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Tomás Sombría, de 69 años, estaba feliz con las terapias que AFA Segovia le estaba proporcionando en el centro. El ictus le dejó secuelas en sus capacidades cognitivas, pero con esfuerzo, atención y mucho cariño estaba logrando progresos que su esposa, Carmen, apreciaba con claridad y certeza. «Todo se ha interrumpido y aunque el apoyo de los profesionales de la asociación no nos ha faltado, Tomás echa de menos la rutina del centro y su salud también. Se mueve con más torpeza y tiene menos ganas de caminar. Ha estado muy asustado e, indudablemente, el deterioro cognitivo ha ido en aumento», cuenta Carmen.
Es la situación de muchos enfermos que, por unas causas u otras, necesitan la estimulación cognitiva que sabe proporcionarles un profesional. La pandemia obligó a cerrar el centro y el sufrimiento de estas familias se ha disparado. En el caso de este matrimonio segoviano, Carmen ha estado algo más de un mes fuera de juego a causa del coronavirus: «Ha sido durísimo. Enfermé de covid y he tenido que estar aislada, en la misma casa. Él no se vale solo, pero lo hemos llevado como hemos podido, con la ayuda de un hijo, que nos traía la compra , y el apoyo constante de los profesionales de la asociación, que se han portado maravillosamente con nosotros. Él dio negativo en las pruebas, afortunadamente, y yo ya estoy recuperada, pero he tenido que volver al trabajo y el problema persiste, porque se tiene que quedar solo en casa todos los días».
La falta de estimulación cognitiva está perjudicando a Tomás, aunque se emplea a fondo en realizar las tareas que le envían los profesionales de AFA Segovia. «Nos siguen mandando tareas de estimulación cognitiva, para que las realice en casa, y él lo agradece un montón, pero echa mucho de menos la rutina del centro. El confinamiento, para estas personas, es algo durísimo. Tomás ha estado muy asustado, porque es plenamente consciente de lo que ocurre. Es una persona poco expresiva, pero ha tenido miedo, mucho miedo, y fastidio por no poder salir. Hablar con la psicóloga de la asociación le ha venido muy bien. Lo necesita mucho», dice Carmen.
Tomás solía acudir al centro de AFA Segovia tres veces a la semana, lunes, miércoles y viernes. «Estaba encantado. Lo suyo no es alzhéimer, ni demencia, sino las secuelas de un ictus que le merman las capacidades cognitivas. Aun así, entiende y comprende perfectamente lo que está pasando». Carmen añora el centro: «La Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer hace una labor impagable».
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