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José Antonio Abella no quiere entrar en la polémica. Respeta que quienes han puesto en marcha la campaña en change.org para que el Ayuntamiento no ponga en la esquina de San Juan la estatua de Segodeus piensen de otra manera, pero cree que están equivocados. Su escultura del diablo, cuyos derechos regala a la ciudad, está ya en la fundición para que tome cuerpo en bronce. El coste lo paga un empresario segoviano y el diseño sigue una tradición milenaria que está presente, y muy visible, en las iglesias y templos desde hace siglos, en los canecillos de las románicas, en las gárgolas de las catedrales (en la de Segovia o en la de Notre Dame), advierte. Abella también diseñó el monumento a la Trashumancia que preside el cruce de la avenida de Gerardo Diego con la carretera de San Rafael; para hacer esta obra se inspiró en una escultura alemana, en la ciudad hanseática de Lübeck.
El suyo se parece al de Lübeck, que es moderno porque es un diablillo bonachón que desde 1999 está sentado en un poyete de la iglesia de Santa María (Marienkirche); aquel también alude a la leyenda de la construcción del templo por el demonio, engañado porque le dijeron que el edificio sería una cantina. Es semejante pues a la leyenda del Acueducto de segovia y la aguadora, y a la del acueducto de Tarragona o a las de puentes en Francia u molinos en Alemania. Este demonio de Lübeck es obra del escultor Rolf Goerler, y desde 1999 está sentado en una bancada de piedra en el mismo muro de la iglesia, enfrente de la cantina que se construyó después y es un elemento muy fotografiado por los turistas.
Abella describe el suyo y explica que es también una figura sonriente, «sin maldad, bonachón, enamorado de Segovia» y gordezuelo, aunque está algo más elaborado que el alemán. «Representa una alegoría de cómo se construyó el Acueducto porque, aunque es obvio que la edificación fue obra de los romanos, el diablo Segodeus está sentado sobre un sillar de granito, similar a los del Acueducto, con unas tenazas como las que se utilizaron para colocarlos en los pilares».
Además, la figura tiene en la otra mano un teléfono móvil, en el que está escrito 'yo amo Segovia', como una sugerencia para que quienes lo vean se hagan un 'selfie' con la estatua, que además estará situada en un lugar estratégico desde el que se ve una amplia panorámica de la plaza de Artillería, el Acueducto y el barrio de El Salvador y que fue una de las principales entradas a la ciudad histórica, al barrio de los Caballeros en el que todavía se conservan muchas casas nobles.
Desconoce Abella quién ha emprendido la campaña contra la instalación de la escultura. Insiste en que no quiere polemizar sobre ello y tampoco le importa. Pero cree que oponerse es «confundir la leyenda con la realidad», y se pregunta «quién puede creer que el Acueducto está hecho por el demonio. Me parece pobre, de poca altura intelectual, y creo que en estas críticas subyace el fundamentalismo, la oposición a quienes no piensan igual como la de los talibanes que dinamitaron los budas gigantes de Bamiyan». Su reflexión le motiva para decir que «en el Acueducto hay una Virgen y me parece maravilloso, pero es obvio que no la pusieron los romanos, y no pasa nada».
Mantiene su idea el artista. Defiende su «diablo bonachón, pensado para que le rasquen el ombligo los niños», pero sí expresa su decepción porque considera que esta reacción que ve desmesurada pone de manifiesto que «en el siglo XXI hay integrismos más duros que en el siglo XII».
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