El día a día de una piscina con seguridad privada

La piscina es una de las alternativas más socorridas cuando aprieta el calor. Aunque muchos vecinos de la capital segoviana se desplazan a sus pueblos y es en esas instalaciones en las que se dan sus chapuzones, la piscina de La Albuera también cuenta con un buen número de usuarios, sobre todo después de la hora de la comida. Y es también a partir de esas horas cuando suelen prender los conflictos.

Trabajadores explican que en un alto porcentaje de los roces de convivencia surgen por el mero incumplimiento de la normativa que rige el funcionamiento de la instalación. Para muestra, el botón de algo tan común como es lanzarse al agua de cabeza, una práctica que está prohibida pero que se realiza pese a las advertencias de los socorristas. Una desobediencia que en ocasiones se traslada a otros ámbitos de la utilización del recinto y que siembra el malestar entre el resto de usuarios.

Las mañanas suelen ser tranquilas. Los campamentos infantiles ocupan la piscina pequeña y los niños se entretienen jugando con sus monitores y el socorrista, que después de tantos días velando por su seguridad ya se ha convertido en prácticamente un amigo. Al mediodía, cuando las actividades terminan, en el recinto quedan solo algunas familias que buscan las sombras para colocarse. Los menores aprovechan que la piscina infantil se ha quedado vacía para darse un baño antes de la comida. Entre usuarios que van y vienen, la instalación hace también el cambio de turno en el puesto de socorrista antes de que empiece a llegar más gente.

A partir de las cuatro de la tarde, la piscina comienza a llenarse. Más sombrillas, más toallas, más sillas y más neveras campan por la zona. También acuden grupos de jóvenes y adolescentes. Algunos se sientan en las mesas del bar a charlar; otros juegan a la pelota en la parte más elevada del césped y lejos de las personas que toman el sol. A pesar del ajetreo, la jornada trascurre con calma, algo que los bañistas habituales no lo pasan por alto. Entre ellos comentan lo tranquilo que parece el día, aunque los más escépticos replican que es solo por el momento.

Los socorristas no tienen mucho trabajo y se refugian del sol en su puesto. Así pasan muchas jornadas, pero no todas. La desobediencia a las normas y a los trabajadores se ha convertido en un mal hábito casi diario y en la mecha que enciende muchas de las discusiones que se producen en la piscina segoviana.

A pesar de que el cartel que señala las reglas está visible en la entrada del recinto, los causantes de los conflictos hacen caso omiso. Los socorristas no consiguen que las cumplan y otros usuarios, que se sienten damnificados por actitudes incívicas, se quejan de los incidentes que ocasionan. Por eso, el Ayuntamiento de Segovia ha tomado cartas en el asunto y ha decidido contratar seguridad que ayude a prevenir y atajar estos focos de conflictividad.

Aunque fue anunciada el pasado 1 de agosto, diferentes problemas administrativos han impedido su puesta en funcionamiento hasta el pasado miércoles, cuando un vigilante acude por las tardes a la instalación para asegurar la tranquilidad y el buen empleo de las instalaciones de la piscina de La Albuera.