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Alfonso Arribas
Segovia
Sábado, 11 de mayo 2024, 09:22
La primavera trae a Segovia lluvia, flores, días más largos y una celebración de la vida que es Titirimundi. El Festival Internacional de Teatro de Títeres de Segovia, que ha arrancado su trigésima octava edición, es una cita fija en el calendario a pesar de numerosas vicisitudes en la organización y en el presupuesto.
Un certamen que se sitúa entre los festivales más reconocidos del mundo en su género, etiqueta que se debe a varios factores y que resultan singulares en el panorama teatral.
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Titirimundi empezó a gestarse en el lejano año de 1984, cuando el titiritero Julio Michel, ya afincado en Segovia, soñó un encuentro de compañías teatrales en la ciudad con el fin de revitalizar la vida cultural local, que en aquel entonces era bastante laxa. Un año después, el proyecto se convirtió en realidad, en el germen de uno de los festivales más longevos en su género. Y este rasgo, la permanencia, y la experiencia, es una de las marcas propias de Titirimundi.
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Como consecuencia de lo anterior, el festival segoviano ya ha generado un público entendido, quizá el más habituado de España a disfrutar de los códigos de un tipo de teatro armado con marionetas, objetos, guantes, cachiporras e hilos. Casi 40 años de exhibiciones son suficientes para que el público de Titirimundi sea intergeneracional. La cantera, a través de Titiricole, cumple ahora 25 años alimentando y haciendo crecer al gusanillo de los títeres en escuelas y colegios de la ciudad.
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El de Segovia es un certamen verdaderamente querido y apreciado por las compañías de teatro de títeres en el ámbito nacional e internacional. En primer lugar, porque fue creado por uno de los suyos y continúa bajo la organización de un equipo que hace familia. Y porque figurar en el programa de Titirimundi da prestigio, o lo consolida. «Muchos artistas nos piden que veamos sus nuevas producciones para que les programemos en la siguiente edición. Tienen ganas de venir a un certamen donde se sabe valorar y apreciar los buenos trabajos», explica la directora de Titirimundi, Marián Palma.
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Esta 38 edición exhibe datos que hablan de las hechuras del certamen. Serán 334 funciones en total, de las cuales 226 se concentran en Segovia, que es la sede por excelencia, donde se extienden por 30 espacios diferentes, desde teatros a patios, calles, plazas, iglesias y museos. Actuarán 37 compañías, de las cuales 12 son españolas, 21 del resto del continente europeo y 4 americanas.
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En la edición de 2024 se alcanzan los 120 voluntarios que prestan apoyo a la organización durante los días de celebración del Festival. Este es otro de los rasgos singulares de Titirimundi, su capacidad para convocar y atraer a personal colaborador (de diferentes edades y procedencias) que gestiona las entradas a los espacios, acompaña a los artistas, informa a los espectadores y escenifica esa explosión de vida y arte que se concentra en apenas una semana.
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Titirimundi tiene, por aclamación popular, unos cuantos clásicos en cartera que se programan cada año porque la demanda no baja. Entre ellos, El Circo de las Pulgas, un espectáculo por el que ya han pasado miles de espectadores y sin embargo el interés no decae. Es el caso también de Alex Marionettes y Mr Barti: ambas figuras, la del títere y la del titiritero, ya forman parte del paisaje del certamen. Y en 2024 no va a ser distinto.
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Junto a los repetidores, cada año se producen nuevas incorporaciones, siendo Titirimundi una ventana constante al trabajo de creación que se desarrolla en España y en el mundo. En este 2024 desembarcan por primera vez compañías como Tangram Kollektiv (Alemania) o Merlin Puppet Theatre (Grecia-Alemania). Y otras agrupaciones más habituales, como La Chana, llegan con nuevos montajes.
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Esta mezcla es irrenunciable para el festival segoviano. En sus programas se da cabida al origen del teatro de títeres, al arte de contar y representar historias que está en el alma y en la raíz de los territorios; pero también a las nuevas propuestas, disruptivas algunas, que muestran nuevas formas de narración usando la tecnología y recursos expresivos innovadores. En la parte gourmet de esta edición hay que destacar a Circo Rasposo, «un circo de feria inquietante y liberador»; Bakélite y su «Amor al riesgo», una de las compañías predilectas por el público del Festival; y Au Fur & En Mesure con la dirección de la genial, nunca fácil, Ilka Schönbein.
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No solo el respaldo del público es importante para sumar ediciones. Lo es también el reconocimiento oficial, y Titirimundi ya puede colocar en sus comunicaciones el sello del Premio Nacional de Cultura de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud entre otros galardones. A pesar de este título, o más bien acompañándolo, hay que recordar que Titirimundi no es un festival exclusivamente dirigido al público infantil o familiar. Se programan obras de teatro exquisitas que requieren otras edades y otros bagajes para disfrutarlas.
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«¿Nuestro sello? Que verdaderamente celebramos el hecho artístico, la vida, y que Titirimundi consigue que Segovia se convierta por unos días en una ciudad teatro», asegura su directora. Además de la explosión festiva en las calles se desgranan en los recintos cerrados auténticas joyas dramáticas; se visitan hospitales, centros penitenciarios e instituciones asistenciales; compañías y visitantes llenan los alojamientos, los bares y los restaurantes en torno a un certamen artístico.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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