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Amelia Tapias, en el coche de autoescuela en el que enseña a conducir. Antonio Tanarro

Los diez puntos negros del examen de conducir

Glorietas de todo tipo, pendientes, mala visibilidad o problemas de señalización marcan los lugares de Segovia donde más fallan los alumnos

Lunes, 18 de noviembre 2024, 14:11

Amelia Tapias se sacó el carné de conducir a la primera, hace más de 35 años: «Yo soy buenísima». Lo dice tras una década como profesora, con la rutina de acompañar a los alumnos al examen, ese difícil equilibrio entre dejarles margen de maniobra y la necesidad de tomar el control para evitar un accidente. La excusa del afectado siempre es que hubiera tenido tiempo, pero ella replica: «Si eres tan bueno, sé más rápido que yo». Acompañar a su coche de la Autoescuela Lisardo es un combinado de glorietas, cuestas y pasos de peatones, tres elementos abundantes que hacen de Segovia una ciudad compleja para examinarse, aunque sirva de éxodo a muchos madrileños que esperan un atajo al carné. Así traza el mapa de puntos negros de los suspensos de la ciudad.

La salida y entrada a ciegas al Centro de Exámenes

El punto más habitual para iniciar los exámenes –también está el California (San Millán), Magullo (La Lastrilla) u Hoyo 16 (Santo Tomás), una información que los profesores no saben hasta la víspera– es el Centro de Exámenes. Si el examinador da a elegir, lo prudente es salir hacia la derecha «despacio, como asomándose», pero a veces no hay tanta suerte y la visibilidad por la izquierda es problemática, incluso con el espejo. «Tengo muchos alumnos que salen nerviosos, a todo trapo, sin haber mirado. Y no te la das porque tienes suerte». La bajada hacia allí no es problemática, pero el giro final tiene el mismo obstáculo: demasiados coches aparcados. Esa intersección suma un paso de peatones muy pegado que el conductor, obligado a mirar hasta el final a la izquierda para incorporarse hacia la calle Navacerrada, no ve. «Menos mal que no pasa casi nadie».

Distintos puntos conflictivos, entre ellos las rotondas de Dionisio Duque y Melitón Martín. Antonio Tanarro
Imagen principal - Distintos puntos conflictivos, entre ellos las rotondas de Dionisio Duque y Melitón Martín.
Imagen secundaria 1 - Distintos puntos conflictivos, entre ellos las rotondas de Dionisio Duque y Melitón Martín.
Imagen secundaria 2 - Distintos puntos conflictivos, entre ellos las rotondas de Dionisio Duque y Melitón Martín.

Una raqueta con demasiadas rayas

A la derecha del Centro de Exámenes, los alumnos se encuentran con la primera trampa en una raqueta sin complejidad aparente. «Al ver tanta raya, la gente se raya», resume Tapias. Habla de una glorieta partida por la mitad a la que entrar mediante un stop que obliga a ir de frente –un paso sin demasiada visibilidad que castiga el embrague blando–, que algunos directamente ignoran. Completar el cambio de sentido implica después ceder el paso a los vehículos que bajen por la derecha –«Muchas veces ni les miran»– y evitar una última mina: identificar la señal obligatoria hacia la derecha para incorporarse y no desembocar en el stop. «Son muchos intermitentes y tener tranquilidad para observar».

La rotonda del cuartel de la Guardia Civil

Es un punto de suspensos porque los alumnos que deben ir de frente se colocan en el carril derecho e ignoran la señal horizontal que obliga a ir a la derecha en la rotonda. Un error eliminatorio que replica un buen número de turistas, que tampoco usa el carril izquierdo. Este es uno de los métodos que Tapias propone para mejorar la circulación en otras rotondas de la ciudad: dividir a los coches de antemano según la salida que quieran tomar. Por ejemplo, en la glorieta Melitón Martín, la desembocadura de San Gabriel hacia San Lorenzo, para dividir a los que tiran hacia el barrio de los que van al Acueducto.

La glorieta del parque de la Dehesa

Un punto frecuente en exámenes por su cercanía con Tráfico. Es habitual que el examinador mande al candidato a la segunda o tercera salida para que lidie con los vehículos que parten del carril izquierdo y cogen la primera salida hacia Nueva Segovia o el polígono. «Si no estoy al loro, se me cuelan. Les decimos que den el intermitente izquierdo para avisar de que van a seguir girando». Un test de atención. «Si no has sabido ver el peligro significa que no estás preparado». Es el típico punto en el que el profesor acaba tocando los pedales.

La cuesta de las cuestas

En una ciudad con cuestas, la calle Regimiento Ligero, en Valdevilla, se lleva la palma. Una subida muy inclinada con una entrada estrecha que obliga a meter el morro del coche, girar toda la dirección, enderezar y acelerar. «Como tengas un coche con poca potencia y no aceleres, se te queda parado». Con todo, hay más suspensos en la bajada. Primero, por la marcha: hacerlo en segunda es letal. «Hay que bajar en primera, utilizando el freno motor». Hay que girar desde la derecha, cediendo el paso y sin comerse el bordillo ni la línea continua. Después, la velocidad, pues no girar a tiempo pone en juego a la pared de la derecha. Y al final, un stop complejo. «Hay que hacerlo en el límite de la intersección; medio coche se queda en el paso de peatones. Lo que hacen muchos es omitirlo».

Un stop tapado por los árboles

Al final de la calle Francisco Giner de los Ríos de San José está el stop de los suspensos. «No lo ve nadie. A ver si lo veis vosotros», reta la profesora. En efecto, está, tapado entre la arboleda. Primero, hay que dejar pasar al peatón –y afinar la mirada entre los contenedores de basura para verlo– para después detenerse en el límite de la intersección. La dificultad aumenta porque en el suelo no hay señal horizontal. «Está señalizado, lo que yo pondría es una queja en el Ayuntamiento: poda los árboles».

Las intersecciones raras de San José

El barrio de San José es un compendio de calles estrechas con muchos pasos de peatones sin visibilidad. «No ves nada, son intersecciones raras de narices O te las sabes porque has venido o eres muy buen observador o te las comes». Como la de la calle Estocolmo, con un tramo de subida en sentido único, una inercia que invita al conductor a tirar de frente en la intersección, ignorando una señal de obligación hacia la derecha. «Eso significa que no observan las señales».

Raqueta cerca del Centro de Exámenes. Antonio Tanarro

Los espejos a medias de La Albuera

La Albuera tiene un par de manzanas llenas de suspensos, desde la entrada al barrio por la intersección entre la calle Juana Jugan y Alfonso VI, junto a la pastelería Anyu: «Un ceda, un paso de peatones y cero visibilidad». Lo habitual es mandar de frente al alumno hacia el colegio Peñascal, por la calle de los Cardadores, que desemboca a la puerta del centro con la misma receta que en el cruce anterior y un espejo que no resuelve la papeleta. Un drama cuando el examen coincide con la hora punta escolar. La calle Cronista Enríquez, paralela y en bajada, tiene un ingrediente más, la velocidad. «El espejo no te da mucha visibilidad, no lo ves hasta que lo tienes ya encima. No te ayudan tanto como deberían; tendría que dar la visión del coche cuando está a diez metros».

La glorieta del antiguo parque de bomberos

La rotonda de Dionisio Duque es uno de los puntos críticos, sobre todo en dos accesos: desde La Albuera y en subida por San Gabriel, con una pendiente que cala muchos coches. «Tiene muchísimo tráfico, es una de las arterias de la ciudad». Los que vienen de Padre Claret lo hacen muy deprisa, por la inercia de la bajada. «O estás muy habilidoso con los pedales o tardas mucho en entrar. Si lo haces y entorpeces, suspendes; si hay un momento en el que examinador considera que te podías haber metido y no lo has hecho, te pone falta». Hay dos atajos para entrar: ver al peatón que frena a los coches o el bloqueo directo del bus urbano.

Los pasos de peatones de Conde Sepúlveda

La Calle Conde Sepúlveda concentra en apenas 200 metros tres de los pasos de peatones con menos visibilidad de Segovia. El primero, pegado a la rotonda del bar Norte, es paradigmático de tantos pasos pegados a la salida de las glorietas que elevan el riesgo de accidentes. «Giras y no ves al peatón». En el siguiente, también sobreelevado, porque el contenedor no permite ver a la derecha. Como ocurre en el peor, a la puerta de la tienda Burbujas. «Entre el contenedor, los coches aparcados y la esquina, no ves nada». Y como guinda, un árbol con un tronco voluminoso.

En el pasado quedaron otras zonas complejas del casco histórico o San Lorenzo por las que ya no se examina. «Había un examinador que vino de Valladolid que yo creo que paseaba por las callejuelas más pequeñas de Segovia para meter a los alumnos». Ella toma nota y trata de llevarles por sitios más recónditos de los que encontrarán el Día D.

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