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Un año más, los cuellaranos comenzaron el año danzando en honor al Niño de la Bola durante la procesión con la imagen de la virgen. Los actos comenzaron durante la mañana, cuando la talla presidió la eucaristía solemne que se celebró en la iglesia de San Miguel en la que tuvo un papel destacado su cofradía.
En la eucaristía tuvo lugar el cambio de vara entre el mayordomo saliente, Fernando Arranz, y el entrante, Ángel Magdaleno, que llegó a la iglesia acompañado de la música de las dulzainas. Tras la celebración de la misa, de nuevo estas melodías marcaron el ritmo hasta los salones parroquiales, donde los hermanos cofrades pudieron disfrutar de un aperitivo.
Ya por la tarde, decenas de cofrades, pero también multitud de devotos, vecinos curiosos y turistas, acudieron a una cita ancestral, la procesión con la imagen del Niño, que recorre varias calles del casco antiguo. No faltaron las numerosas tradiciones que desde hace siglos se vienen manteniendo y desarrollando en honor a Jesús de la Bola.
Una de las más destacadas son las típicas danzas procesionales que se bailan al son de las dulzainas y el tamboril, unos ritmos que se repiten desde hace cientos de años, que se suceden durante todo el recorrido de la procesión y que se acompañan con los bailes de decenas de fieles, que realizan los pasos mirando de frente a la imagen del Niño. A las 17:00 horas, el repique de las campanas anunciaba la salida de la imagen del Niño en procesión, desde la parroquia de San Miguel hasta el templo de San Esteban. Aunque el camino entre ambas iglesias es de apenas unos cientos de metros, el recorrido entre ambas se prolongó durante más de una hora, a la que se suma más de otra más para regresar de nuevo a San Miguel, donde se guarda la imagen durante el año.
El toque de las campanas es otra de las tradiciones que se mantiene durante esta jornada. Se prolonga durante toda la procesión, al igual que el de las dulzainas y el tamboril. A ello se suma también el sonido de los cohetes, que marca buena parte del recorrido; y otro más, el de las tradicionales castañuelas cuellaranas, denominadas popularmente tejoletas y que todos los años acompañan en el recorrido al Niño Jesús de la Bola, sumando sus ritmos al resto de tradiciones.
Acompañado de todos estos sonidos, el Niño de la Bola llegó hasta la iglesia de San Esteban, templo en el que originariamente se veneraba la talla, hasta el cual accedieron los fieles que acompañaban la imagen para unir sus voces en el canto de dos de los villancicos que más se escuchan durante la Navidad: 'Dime Niño' y 'Campana sobre campana'. Se retomó la procesión con una nueva danza en la puerta del templo, a las que sucedieron otras muchas durante el trayecto de la procesión que llevó a la imagen hasta la iglesia de San Miguel con cada vez más fieles en el recorrido. La procesión se volverá a repetir el sábado 6 de enero,
La imagen es una talla de madera de cuerpo entero y sexuada de un Niño Jesús, una imagen de estilo barroco fechada a mediados del siglo XVII, con policromía en brazos y cabeza, que se cubría habitualmente con una peluca de cabello natural, largo, rubio y con rizos y que este año ha sido cambiada por una peluca de pelo artificial, donado por varios cofrades. Se trata de un pelo sintético con el que sea querido imitar la fotografía con la que se cuenta del año 1924 del padre Benito de Frutos y al mismo tiempo de otras pelucas que la cofradía guarda.
Sobre este pelo se coloca una corona de rayos. La talla recibe su nombre por portar en su mano izquierda una bola del mundo o globo terráqueo, rematado con una cruz, mientras que en la derecha lleva una rama, a la vez que parece encontrarse en acto de bendición.
La cofradía del Niño de la Bola, formada por un centenar de hermanos, cumple en 2024 los 345 años de su existencia conocida, pues no sea encontrado el acta fundacional de la misma. Sus cofrades se encargan de mantener la devoción al Niño Jesús.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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