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La relación de la demanda y la oferta de vivienda en los diferentes municipios de la provincia de Segovia es discordante. Los ayuntamientos apenas consiguen ... hacer frente a las numerosas llamadas que diariamente reciben sobre peticiones de información de venta de casas y parcelas o licencias de obra nueva.
La pandemia ha convertido el medio rural en una alternativa más cómoda y económica de vida. Pero todavía queda una asignatura pendiente. Los alcaldes visibilizan la necesidad de promover el asentamiento de familias en los pueblos y, a su vez, abrir las puertas de las viviendas antiguas para acoger a las nuevas generaciones. Este el único medio de lucha contra la despoblación.
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«El mercado de la vivienda en los pueblos subsiste, no con la demanda tan importante que existió en la pandemia, pero aún hay gente interesada», asegura el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Segovia, Miguel Tovar. Espoleados por el teletrabajo y por el temor al virus, muchas personas de las ciudades adquirieron en tiempo récord nuevas residencias en las que instalarse alrededor de la provincia.
Una vez superadas las limitaciones por la pandemia, la búsqueda de viviendas en el medio rural segoviano no ha cesado. «Nunca ha faltado demanda, pero es cierto que después de la pandemia se ha notado un importante aumento», asegura la alcaldesa deNavafría, Jennifer Berzal.
Por ejemplo, si durante la época estival había disponibles aproximadamente diez casas para su venta, «ahora tan solo quedan dos», detalla. «Y aunque el nuestro es un municipio pequeño, no nos faltan las tres o cuatro licencias de obras nuevas por año», se enorgullece la regidora.
Esta situación también es compartida por el alcalde de Otero de Herreros, Meinardo Sanz, quien identifica una preferencia de los potenciales compradores por «vivienda usada unifamiliar, preferiblemente con patio».
Ante la subida del coste de los materiales, se percibe una mayor preferencia por casas que tan solo necesitan ser rehabilitadas. «Hay un montón de parcelas disponibles para la construcción, pero no se desarrollan obras nuevas», lamenta el regidor otereño.
Lo mismo sucede en Marugán, donde esta semana el consistorio ha contabilizado varias solicitudes para empezar proyectos de edificación.«Siempre hay nuevas construcciones, aunque la cifra es mucho menor en comparación con la de adquisición de viviendas o parcelas directamente a sus propietarios», indica el alcalde del municipo, Miguel Ángel Monterrubio.
De hecho, Marugán ha sumado más de cien habitantes a su padrón en tan solo un año, hasta superar los 700 residentes. El teletrabajo ha contribuido a este incremento. «Antes de la pandemia ya había gente que trabajaba en casa, pero con el virus esta elección se multiplicó», afirma.
En suma a ello, «la zona norte de la sierra es más económica a la hora de comprar una vivienda que la ladera sur, por lo que mucha gente ha apostado por trasladarse a Segovia, aunque tengan que desplazarse a Madrid todos los días», detalla Miguel Ángel Monterrubio.
Pero el dinero no lo es todo. Las viviendas unifamiliares ubicadas en el Real Sitio de San Ildefonso han registrado un notable incremento en su precio de venta en los últimos meses. Y, a pesar de ello, «es lo que la gente busca, por lo que hay baja disponibilidad», determina el alcalde del municipio, Samuel Alonso. Por otro lado, «la oferta muchas veces no está cubierta al cien por cien», ya que la demanda de viviendas colectivas mantienen «cierto equilibrio», insiste.
La Granja y Valsaín mantienen una demanda de vivienda histórica. Esta situación tiene relación con la escasez de suelo urbanizable de la que dispone el municipio. Es «ínfimo», aclara el regidor. De ahí que su censo de población haya permanecido estable en el transcurso de toda su historia.
Esta afirmación dejará de ser cierta en los próximos años si proyectos de desarrollo de suelo urbanizable se convierten en realidad. Ya sea por iniciativa municipal o por medio de empresas públicas, como Segipsa, está previsto que a corto o medio plazo el Real Sitio de San Ildefonso pueda ampliar en gran medida su catálogo de viviendas disponibles.
Durante los peores meses de la pandemia, muchas familias apostaron por volver a los pueblos donde habitualmente veraneaban. Algunas se quedaron. Otras prefirieron marcharse de nuevo a las ciudades. Por ello, el aumento de las cifras de venta de edificaciones no siempre va ligado al incremento de la población. Ante este problema, los ayuntamientos segovianos promueven el empadronamiento de nuevos vecinos.
«Ojalá todos los que vienen, en vez de ser de segunda residencia, fuesen de primera», desea Jennifer Berzal. «Al principio la gente estaba muy animada y quería quedarse a vivir en Navafría permanentemente», asevera. Todo cambió con la vuelta a la normalidad, cuando muchas empresas volvieron a la rutina del trabajo presencial. No obstante, «cada uno sabe las ventajas y consecuencias que tiene la vida en los pueblos; ante todo hay que querer vivir en ellos», remarca la alcaldesa.
Por su parte, Samuel Alonso reconoce que la segunda residencia también es«muy importante»en La Granja y Valsaín. Y no solo se refiere a los veraneantes, pues la gran mayoría de los visitantes del municipio son originarios de Madrid y «vienen todos los fines de semana». Aunque la localidad registra algo más de 5.000 habitantes censados, «tenemos una población flotante que llega a superar los 7.000».
En cualquier caso, la pandemia ha confirmado la tendencia ascendente de los pueblos segovianos en el mercado de la vivienda.«Llevan una temporada que están bien vistos como opción inmobiliaria por parte de quienes quieren hacer una inversión, ya sea para hacer una casa rural, viviendas de uso propio u otras para el ocio», sostiene Miguel Tovar. Sin importar el motivo, la demanda no está próxima a paralizarse. «Hay bastantes operaciones que se siguen cerrando», añade.
Finalmente, los alcaldes segovianos coinciden en que, para que la instalación de familias se haga efectiva, es un requisito indispensable la existencia de servicios necesarios en el día a día. «Se busca que la zona tenga accesibilidad, pero también colegios para los niños, comercios, supermercados o restaurantes. Son cosas que motivan la compra de las viviendas», concluye el presidente del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria de Segovia.
Como en la ciudad, el precio del alquiler de casas o pisos en los pueblos segovianos ha aumentado en los últimos meses. Aunque son más económicos que en la capital segoviana, la disponibilidad es mucho más baja, lo que ha llevado a los interesados a hacer rutas kilométricas por la provincia sin obtener resultados esperados.
«La gente acumula viviendas viejas que ni usan ni venden, las cuales se podrían reaprovechar para todas aquellas personas que quieren vivir tan solo por una temporada en los pueblos», afirma el alcalde de Sebúlcor, Jorge Benito. «No hay casas prácticamente para alquilar», coincide el alcalde de Marugán, Miguel Ángel Monterrubio.
Si ya era difícil encontrar casas en venta en las localidades segovianas, el alquiler llega a ser misión imposible en muchos casos. «Hay un problema de desconfianza, no es necesariamente una cuestión de precio», insiste Jorge Benito.
Actualmente, el valor medio de un alquiler mensual en un municipio de Segovia ronda los 500 euros, pero depende de muchos factores. Todo varía en función de la situación en la que se encuentre la vivienda, su tamaño y la zona en la que se encuentre. Por ejemplo, en el alfoz de la capital segoviana los alquileres son más caros, mientras que en el nordeste y pequeñas localidades el precio es más económico.
En cualquier caso, el problema es el mismo en la mayoría de las comarcas:«No hay casas para alquilar», lamenta el regidor de Marugán.«Amuchas personas las hemos tenido que redirigir a otros lugares, aunque en todos son escasas las opciones», insiste.
Por ello, los alcaldes instan a los propietarios a abrir las puertas de sus casas, ya sean antiguas o necesiten ser rehabilitadas. «Hay muchas personas que encuentran trabajo en los pueblos y lo mínimo que podemos hacer por ellos es facilitarles una vivienda», concluye Jorge Benito.
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