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Con el final de la Semana Santa y la llegada de los primeros días de Pascua, los vecinos de la villa segoviana de Cuéllar se ... preparan para mantener viva una de las tradiciones más arraigadas a estas alturas del calendario: 'rodar el huevo', una costumbre que tiene a los niños como principales protagonistas, pero que se mantiene gracias a los más mayores. Todos ellos participan de una actividad sencilla, que consiste en hacer rodar un huevo cocido por alguna ladera o cuesta. La cáscara se va rompiendo en el descenso, lo que ayuda a pelarlo para después comerlo.
Los huevos suelen estar decorados, por lo que todo comienza durante las fechas previas. Antiguamente esta acción se realizaba con distintas hierbas, como la rubia, que lograba dar una tonalidad diferente al huevo. Los pequeños son los que se encargan de darles color, pintando dibujos y convirtiendo cada huevo en una pequeña y divertida obra de arte. Rayas y lunares son los más básicos, pero en algunas ocasiones no faltan sus personajes de dibujos animados favoritos y multitud de distintas creaciones que hacen que cada huevo sea único, no solo por su pintura, sino también por las manos de quienes lo han ornamentado.
Una vez que se tienen los huevos cocidos y coloreados, llega el momento más especial, el de reunirse con los amigos y rodarlo. Así, cada tarde, durante las jornadas de hoy domingo, mañana lunes y el martes de Pascua, los pequeños se sitúan en distintos lugares de Cuéllar, especialmente aquellos que presentan pendientes. Suben a lo alto y desde allí los lanzan cuesta abajo, provocando divertidas situaciones de carreras y choques, tanto los huevos entre sí, como contra bordillos, piedras o ramas.
Durante algunos años esta tradición pareció estar abocada a perderse; sin embargo, últimamente ha resurgido con gran fuerza y, aunque con ligeras variaciones, se mantiene como hace algunas décadas, cuando los niños, en grupos, acudían al pinar a merendar, rodar sus huevos y disfrutar de una tarde de campo y juegos. Hoy los escenarios suelen ser otros, como el parque de la Huerta del Duque, donde cada tarde durante los primeros días de Pascua se reúnen cientos de chicos, o cualquier cuesta de las que se encuentran en la localidad cuellarana, espacios con algo de pendiente que permitan que los huevos puedan girar y comenzar a romper su cáscara.
Aunque el ritual ha cambiado y se ha ido adaptando, la esencia se mantiene. Y es que el acto central de este entretenimiento, que no es otro que la merienda, también forma parte de la liturgia ya que es un tentempié especial, En esta villa de la provincia de Segovia, se prepara lo que se denomina la 'colación', que estaba formada por un bollo blando o de azúcar; otro duro, de piñones o almendras; una rosquilla de palo o una pajarita; una rosquilla de yema; un trozo de chorizo, que en algunos casos ya iba incluido en un bocadillo, y una fruta, habitualmente una naranja, sin olvidarse del huevo. Los bollos y las rosquillas se realizaban en casa y se cocían en los hogares o tiendas que tenían horno.
Hoy esta 'colación' también ha variado. Abuelas y madres suelen ser las encargadas de comprar los tradicionales bollos, que se ajustan a los gustos de los más pequeños. El huevo cocido, en la mayoría de las ocasiones, se destina únicamente a rodar, mientras que para merendar se ha encontrado un sustituto, el huevo de chocolate. Los bocadillos, se incluyen o no, y son de diferentes sabores.
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