Una de las primeras actuaciones del festival Titirimundi de 2022. Óscar Costa
Evolución de la cultura segoviana

La cultura como signo de identidad de Segovia

El patrimonio material e inmaterial de la capital y la provincia han permitido la conversión en una referencia nacional durante las tres últimas décadas

Jesús Domínguez

Valladolid

Martes, 20 de diciembre 2022, 00:40

Hay momentos en la historia que significan puntos de inflexión para los núcleos de población en los que suceden. No hace falta alcanzar la repercusión de unos Juegos Olímpicos como los que se celebraron en Barcelona hace 30 años para comprobarlo. Tampoco, organizar una Expo como la que tuvo lugar ese mismo año en Sevilla. A veces no es preciso ni tan siquiera llegar a alcanzar un nombramiento como los que llevaron a ambos hitos. En ocasiones basta con la intención, como demuestra la experiencia de Segovia que, sin llegar a ser Capital Europea Cultural en 2016, experimentó un auge en este ámbito desde entonces que ha traído su consolidación como ciudad con un importante carácter cultural.

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El hecho de postularse para dicho nombramiento aunó voluntades, consiguió «unir a todas las instituciones alrededor de un objetivo» y se convirtió en un proceso «en el que la ciudadanía se implicó mucho», afirma José Antonio Gómez Municio, coordinador de Cultura del Ayuntamiento de Segovia. «La elección habría sido fantástica; habría sido algo muy positivo que, por ejemplo, habría traído más presupuesto pero, igualmente, se aprovechó una dinámica fundamental para seguir afianzando la apuesta de todos los agentes sociales por la cultura», agrega. Aunque sirvió para la consolidación de la cultura como un eje vertebrador y como un elemento fundamental en la identidad colectiva, lo cierto es que ya tenía gran relevancia en la vida social de la ciudad y de la provincia, algo que es fruto del paso del tiempo y de factores diversos.

En Segovia, indica Gómez Municio, «nadie se plantea si la ciudad debe ser o no cultural, sino que se da por hecho que la evolución pasa por la cultura». A lo largo de las tres últimas décadas, ha existido una intención muy clara por parte de las instituciones, que se ha visto acompasada por los ciudadanos de la capital y de la provincia, que han respondido «de una manera muy positiva, haciéndola sentir como suya». Así, no son pocos los agentes que coinciden en que el público de Segovia tiene una capacidad crítica y un criterio muy altos, que es un espectador de calidad, con capacidad para valorar con conocimiento aquello que ve, con base en un bagaje formado con el paso de los años mediante múltiples iniciativas que se desarrollan en Segovia. «La cultura se ha convertido en una seña de orgullo colectivo, fruto de un proceso de muchos años, que viene de una tradición patrimonial importante desde tiempos patrimoniales», desgrana el responsable de las actividades culturales del Consistorio de la capital.

Elementos indisolubles

El patrimonio, la cultura y un tercer elemento, el turismo, son indisolubles en la política local de las últimas décadas, en la que se ha tratado de aprovechar el marco tan excepcional que supone contar con un patrimonio material como el que tiene Segovia. De este modo, se han programado acciones durante estos años en iglesias medievales como las de San Nicolás o de San Juan de los Caballeros, así como en otros emplazamientos emblemáticos como la Plaza de San Martín o los pies del mismo acueducto, donde han sido bastante frecuentes los conciertos multitudinarios de artistas talla nacional e internacional, desde Julio Iglesias a Sidonie, pasando por otros como Medina Azahara, Ana Belén y Víctor Manuel, Hombres G o Luz Casal, a los que se les han sumado primeros espadas como Joaquín Sabina, Los Secretos o Pereza, que han actuado en otros lugares de la capital. «Ese patrimonio da un marco incomparable para el desarrollo de actividades, que eleva por su belleza y tradición. A la gente que trabaja aquí les encanta y se siente imbuida por esas localizaciones y por su riqueza», confiesa José Antonio Gómez Municio.

Además de la utilización de lugares emblemáticos para la celebración de eventos, Segovia tiene otros nuevos con la conversión de la antigua cárcel en un espacio cultural, modificando la 'vida' del anterior emplazamiento por una mucho más amable, o con La Casa de la Moneda, un espacio con un pasado históricamente vinculado a la industria; los dos, fundamentales para seguir con la potenciación de la cultura en la capital de una provincia rica también en tradición, tal y como prueba su patrimonio inmaterial. Sin ir más lejos, a inicios de este diciembre, la UNESCO declaró Patrimonio Inmaterial de la Humanidad el toque manual de campanas español, que sigue siendo habitual en la provincia. Forman parte de estos intangibles otras singularidades del patrimonio de la provincia como los múltiples festivales que se celebran en la capital, como Titirimundi o el Hay Festival, u otros que se llevan a cabo en municipios de la provincia como Riaza, que acoge el Huercasa Country Festival, así como eventos como las Noches Mágicas de La Granja, que tiene lugar en el Real Sitio de San Ildefonso, o con la belleza de Los Conciertos de las Velas de Pedraza.

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El Premio Nobel de Físisca Kostya Novoselov y la artista Katherine Daudy pastorean un rebaño de ovejas de Rafael Montes, pintadas con un sí o un no, hasta el Azoguejo. Antonio Tanarro

Hay Festival

Hace más de 30 años, en una pequeña localidad mercantil de Gales, de apenas 1.500 habitante, llamada Hay-on-Wye, conocida como 'La ciudad de los Libros' gracias a las más de 40 librerías que en ella hay, empezó a desarrollarse un certamen que el expresidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, denominó como «el Woodstock de la mente». Y no era para menos; en sus primeras ediciones pasaron por el Hay Festival –nombre que recibe el encuentro– oradores de la talla de Stephen Hawking o Desmond Tutu, entre otros muchos que dan, todavía hoy, sentido a aquella afirmación hecha en 2001.

Años más tarde, la idea surgida alrededor de la mesa de la familia Florence trascendió allende los mares, salió de las islas para ofrecer en otros enclaves del mundo tan particular visión de la vida. Mejor dicho, tan particulares, pues difícilmente hay dos agentes de la cultura con un idéntico prisma, algo que conocen en Segovia desde 2006, cuando aterrizó esta iniciativa. Aquel primer aquelarre cultural reunió en el mes de septiembre a escritores como Ian McEwan, Juan Villoro o Doris Lessing, primeros de tantos importantes recibidos allí donde la literatura y el arte se abrazan.

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Autores como Elvira Lindo, Almudena Grandes, Javier Marías o Juan Goytisolo, y premios Nobel de Literatura como el nigeriano Wole Soyinka o el peruano Mario Vargas Llosa (quien participó por primera vez dos años antes de recibirlo y repetiría tiempo más tarde) asentaron desde las primeras ediciones un espacio abierto a la reflexión, donde han tenido cabida también artistas de otras ramas, no solo de la literaria, un aperturismo que le caracteriza. No en vano, a menudo las conversaciones versan sobre cuestiones como la sostenibilidad, que centró parte del debate ya en 2010, sobre otras culturas en sí mismas como la hindú, que marcó la siguiente edición, con motivo del 150 aniversario de Rabindranath Tagore.

Desde sus orígenes ha sido un adelantado a su tiempo; se dedicó a la controversia y a las dudas sobre hacia dónde va Europa hace una década, y nunca dio la espalda a charlar sobre parte de nuestra idiosincrasia, como lo son los toros o el fútbol, a través de los ojos de protagonistas como Enrique Ponce (que participó en una mesa sobre 'toros sí-toros no' allá por 2010) o con apasionados como el escritor argentino Eduardo Sacheri.

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Vocación internacional

Sin embargo, a pesar de esta última circunstancia, la vocación internacional del Hay Festival ha sido constante desde sus primeros pasos en Segovia, acogiendo a artistas de multitud de países de todos los continentes y reflexiones y recuerdos históricos también sobre muchos. Así, no es extraño contar con rectores de las más prestigiosas universidades del mundo o con directores y directivos de importantes medios de comunicación españoles y extranjeros.

En este sentido, en 2014, cuando se conmemoraba el centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial, acogió un coloquio entre el escritor húngaro Peter Esterhazy, nieto del último primer ministro del Imperio Austrohúngaro, y el príncipe Jorge de Habsburgo, nieto de su último emperador, y en 2017 tuvo entre sus conferenciantes a Lorenzo de Medici, escritor italiano y último descendiente de la gran familia florentina mecenas de Miguel Ángel y Leonardo da Vinci en el Renacimiento. Tendiendo a construir puentes de convivencia, en 2018, mientras el Reino Unido se preparaba para salir de la Unión Europea, reunió a la presidenta de la National Gallery, Hannah Rothschield, al escritor Ken Follet y a la historiadora Catherine Nixey para reflexionar sobre la convivencia en Europa.

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En 2020, esta iniciativa recibió la siguiente definición: «El 'Hay Festival of Literature & Arts' se ha convertido en uno de los certámenes culturales más importantes, que ha exportado su fórmula desde la pequeña localidad galesa de Hay-on-Wye a ciudades de diferentes países de Europa y América». No fue una exposición cualquiera de sus virtudes; fue, nada menos, que la forma que tuvo la Fundación Princesa de Asturias de anunciar que la organización recibiría el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Uno que, de algún modo, venía a premiar también la apuesta decidida de Segovia por el festival, que se celebra en las calles y en enclaves históricos de la capital, tras entender la idiosincrasia cultural de esta. «El Hay Festival se difunde por toda la ciudad; no se limita a un solo escenario. La organización ha comprendido y asumido la capacidad que tiene toda la ciudad de convertirse en un escenario cultural», argumenta José Antonio Gómez Municio, coordinador de Cultura del Ayuntamiento de Segovia.

Si bien este certamen se ha celebrado en múltiples ciudades alrededor de todo el mundo, quizás en la que más ha arraigado fuera de su paraíso galés de Hay-on-Wye sea precisamente Segovia, gracias a aunar protagonistas tan importantes como los mencionados anteriormente con sitios con tanta belleza como los que acogen sus múltiples eventos, más de 50 celebrados en la edición de este 2022 sin contar los que sirvieron como preámbulo los meses anteriores. Iglesias, capillas, conventos, jardines, plazas o edificios históricos se convierten cada año en sede, dando valor al qué, la palabra, pero también al dónde: un lugar para dejarse llevar por la divulgación del género artístico que a cada uno le atraiga. «Es una actividad que ha entendido muy bien que la cultura de Segovia se vive en las calles», insiste Gómez Municio, quien reconoce el Princesa de Asturias como «uno de los momentos más importantes de los últimos años» en la cultura segoviana, que «todos hemos recibido como muy nuestro», gracias a la proyección nacional e internacional que otorga a la ciudad y a la calidad de las obras expuestas y las reflexiones que genera. «Hay Festival es uno de los principales símbolos de nuestra cultura gracias a su capacidad para fascinar a los segovianos y de proyectarse en todo el país y fuera de él», asevera el especialista del Consistorio que, junto a él, coloca en un mismo escalón a Titirimundi.

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Tiririmundi y el Nuevo Mester de Juglaría

Cada mes de mayo desde hace más de tres décadas, la puerta a la primavera en Segovia la abren las marionetas. Corría el año 1985 cuando Julio Michel, Juan Peñalosa, Isabel Urzurrun e Isabel González alumbraron el Festival Internacional de Títeres de Segovia, Titirimundi, un festival para el reencuentro con la ensoñación y con la ingenuidad para los más mayores y una ocasión para fantasear y dejar la mente volar en el caso de los más pequeños. Unos y otros se ven envueltos por el manto de un arte singular y genuino, como es el del teatro de títeres, que ha llegado a la actualidad –el arte y el festival– como un símbolo de una Segovia evolucionada, imbuida por su cultura. Titirimundi se define a sí mismo como una cita «que nos acerca a las culturas del mundo con la mirada intensa y esencial de los teatros de marionetas, un teatro milenario que resurge investido de las infinitas formas que hoy definen las artes de la marioneta, un teatro donde, dice Darío Fo, confluyen todos los lenguajes teatrales». Y así es: un gran teatro. Uno dúctil, vivo, capaz de ser disrupción desde emplazamientos muchas veces históricos.

Titirimundi ha colaborado en las tres últimas décadas en la conversión de espacios patrimoniales usando como escenarios patios, iglesias desacralizadas, teatros y otros rincones, al tiempo que ha servido a la transformación experimentada por el teatro de títeres hacia uno multidisciplinar, en el que el artista se expresa «con marionetas de hilos, con títeres de guante, con sombras, con objetos antropomorfos o con formas abstractas y simbólicas, entre otras e infinitas variaciones», sin olvidarse «del creciente recurso a otras disciplinas artísticas como la animación, el cine o las nuevas tecnologías», continúa esbozando en su perfil el propio festival.

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Es, en definitiva, una cita en la que las artes escénicas cobran vida de la manera creativa y genuina que históricamente ha impregnado al género, «invitando a la ciudad a un gran descubrimiento, con el mismo asombro que provocan los magos» y que comparten los segovianos con los visitantes foráneos, dado que se trata de un festival con una importante proyección internacional. Sin ir más lejos, las historias, cuentos y leyendas narradas en 2022 contaron con más de 40.000 espectadores. Junto al favor del público, cuenta con el de la crítica también y con distintivos como el Premio Nacional de las Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud de 2021, otorgado por el Ministerio de Cultura y Deporte a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música.

Marián Palma, directora del festival, definió el galardón –que se decidió por unanimidad– como «un reconocimiento para el teatro de títeres» no solo en nuestro país, sino también fuera de sus fronteras, dado ese carácter internacional. Asimismo, supuso «el mérito que le corresponde» al «constante trabajo» de Julio Michel, fallecido hace un lustro, para impulsar el género y mostrarlo tal como es «en una ciudad que sabe mirar a los títeres», que se ha convertido en una referencia indiscutible merced a algo de lo que tan orgullosos están como es Titirimundi, una fiesta teatral por la que han pasado alrededor de mil compañías de todo el mundo.

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«Titirimundi es uno de los festivales más importantes que existen, que ha sabido ver la riqueza y la universalidad tanto del lenguaje teatral como de la potencialidad que tiene Segovia. Ha servido para demostrar que el género no es un arte menor y potenciarlo», defiende José Antonio Gómez Municio, coordinador de Cultura del Ayuntamiento de Segovia, que destaca su capacidad de ser tradición y vanguardia y de haber arraigado hasta convertirse en parte indisoluble e indubitada del patrimonio cultural segoviano, como lo es el Nuevo Mester de Juglaría, que en 2019 celebró medio siglo de historia.

Institución cultural viva

«El Nuevo Mester es un ejemplo fantástico de una institución cultural viva», resume al respecto Gómez Municio, quien lo considera «la Catedral o el Alcázar de la cultura inmaterial y tradicional de Segovia». Durante los últimos 30 años, ha afianzado su labor de recuperación del folclore de la provincia, recuperando su obra y renovándolo, «convirtiéndose en un elemento de identidad fundamental que todos los años tiene que tener su cita con el público, que lo espera con el ansia de quien aguarda una cita de amor».

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Este sentimiento tan grande y sin parangón le pertenece a toda la ciudadanía, sin entender de sexo, edad o condición, una transversalidad relacionada con la misma historia del Nuevo Mester, con su trayectoria y el orgullo segoviano, pero también con su trascendencia fuera de la provincia, puesto que el grupo ha actuado en otros muchos lugares de España y en otros países. La muestra de gratitud definitiva arribó, precisamente, durante las conmemoraciones del 50 aniversario, en 2019, cuando el Ayuntamiento de Segovia lo reconoció «como alma y memoria sentimental de Segovia y Castilla», nombró a sus miembros segovianos hijos predilectos y a Llanos Monreal, natural de Albacete, hija adoptiva de la ciudad.

El Juan Bravo y el Museo Esteban Vicente

En 1994, empezó a formar parte del imaginario colectivo de una generación una afirmación, que pronunció Tom Hanks en el papel de Forrest Gump: «Mi mamá dice que la vida es como una caja de bombones: nunca sabes qué te va a tocar». Pero no siempre es así. A veces, cuando uno accede al interior de una bombonera, lo hace a sabiendas de que se va a encontrar no solo con algo dulce, sino también con una experiencia que guardar en la memoria por el encantamiento de los sentidos.

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Eso le sucede al público que visita el Teatro Juan Bravo, conocido exactamente así, la bombonera, capaz de atrapar a alrededor de un millón de espectadores durante las tres últimas décadas, en las que ha superado, con mucho, las 3.000 funciones programadas, tras sufrir diferentes remodelaciones y con un reconocimiento esperado desde hace tiempo: desde este septiembre, está considerado como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

El Teatro Juan Bravo es el buque insignia y una de las bielas más activas de la cultura de la ciudad, gracias a la oferta cultural tan atractiva que ha acogido desde su construcción. Desde que alzó su telón por primera vez para recibir a 'La alcaldesa de Hontanares', en 1918, ha acogido en sus senos a los más grandes artistas y pensadores, desde Antonio Machado, José Ortega y Gasset o Gregorio Marañón hasta Julio Iglesias, Josep Carreras o Raphael, pasando por Rocío Jurado, Lola Flores, Tony Leblanc, Fernando Fernán Gómez y un sinfín de personalidades más. Y como la vida es cambio, en su interior y en sus exteriores se han llevado a cabo reformas para dotarle de una mejor imagen, con algún que otro cierre entremedias, el último, culminado en la reapertura que tuvo ocasión en 2017, cuando se buscó «la adecuación de sus tripas para ser un teatro del siglo XXI», según explicó el entonces presidente de la Diputación Francisco Vázquez.

Joya cultural

Como el Juan Bravo, referencia nacional cuya programación acoge teatro, ópera, danza y otros tipos de arte, está considerado como una de las joyas de la cultura segoviana el Museo Esteban Vicente, puerta de entrada a las vanguardias de los siglos XX y XXI. Fundado en 1998, supuso en un primer momento la vuelta de la obra pictórica de Esteban Vicente, artista nacido en Turégano que, desde el exilio, se convirtió en objeto de admiración y estudio, unos que actualmente se pueden llevar a cabo en su museo, que recibió en 2002 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, elevando, más si cabe, su valor. Este se lo otorga el hecho de tener en sus salas la obra de un pintor de prestigio relacionado con los grandes movimientos pictóricos del siglo XX y la forma en que dicha obra se ve acompañada, puesto que el museo se ha convertido en un espacio para que los nuevos creadores locales puedan exponer la suya, convirtiéndose en sus compañeros de viaje, cuidadosos y de calidad, algo que tiene un gran impacto para ellos mismos y para la ciudad, a la que acompasa en la sensibilidad con la cultura.

En esta línea, el Ayuntamiento de Segovia sumará una nueva dotación cuando acaben las obras del Teatro Cervantes, cerrado al público en 1984 y cuya rehabilitación fue abandonada en 2007. Retomadas las obras la pasada primavera, estas tienen como finalidad sumar un institución que está considerada como la guinda del pastel cultural, como el culmen de unas políticas que llevan haciendo de la cultura una seña de la identidad segoviana desde hace ya muchos años, algo que, a momentos antes explicitados, cabe añadir, por ejemplo, el conjunto de iniciativas que Segovia celebró en 2018 con motivo del Año Europeo del Patrimonio Cultural.

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Cultura en la provincia

El patrimonio inmaterial cultural de Segovia va más allá de los límites de la capital, los cruza para ser un motor de la economía y el turismo en otros municipios en los que los últimos 30 años han servido para descubrir y afianzar iniciativas en el mundo de la cultura reconocidas fuera de aquí.

Es el caso, por ejemplo, de Los Conciertos de las Velas, que tienen lugar en Pedraza desde 1993 y que son otros de los grandes distintivos de la cultura provincial. Organizados por la Fundación Villa de Pedraza, se componen de dos conciertos, que se celebran el primer y el segundo sábado de julio y que aúnan la belleza de géneros musicales como la clásica, la sinfónica o el jazz con un entorno extremadamente bello y cuidado. La explanada del castillo, como antes la fortaleza y la Plaza Mayor, es el lugar al que llegan las almas dirigidas por la luz de las velas, que alumbran las calles desde la entrada al municipio gracias a la colaboración vecinal, que participa en momentos mágicos que forman parte incluso del Libro Guinness de los Récords, después de que en julio de 1996 fuesen encendidas 25.000 luminarias, siendo este hecho un símbolo de la Villa.

En la misma línea, de entender la cultura como un eje estratégico para el desarrollo –también– social y económico del municipio, en 2008 el Ayuntamiento del Real Sitio de San Ildefonso creó el Festival Internacional Noches Mágicas de La Granja, que celebró su XVII edición en este 2022. Gracias a ello, durante los meses de junio, julio y agosto el Real Sitio de San Ildefonso pasa a ser uno de los principales referentes culturales del centro de España, en recuerdo de aquella época en la que, durante el Siglo de las Luces, se daban cita en el municipio los mejores artistas.

Es un evento desarrollado en lugares majestuosos y de gran belleza, como la Real Fábrica de Cristales de La Franja, el entorno de Puerta de la Reina, la Plaza de la Cebada o la Casa de las Flores, que suman a la programación de prestigio un encanto especial. 'El Lago de los Cisnes', interpretado por el Ballet de Kiev, Sara Baras o Ara Malikian han sido algunos de sus últimos protagonistas de excepción allí donde también tienen lugar jóvenes promesas y otros géneros.

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Huercasa Country Festival

Principalmente uno, de origen americano, centra el Huercasa Country Festival, que tiene ocasión cada verano en Riaza, aunque no son los sonidos de country los únicos que se escuchan allí, pues también hay espacio para el blues, el folk o incluso el rock. Esta cita, que nació en 2014, pero se ha convertido tan pronto en una referencia para los amantes de la música americana, tiene un carácter festivo íntimamente ligado a la defensa del desarrollo rural y en el campo.

Apuesta de la empresa Huercasa, escenifica la intención de desarrollar una vida sana y verde, en la máxima extensión del término, tanto a través de las actuaciones musicales como de otras paralelas que se desarrollan para el entretenimiento de todos los públicos, dado su marcado carácter familiar. Bandas tejanas, procedentes de Nashville o artistas como Corizonas o Quique González han sido parte del elenco durante estos años.

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