Sara Sanz, segoviana administradora de obra, en la Plaza Mayor de la ciudad, Antonio Tanarro
Testimonios

Cuatro segovianos cuentan cómo vivieron el confinamiento

Los más jóvenes echaban de menos el contacto con el exterior y se las ingeniaban para aliviar el enclaustramiento con deporte, cortas salidas para sacar a pasear al perro o haciendo vida en la terraza

c. b. e.

Segovia

Domingo, 22 de noviembre 2020, 13:39

La primavera deshojó el calendario mientras los segovianos la veían pasar a través de los ventanas. El confinamiento social decretado por el estado de alarma encerró a la ciudadanía en unos hogares que, con las semanas, se transformaron poco a poco en escuelas, gimnasios, despachos ... para el teletrabajo, salas de juegos...Sara y Cris Sanz Senovilla vivieron juntas el confinamiento en casa de sus padres, organizándose de manera que lo que echaron en falta fue el contacto con el exterior, con el sol, el cielo... y con los suyos, con sus padres, porque de «contacto físico, nada de nada».

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Por su parte, Ana Provencia y Francisco Domingo se encerraron en su pequeño piso del casco histórico de Segovia. Los dos perros que les acompañaron en esos meses fueron el pretexto perfecto para respirar aire fuera de las cuatro paredes. Se les estropeó la caldera y esa fue otra excusa, esta vez para mudarse a una nueva casa, también en el recinto histórico de Segovia. La búsqueda tenía un requisito: que el nuevo hogar contara con terraza.

«Retiraba muebles del salón para poder hacer ejercicio»

Cris sanz. barrio nueva segovia

Aunque su hermana regresó a casa durante el confinamiento, no supuso ningún trastorno en la organización del hogar. Vivía y vive con sus padres. A Cris le pilló la clausura impuesta por el estado de alarma «estudiando Formación Profesional y concentrada en el trabajo de fin de grado, que creo que hizo que el confinamiento se me pasara de forma más liviana».Otra manera de evadirse fue el deporte. Cris relata cómo «me iba al salón cuando mis padres estaban fuera trabajando, movía los muebles para hacer sitio, ponía la esterilla en el suelo y me ponía los vídeos de los ejercicios». «Echaba de menos el sol», y esa luz natural fue lo que más la sorprendió cuando salió por primera vez de casa después del encierro. Si se volviera a repetir esta circunstancia, «si pudiera, me iría a una casa con patio para andar y sentir el aire», revela con la sonrisa utópica de un deseo que no se cumplirá.

«Ya que cambiábamos de piso, nos fuimos a uno con terraza»

ana provencio y francisco domingo. casco histórico

Ana y Francisco pasaron juntos el confinamiento en un piso de alquiler del casco histórico de Segovia. Esta joven pareja de trabajadores por cuenta ajena comparten su hogar con 'Otto', su perro. Precisamente la mascota fue el principal pretexto para aliviar la necesidad de salir al exterior que generaba el encierro. No llegaron a pelearse porque la hermana de Francisco también les dejó su perro, así que se turnaban para pasearlos. La caldera del piso se les estropeó y eso les llevó a mudarse. «Ya que íbamos a cambiar de casa buscamos una con terraza». En su nuevo hogar cuentan ya con este elemento cada vez más codiciado a raíz de la pandemia del coronavirus. De cara a una nueva posible clausura, les gustaría residir en una casa con «buenas ventanas» para que entrara la luz natural y mantener el contacto con el exterior que tanto se ha echado de menos durante el confinamiento. .

«Mentalmente fue duro, pero no tanto por volver a casa»

Sara sanz. Barrio nueva segovia

El parón del estado de alarma hizo que Sara regresara a casa de sus padres en el barrio de Nueva Segovia, una vivienda de unos 98 metros cuadrados, así que «no tuvimos problemas de espacio». «Estaba en Pamplona, vivía sola en un hostal, donde solo compartía la cocina». El retorno en pleno confinamiento de la administradora de obra «fue muy duro al principio, no tanto por la convivencia sino mentalmente por la incertidumbre que había». Si hubiera que volver a encerrarse para estar a salvo del coronavirus, «no cambiaría nada de la distribución de la casa», aunque «lo que más echaba de menos era el contacto con el exterior, el cielo para aliviar esa sensación de que se te caía el techo encima». Por eso, durante los meses de confinamiento «hacíamos mucha vida en la terraza que la usábamos para jugar o para tomar algo».

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