria, su muerte ha supuesto un golpe horroroso. Siempre estaba pendiente de ellos, atenta a sus necesidades y cuidados. Hasta esa última noche en que habló con ellos por videollamada les dijo cuánto los quería y lo importantes que eran para ella».
Especiales coronavirus
Alicia enfermó días después de que se decretara el primer estado de alarma. Empezó con algo de fiebre, algo de tos... «Nos dijeron que no la lleváramos a Urgencias para no exponerla al virus. De la noche a la mañana empeoró y la trasladaron al Hospital General en ambulancia. La estabilizaron y la subieron a planta. Tenía neumonía bilateral. No citaban la palabra 'covid', pero... blanco y en botella», recuerda su hermana. El 31 de marzo, Gema pudo pasar a verla. No sabía que iba a ser la última vez que estarían juntas: «La enterramos al cabo de unas horas, en el cementerio de Marazoleja, nuestro pueblo, su querido pueblo, al lado de la ermita de Santa Catalina, adonde tantas veces había ido a rezar. Solo pudimos asistir mis padres y yo. A los pocos días, me confirmaron la causa: había muerto de covid-19. Yo misma solicité esa información con el fin de proteger a mis padres, que empezaron a notar síntomas una semana después de su muerte, aunque ellos lo desarrollaron de una forma muy leve».
Los suyos se reponen refugiándose en el dulce recuerdo que Alicia les ha dejado. Ella sigue muy presente. Y también sus enseñanzas: «Aprendes tanto... Alicia está en todo, en una foto, en un recuerdo, en una prenda, en una conversación... La querremos y recordaremos siempre».
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