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La derrota ante la Ponferradina (4-0) ha llevado a la Gimnástica Segoviana al antepenúltimo puesto, unas profundidades clasificatorias que desconocía desde marzo de 2022. ... Los paralelismos con el equipo que dirigía entonces Manu González son evidentes, pues aquel grupo, como el que encabeza ahora Ramsés Gil, se hundió en la tabla con un inicio horrendo de año y puso en tela de juicio una permanencia en Segunda RFEF que no logró hasta la eliminatoria directa por evitar el descenso ante el Cerdanyola en Elda. El técnico segoviano recogería el equipo tras el cese del madrileño y lo salvaría; ahora es él quien lidera un barco a la deriva y su liderazgo al frente de la nave es tal que nadie en el club plantea cambiar de capitán. Así que tendrá que ser él quien naufrague la embarcación o la lleve a tierra firme.
El desplome de la Segoviana ha superado todos los registros de la Primera RFEF. Nadie sumó tan pocos puntos (1) en una muestra de siete partidos, es decir, 21 puntos posibles. Supera las secuencias de Amorebieta y Real Unión, que también perdió seis partidos de siete, pero ganó el otro, mientras que los azulgranas solo se han llevado a la boca en lo que va de año el empate –y gracias– en Barcelona. La consecuencia es que el equipo que se marchó a navidades con cinco puntos de ventaja sobre la zona baja y en una saludable décima posición es ahora tercero por la cola y tiene la salvación a más de un partido, es decir, a cuatro puntos. Y la marca precisamente el Ourense, su próximo rival, al que recibe en La Albuera el domingo.
El desplome del equipo que dirigía Manu González, que debutaba en la Segunda RFEF –en el primer año de existencia de la categoría bajo esa denominación y como cuarta división del fútbol nacional– fue algo menos sangrante porque el equipo no venía de una posición tan sólida como la que presentaba la actual Segoviana en navidades. Aquel grupo, que llegó a ir segundo en la sexta jornada, acabó la primera vuelta el 9 de enero del 2022 ganando al Coruxo (2-0). Después, empató con el Adarve (1-1), cayó en Navalcarnero (4-2), volvió a empatar en casa, esta vez ante el Avilés (1-1), caería en Arosa con un gol en el descuento (1-0), se alivió con una victoria ante el Langreo (2-0) –a la postre, la última del madrileño como técnico azulgrana–, para luego volver a empatar (1-1) en casa del colista, el Ceares, no pasar del 0-0 en casa ante el Salmantino, entonces penúltimo, y caer con claridad en Pontevedra (3-0) el 12 de marzo, el partido que desencadenó su cese tras una secuencia de siete puntos de 24. Mejor que la actual.
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Aquello no fue tanto una crisis abrupta, como la de ahora, sino la consecuencia de un grupo sin constantes vitales, siempre al ralentí. Cuando González perdió el puesto su equipo tenía 27 puntos en 25 partidos –uno más que los que lleva este curso en Primera RFEF– y estaba antepenúltimo, a tres puntos del 'play out' y a cinco de la salvación directa. Fue su suelo clasificatorio, pues la llegada de Ramsés sacó en dos jornadas a aquella misma plantilla de la quema, con victorias ante el Compostela y el Móstoles, dos de las cinco que obtuvo en los últimos nueve partidos de liga regular. Pese a perder los tres últimos, llegó a los 42 puntos y certificaría la permanencia tras la eliminatoria del 'play out'.
La situación actual es menos terminal que aquella porque queda más tiempo: si entonces faltaban nueve jornadas, en la Primera RFEF, con dos equipos más por grupo, aún quedan 13 por jugar. Lo primero es frenar una racha que ha cambiado de un plumazo el relato: de un debutante peleón a un equipo endeble que no gana y a veces ni compite.
La terrible racha de la Gimnástica Segoviana se explica por la defensa, por más que Davo, el máximo goleador con nueve tantos en la primera vuelta, se haya marchado al Ibiza. Son 23 goles encajados en siete partidos, por solo cinco a favor, consecuencia de una zaga errática y de expulsiones que han dejado sin competir al equipo. Son cuatro rojas directas en los últimos seis partidos, una losa que solventó dos duelos en media hora. El más sangrante fue el 5-0 en Irún tras las expulsiones a Abel Pascual y Silva en los primeros diez minutos. Si la del palentino fue cuestionable entonces –el criterio de ocasión clamorosa de gol era dudoso por la cobertura de David López–, la de Ponferrada, con el reglamento en la mano, es inapelable: es el castigo por agarrar a un rival en el área sin intención de jugar el balón. Aquello desequilibró la contienda, pues su equipo perdía 2-0 al intermedio con uno menos. Partido acabado. La otra roja, a Rodrigo Sanz por protestar, dificultó la tentativa de remontada ante el Arenteiro, que firmaría el primer triunfo visitante en La Albuera (1-2).
Lo han aprovechado los rivales para poner tierra de por medio y encarecer la salvación. La Sego tiene por delante a ocho equipos a los que veía en el retrovisor a finales de 2024: Zamora, Bilbao Athletic, Real Unión, Tarazona, Lugo, Ourense, Osasuna Promesas y Sestao. Incluso el Amorebieta, colista, se ha acercado y ya tiene 23, tres menos que los de Ramsés Gil. Lo que era una zona baja muy comprimida ha terminado por romperse en la barrera de los 30 puntos. Los azulgranas han alimentado a rivales directos, pues tanto Tarazona como Real Unión estarían en estos momentos en descenso sin los tres puntos sumados ante los segovianos. Así las cosas, la permanencia se ha encarecido: si extrapolamos el promedio de puntos por partido del Ourense, el primero que se salva, a 38 jornadas, harían falta 46 puntos.
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