![Cuéllar quiere poner en valor la industria de la achicoria, seña de identidad de la villa](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/04/08/achicoria-kq8B-U2102041112125dsB-1200x840@El%20Norte.jpg)
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La Cruz de Malta, Momoitio, La Noria, La Primitiva Cuellarana, El Campeón o la popular La Niña, son nombres que a los cuellaranos veteranos les traerán recuerdos, pero que la mayoría de jóvenes ni siquiera conocerán. Se trata de marcas de achicoria, un cultivo habitual ... en la comarca durante los siglos XIX y XX en la comarca de Cuéllar, donde sus secaderos y fábricas fueron sustento de muchas familias a lo largo de los años.
Se trata de «una seña de identidad de Cuéllar», según la concejala de Asuntos Sociales, Mujer e Igualdad, Caridad García, a la cabeza de un proyecto de puesta en valor, no solo del producto, sino del papel de las mujeres en esa industria, para lo cual se están celebrando distintos encuentros para poder recopilar información sobre el trabajo que se realizaba en las fábricas de achicoria de la localidad.
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Una de estas reuniones tuvo lugar en el Centro de Día de Personas Mayores, a la que acudieron antiguas trabajadoras de las distintas fábricas que se encontraban en la comarca, así como un antiguo propietario de una de ellas y personas interesadas en su historia.
Durante varios meses al año, muchas mujeres de Cuéllar trabajaban en las fábricas de achicoria, lo que supuso una fuente de riqueza en la economía de muchas familias. A su vez, los niños colaboraban con las madres en el 'picado' de la achicoria, uno de los trabajos más duros que se realizaban en la industria, pues se llevaba a cabo en invierno y en la calle o los patios de las fábricas.
Ahora el Ayuntamiento quiere completar la historia desconocida de la achicoria, por lo que se están recopilando distintos datos, como el número de secaderos y fábricas, su ubicación, los empleados o los jornales que se pagan entonces, lo que se completará con documentos gráficos, algunos ya conocidos como los del fotógrafo Rafael, que, junto con otros que aparezcan, se utilizarán en el trabajo final, que comenzará con una exposición el próximo mes de mayo en el propio Centro de Día de Personas Mayores.
De ahí la importancia del testimonio de hombres, mujeres y propietarios de una industria que fue pujante en la localidad y que en la actualidad, en Cuéllar, se encuentra desaparecida. Durante el encuentro, los asistentes recordaron cuestiones cómo que en algunos casos, a trabajar en la industria de la achicoria, acudían familias enteras, las mujeres y niños para picar la raíz, y los hombres a trasladar los sacos, que tenían un peso aproximado de 70 kilos. Todos ellos «eran unos trabajos durísimos», que se hacían a estajo, y se cobraba según lo trabajado.
También apuntaron cómo muchas de estas familias estaban deseando que llegase el invierno, que era cuando se trabajaba la achicoria en la fábrica, porque suponía un importante sustento para ellas. El proceso comenzaba con la siembra, que se realizaba aproximadamente en abril, para después recolectar pasados los Santos, por lo que a mediados del mes de noviembre comenzaba el trabajo en las fábricas, que se prolongaba habitualmente hasta principios de marzo, por lo que era habitual que entre los hombres que trabajaban en esta industria se encontraran varios resineros, pues el trabajo en el pinar en esos meses es escaso.
Una vez recogida la achicoria, se transportaba a la fábrica, donde se picaba, y se secaba en el horno. A la mitad del proceso se le daba la vuelta para continuar con el almacenaje, para posteriormente tostarlo, molerlo, envasarlo y empaquetarlo.
El trabajo que realizaban las mujeres era el del picado y empaquetado. Según narraron los asistentes, cada fémina que realizaba este trabajo llegaba a picar entre 1.000 y 1.200 kilos de achicoria diarios, llegando a alcanzar incluso los 20 sacos diarios.
Uno de los testimonios de mujeres que picaron la achicoria fue el de Encarna, que recordó cómo iba a una fábrica de Cuéllar con su madre a realizar este trabajo cuando tan solo tenía 14 años, aunque «tuve que decir que tenía 16». Trabajó en esta industria hasta los 21 años y recordó que picaba unos 15 sacos diarios. Por su parte, Adelaida, acudía diariamente con su madre desde el barrio de Torregutiérrez hasta una fábrica situada en Viloria del Henar, a los que separan unos siete kilómetros que hacían caminando. También José Luis iba con 12 años a ayudar a su madre a picar la raíz de la achicoria, «pero no nos daban de alta porque éramos pequeños, pero picábamos los sacos igual».
Otro de los recuerdos de los asistentes era el frío que se pasaba en los inviernos cuellaranos y cómo al tostar la achicoria soltaba la tierra, que se secaba y se mantenía caliente, por lo que la tomaban y se la ponían en las rodillsa o se sentaban sobre ella para entrar en calor. El picado se realizaba con un hocino pequeño, y se recuerdan multitud de cortes en las manos.
Otras de las curiosidades que se pudieron escuchar durante la charla fueron los jornales que se pagaban: unas tres pesetas el saco, lo que suponía unas 200 pesetas a la semana y eso «era un triunfo».
Lo que sí que se recuerda en la localidad, también los no tan mayores, es el aroma que recorría todas las calles de la villa de Cuéllar del tostado de la achicoria, un cultivo que hoy apenas se da en la comarca, aunque son muchos los que siguen tomándola como sustituto del café. Además, en los últimos años son muchas las propiedades y beneficios que se han ido conociendo sobre su consumo, como su valor diurético y depurativo, además de digestivas, antioxidantes e incluso antisépticas.
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