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Acto convocado este sábado con motivo del Día Mundial de la Diabetes. Antonio de Torre
Diabetes, una enfermedad tan común como subestimada

Diabetes, una enfermedad tan común como subestimada

A pesar de lo extendida que está, pues afecta a seis millones de personas en España, los médicos tardan en identificarla y los pacientes, ante la sospecha de sufrirla, demoran mucho la primera consulta

laura lópez

Segovia

Domingo, 15 de noviembre 2020, 08:38

Seis millones de personas en España padecen diabetes. 161.119 en Castilla y León, de los cuales 111.000 son mayores de 65 años. En Segovia, fueron atendidos en 2019 por esta enfermedad 9.169 personas, aunque se calcula que el número de personas que la padecen es mucho mayor, puesto que aproximadamente un 12 % de los diabéticos no están diagnosticados.

Una persona padece diabetes cuando presenta unos altos niveles de azúcar en sangre y hay dos tipos diferentes. En los llamados de Tipo I, las llamadas «células beta» del páncreas han dejado de funcionar y no producen insulina, que es la hormona que se encarga de que las células metabolicen el azúcar. Estas personas son «insulinodependientes»; es decir, tienen que «pincharse» insulina para seguir viviendo. Por otro lado, el organismo de una persona que padece diabetes Tipo II sí produce insulina, pero bien no en las cantidades insuficientes o sus células presentan algún tipo de resistencia al efecto de la insulina y tienen que llevar a cabo un control del azúcar, llevar una vida muy saludable y, en algunos casos, tomar medicación vía oral.

Los que suelen padecer diabetes tipo uno son niños o personas muy jóvenes. En Segovia, desde 2012, se han producido cinco casos cada año de menores de 14 años. Uno de ellos, en marzo de 2018, fue el del hijo de Sara San Juan, la presidenta de la Asociación Diabetes Segovia (Adiseg). Ella relata que había llevado a su hijo Darío, que tiene ahora ocho años, al médico en varias ocasiones porque presentaba algunos síntomas que, como después supo, son los primeros indicativos de padecer diabetes, como el adelgazamiento, el cansancio extremo, tener mucha hambre y una sed desmedida, con el consecuente aumento de cantidad de líquido que se expulsa al orinar. Sin embargo, obtuvo respuestas de los sanitarios de lo más variadas, que iban desde que su hijo estaba dando el famoso «estirón» a la insinuación de que quizá podría tener problemas psicológicos.

Sara San Juan. en el despacho de la asociación. A. de Torre

Sin embargo, un día ya el pequeño Darío adoleció un dolor extremo de tripa y, aunque al principio sus padres pensaron que simplemente estaba malo con gastroenteritis, su dolor aumentó hasta el punto de no poder respirar, por lo que lo llevaron corriendo a Urgencias: «Si lo hubiera dejado en la cama esa noche probablemente se hubiera muerto», narra Sara, quien pone como ejemplo la vivencia de su hijo para acusar lo que ella considera un problema de detección en el sistema sanitario.

En los casos del Tipo II, los síntomas son leves y en la mayoría de los casos, inexistentes, por lo que a menudo son los propios pacientes los que la subestiman y no acuden al médico hasta que aparece una lesión realmente incapacitante. Las complicaciones que pueden derivar de una diabetes mal controladas son variadas, y pueden ir desde problemas en el riñón, con fallos renales que pueden acabar en diálisis o, en el peor de los casos, trasplantes; problemas en el sistema periférico como el conocido como «pie diabético», que puede llevar a la amputación, daños en la retina que a menudo acaban en problemas de vista y otros como la impotencia sexual.

En opinión de Sara San Juan, la diabetes es una enfermedad muy infravalorada para la cantidad de personas que la padecen y los problemas que puede traer a la vida de las personas. Complicaciones muchas de ellas que podrían evitarse con una detección precoz de los sanitarios y más formación en la población para detectar los síntomas y acudir al médico. Según datos de la asociación, la diabetes provoca en el mundo cinco millones de muertes prematuras al año.

Las labores de formación para explicar a la ciudadanía cómo detectar la diabetes las están llevando a cabo, sobre todo, las asociaciones, denuncia Sara San Juan, quien considera que debería haber más implicación por parte de los sanitarios, sobre todo con enfermeras educadoras. También las charlas dirigidas a los propios pacientes para que sepan cómo mejorar su vida, vigilar su proceso, cuidar la alimentación, hacer ejercicio o los avances tecnológicos de los que pueden hacer uso.

Este año, por el Día Mundial de la Diabetes, que se celebró ayer, Adiseg reivindica la figura de la enfermera, cuyo trabajo «marca la diferencia» en la vida de las personas con diabetes, a las que se forma para medirse el azúcar, suministrarse la insulina y ajustar la dieta o el ejercicio para que consigan la máxima autonomía.

Judith, junto a Felipe, un compañero de la asociación. A. de Torre

Judith Cáceres, madre de una niña con diabetes

«Me han llegado a preguntar qué es más prioritario, si trabajar o cuidar de mi hija»

Emma ha cumplido tres años, pero cuando 'debutó en diabetes' Tipo I tenía 17 meses. Para su madre, Judith Cáceres, fue «como un jarro de agua fría», pero poco a poco su marido y ella han ido educándose y han conseguido la mejor calidad de vida para la pequeña aunque, eso sí, a costa de un control «súper exhaustivo» de la enfermedad de su hija, que les tiene «dependencia absoluta».

Esto significa que, cuando Emma está lejos de sus padres, ambos tienen que estar constantemente «de guardia» por si les requiere. Cuando Judith hace cualquier cosa, desde ir al baño a tender la ropa, lleva su teléfono móvil encima y también la sensación de alerta constante, que no desaparece hasta que vuelve a reencontrarse con su hija. Su marido, que trabaja de conductor en el servicio de recogida de residuos de la ciudad, ha tenido que cambiar su turno al de noche para poder estar pendiente de Emma durante el día, cuando Judith trabaja como investigadora en la universidad: «Es desquiciante a nivel psíquico», reconoce Judith Cáceres.

Para revertir esta situación, esta madre ha luchado «muchísimo» por conseguir la figura de la enfermera escolar en el centro educativo de su hija, y lo consiguió. Sin embargo, después de una experiencia «fatídica», esta dejó el colegio y ahora vuelven a hacer malabares para poder cuidar de su hija. Judith, que es pedagoga especializada en los factores de inclusión en niños con diabetes, sabe seguramente mejor que nadie que, aunque ella va «de mil amores» en auxilio de su hija cada vez que la llaman, no es lo mejor para la pequeña, sobre todo cuando crezca un poco más y las constantes visitas de sus padres al colegio la señalen como diferente entre sus compañeros.

Tampoco es lo mejor para su carrera profesional. Después de mucho tiempo luchando en un mundo muy difícil como el de la investigación académica, Judith acaba de conseguir por fin un contrato predoctoral FPU con la Universidad de cuatro años: «Me han llegado a decir que yo veré qué es una prioridad para mí, si trabajar o cuidar de mi hija», relata Judith, como parte de la odisea burocrática en la que aún se ve inmersa para conseguir una enfermera escolar. «Acabo de conseguir mi contrato, ¿Qué hago, lo tiro todo por la borda porque la administración no consigue poner solución a un problema tan sencillo?», plantea.

Felipe señala un cartel sobre la enfermedad. A. de Torre

Felipe Jesús Martín, paciente

«Hasta que tuve síntomas no me hice la analítica y el daño era ya irreversible»

Felipe Jesús Martín tiene 54 años y le diagnosticaron diabetes Tipo II hace ocho: «Tenía diabetes desde mucho antes, pero llegué muy tarde al diagnóstico», lamenta este paciente. Es uno de los principales problemas con los que el enfermo de diabetes se suele encontrar: la demora en el diagnóstico.

«Como es una enfermedad asintomática, que no se nota casi al principio, lo vas dejando y hasta que tuve síntomas muy claros no me hice la analítica», explica Felipe. En cuanto tuvo el diagnóstico, trató de aplicar un control, pero «el daño ya estaba hecho». Como consecuencia, Felipe tiene medio pie amputado, ya no puede trabajar de ganadero como lo hacía antes y tiene problemas en la vista que le obligan a llevar un seguimiento médico muy estricto. Ahora lleva un estilo de vida saludable, muy disciplinado en cuanto a alimentación y ejercicio. Sale a caminar cinco días a la semana entre tres cuartos de hora y una hora, lo que le permite la prótesis que lleva en el pie.

La pandemia del coronavirus no ha afectado al control de su enfermedad, aunque Felipe ha tenido que adaptarse en algunos aspectos. Cuando se decretó el confinamiento domiciliario durante la primera ola, daba vueltas al patio de su casa para conseguir llevar a cabo sus caminatas, ya que son como «parte de la medicación» para él.

La nueva normalidad sí le ha supuesto un trastorno a la hora de llevar a cabo sus revisiones oculares. Con motivo de su edema macular, tiene que ir al médico cada dos meses aproximadamente y ahora lleva desde marzo sin poder ir, aunque tiene su cita para el 25 de noviembre. Convivir con la diabetes requiere un control y unos hábitos muy saludables.

Beatriz Serrano. El Norte

Beatriz Serrano, paciente

«Lo peor es el pánico que sientes cuando sabes que eres una persona de riesgo»

Beatriz Serrano tiene 40 años, sufre diabetes Tipo I desde que tenía 28 y pasó el covid durante la primera ola de la pandemia, muy pronto, a principios del mes de marzo, cuando todavía no estaba decretada la alarma. Las personas diabéticas son consideradas pacientes de riesgo ante el coronavirus porque cuando estos padecen una infección viral a menudo se descontrolan los niveles de glucosa por verse comprometido el sistema inmunológico.

En el caso de Beatriz Serrano, a pesar de todo, considera haber tenido «muchísima suerte» porque no llegó a tener síntomas graves del covid-19, a pesar de que fue un periodo «larguísimo», hasta cuarenta y ocho días de fiebre y un intenso escozor en las vías nasales y en el pecho.

«Lo peor ha sido el pánico de saber que soy una persona de riesgo y que el hospital estaba colapsado». No ayudaba el hecho de encender la tele y que constantemente nombraran a los diabéticos como población susceptible de sufrir más complicaciones: «Fue muy desesperante, la verdad, sentí mucha incertidumbre y mucho miedo por el riesgo que corría», resume Beatriz, felizmente recuperada de la covid-19 pero muy pendiente de protegerse para no correr ni un solo riesgo.

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