El paciente continúa en estado grave. Los tratamientos para salvarle del mal del olvido y el abandono son insuficientes. Buena parte del abundante patrimonio cultural que se encuentra en el diseminado y cada vez más despoblado medio rural languidece enfermo, consumido por el deterioro ... paulatino que marca el implacable paso del tiempo. Antiguas fortalezas, vetustos castillos, murallas, ermitas, iglesias, conventos, monasterios, palacetes medievales o casonas de nobles se levantan casi derruidos y maltrechos. Muchos a duras penas se mantienen en pie, empobrecidos y arruinados por su antigüedad y por la falta del tratamiento adecuado para paliarlo. Son esqueletos de piedra erosionados o cubiertos por la maleza y la vegetación que parecen querer esconderlos porque añoran otras épocas en las que lucieron esplendorosos, robustos, presumidos.
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Requieren de cuidados intensivos urgentes para poder recobrar aquel aspecto saludable de otros tiempos. La Asociación en Defensa del Patrimonio Cultural Hispania Nostra examina las constantes vitales de estos enfermos. En 2007 creó la llamada lista roja para informar sobre elementos patrimoniales en riesgo de desaparición, destrucción o alteración esencial de sus valores. Además de llamar la atención de la sociedad y de sus propietarios para promover intervenciones positivas que eviten el aumento del deterioro o la desaparición de bienes culturales, este proyecto, que cumple once años, anima a asociaciones locales y a particulares en sus reivindicaciones sobre la supervivencia de monumentos y entornos naturales.
Castilla y León es la comunidad que más pacientes aporta a la lista. De hecho, la pandemia del abandono patrimonial no ha hecho más que extenderse. Si hace diez años eran en torno a ochenta los monumentos registrados en riesgo de ruina, ahora rondan los 250. Segovia no es el territorio más aquejado de la región. León, Palencia o Soria cuentan con entre treinta y cuarenta bienes amenazados por la desaparición. Desde mediados de este curso, dieciséis inmuebles de la provincia, sobre todo de carácter religioso, figuran en esta especie de UVI patrimonial.
El pasado mayo, Hispania Nostra agregó a su lista roja dos enfermos nuevos. Uno es el antiguo Hospital de la Magdalena, edificio renacentista situado en la localidad de Fuentidueña al que ni siquiera la declaración de Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento de la que goza desde 1995 le ha inmunizado del deterioro. Como éste hay muchos pacientes cuyo halo de protección ha sido inútil. Esta construcción, enterrada prácticamente por la vegetación, ha recibido recientemente una dosis de vida. En concreto, se han consolidado y estabilizado los arcos de la capilla que aún se mantienen en pie. Estos trabajos han contado con una inversión de 54.558 euros, cofinanciados con fondos Feder, informa la Administración autonómica. Las obras se han centrado en los dos arcos de medio punto y de piedra caliza que configuran el ámbito de la antigua capilla del hospital para evitar su colapso y desplome.
La segunda incorporación segoviana a la lista roja en este año es el castillo, también de Fuentidueña. Esta fortaleza alcanzó «gran importancia con el reinado de Alfonso VIII, aquí otorgó testamento el 8 de diciembre del 1204, concertó la paz con el rey de Navarra y descansó después de la batalla de las Navas de Tolosa», evoca la asociación defensora del patrimonio cultural. Hacia 1250 también visitó este castillo Alfonso X 'El Sabio'; Sancho IV, en 1308, otorgó privilegios cristianos a quien quisiera vivir en él al comprobar que la población era mayoritariamente judía.
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En los últimos chequeos que hizo la asociación traspasó el monasterio de Nuestra Señora de la Sierra, en Collado Hermoso, y la ermita de San Miguel, en Sacramenia, de la lista roja del abandono a la verde de la esperanza. En ella figuran inmuebles sobre los que se ha intervenido para eliminar el peligro de desaparición.
Quizás el ejemplo del monasterio de Nuestra Señora de la Sierra sea el más ilustrativo de la recuperación de un bien moribundo. Hasta hace poco, solo había ruinas y vegetación. El abandono y los usos agrícolas hacían peligrar la pervivencia del valor histórico y arquitectónico de un edificio originario del siglo XII, cuando Pedro de Agén, obispo de Segovia, permitió la fundación benedictina. Su construcción actual se debe a la orden cisterciense en la segunda década del siglo XIII y probablemente las obras continuarían hasta la siguiente centuria, explica Hispania Nostra. La iniciativa privada ha permitido curar esas piedras enfermas.
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En sus inmediaciones se ha construido un nuevo edificio para actividades culturales y un taller de tejeduría. También se ha creado un jardín botánico de plantas para teñir, especialmente la 'rubia tinctorum'. Por ello, el jurado de Hispania Nostra le otorgó uno de sus Premios a las Buenas Prácticas del Patrimonio al considerar «de gran interés este proyecto porque se ha rescatado un bien cultural inmueble, se ha mejorado el entorno rural y se ha recuperado una herencia cultural como son los usos textiles y tintóreos, promoviendo así la generación de empleo para la población local», aplaude la asociación al exponer los méritos.
En el caso de la ermita de San Miguel, en 2015 se ejecutaron obras de consolidación, amén de la reparación de la cubierta y los muros del templo, el refuerzo de la cubierta de las bóvedas del presbiterio y el ábside y de la reparación y protección de las cabezas de los muros sobre la portada de la iglesia.
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El resto de bienes de la provincia que figuran en la lista roja no han corrido la misma suerte. Uno de los exponentes cuya estado refleja la caída en desgracia por el abandono y la dañina mano del hombre es el Palacio de Valsaín. Su propiedad es privada. Fue de Patrimonio Nacional hasta 1982, fecha en que se transfirió al antiguo Instituto de Conservación de la Naturaleza (Icona). Es uno de los ejemplos fehacientes de que ni las figuras ni catalogaciones de protección amparan estos tesoros. A principios del siglo XVIII se empezaron a hundir sus distintos componentes.
«Debido a esto y a los sucesivos expolios, hoy solo quedan la estructura de la torre nueva, parte del muro de la galería del jardín de la reina, los arcos de la entrada principal y gran parte del patio de vacas, su portada y la casa de oficios. Su conservación es deplorable, impropio incluso de unas ruinas, ocupando casetas de feria y de peñas la mayor parte de la superficie sobre la que se extendía el antiguo palacio», concluye el diagnóstico de Hispania Nostra. El Palacio de Valsaín es uno de los asuntos que tiene en cartera El Real Sitio de San Ildefonso, que iterará la reclamación a la propiedad para que ejecuta obras de consolidación en un inmueble declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 1931.
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Responsables del Ayuntamiento granjeño subrayan que desde hace noventa años no se realiza ninguna intervención en este monumento, mandado construir por Felipe II en 1552 y que debió de ser un pabellón de caza utilizado por la casa Trastámara en tiempos de Enrique III y Enrique IV. En 1682, durante el reinado de Carlos II, se produjo un violento incendio que ocasionó daños de fácil reparación, pero que constituyeron el comienzo de su ruina.
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