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La incertidumbre sigue presente, pero «he tenido muchísima suerte». Así resume el segoviano César de la Fuente el comienzo de su nueva vida, en la que no faltan los agradecimientos después de sobrevivir a un infarto. Una coincidencia totalmente fortuita permitió que aquel fatídico suceso finalizase en un susto: el más grande de los 52 años que suma a sus espaldas, en los que ha tenido que convivir también con un diagnóstico de esclerosis múltiple. «He aprendido a apreciar los pequeños detalles», asegura.
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Agapito Ojosnegros Lázaro
Han pasado apenas dos meses desde que el segoviano sopló las velas rodeado de su familia. Apenas unas semanas antes tuvo que ser atendido de emergencia por un infarto. «La vida me ha dado una segunda oportunidad; me quedo aquí, con mis hijos y mi mujer». Todo ello justo en el año en el que también celebrará sus bodas de plata. «Menos mal que estaba en el cuartel de la Policía Local cuando todo ocurrió; dentro de lo malo, pasó donde mejor podía pasar», relata.
Sucedió «muy rápido». Aunque la memoria falle a la hora de recordar algunos momentos, De la Fuente sabe a la perfección lo que hizo en los instantes previos al minuto que iba a cambiar para siempre el resto de su vida. El pasado 19 de febrero era un día normal, no tenía previsto salirse de la rutina. Tras cumplir con algunos de los recados, fue a llenar el depósito de combustible a la gasolinera del Centro de Transportes de Segovia.
Como hace habitualmente, regresó a la ciudad por el polígono de Hontoria para evitar atascos. En la rotonda que conecta el área industrial con la autovía observó que había un objeto en el asfalto que podía suponer un riesgo para el tráfico. «En vez de avisar por teléfono, decidí dar la vuelta al coche y dirigirme al cuartel: eso me salvó la vida», recuerda.
El hombre, que forma parte de la junta directiva de la Asociación Segoviana de Esclerosis Múltiple (Asgem), aparcó frente al edificio situado en la calle Guadarrama y entró para avisar de la incidencia a un agente. «Justo cuando salía por la puerta para irme me dio el infarto; fue una coincidencia», determina. Los policías actuaron rápidamente y pronto llegó un equipo médico. «Nunca estaré lo suficientemente agradecido; gracias a ellos estoy aquí».
Esa respuesta inmediata fue «vital», considera el segoviano. En ningún momento perdió la consciencia, pero «tengo un lapsus mental». «La situación era muy grave y fue muy difícil, no te voy a engañar», reconoce. «Solo sé que estuve en la ambulancia más de una hora hasta que me estabilizaron».
En la propia camilla del vehículo sanitario fue trasladado al servicio de Urgencias del Hospital General y después a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), desde donde le derivaron a Valladolid. «Estuve tres días ingresado y luego me trajeron a Segovia; al día siguiente, a hacer vida normal».
Su recuperación está siendo «buena» y se siente «inmensamente» afortunado al poder agradecer la labor de aquellos profesionales que no dudaron un segundo en reaccionar. No obstante, advierte de la importancia que tiene el contar con la capacidad de identificar algunos de sus síntomas. De la Fuente ha recibido varios cursos con este objetivo. Por ejemplo, se ha formado en la asistencia y excarcelación de víctimas de accidentes en coche, además de reanimación cardiorrespiratoria (RCP).
Nunca imaginó que le tocaría poner en práctica algunos de los aprendizajes, como es el reconocimiento de los cuatro síntomas de un infarto «en los que siempre insisten» y que, en su caso, fueron los que le alertaron de la situación: «Me hicieron ser consciente de que me estaba dando un infarto». Todo empezó con un fuerte dolor en el pecho. «Es como si tuvieras un puño que te oprime», detalla. El malestar también se irradió al brazo izquierdo, hasta llegar incluso a la muñeca. Según explica, a estas molestias también se pueden sumar vómitos y una sudoración muy fría.
No fue consecuencia del estrés ni del cansancio ni de otras condiciones médicas. «Me dijeron que era un tipo de infarto que normalmente le sucedía a diez personas en la provincia en todo el año». A raíz de ello, «intento hacer una vida normal y estar activo, dentro de lo posible», destaca. Camionero de profesión, su vida ya dio un vuelco hace varios años cuando recibió el diagnóstico de esclerosis múltiple, por lo que tuvo que jubilarse de forma anticipada.
La vorágine del trabajo ya no es protagonista en su día a día. «El chip de la cabeza lo cambias, aprendes a apreciar cosas más secundarias». Desde una charla con un amigo o tomar un café a poder salir a dar un simple paseo. «Cuando tienes una enfermedad de este tipo, das otra vuelta de tuerca y te enfocas mucho más en el presente», relata.
Asu juicio, hay dos tipos de personas a la hora de afrontar estas noticias:las que se encierran en sí mismas o las que intentan ayudar. «Se puede ser feliz», insiste. Es consciente de lo que ha sucedido en estos últimos meses. «Todo se complica un poco, pero nada que no tenga solución». Ahora toca vivir. Ylo demás, «ya veremos».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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