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José Luis López Saura, durante los trabajos para pintar el mural en la travesía del Patín. Óscar Costa
Así se convierte un meadero en arte urbano

Segovia

Así se convierte un meadero en arte urbano

José Luis López Saura plasma sobre una pared de la travesía del Patín el folclore segoviano, un ejercicio de creatividad constante en el que aparecerán en tamaño real los músicos del Nuevo Mester

Lunes, 29 de julio 2024, 13:16

José Luis López Saura confía en el ser humano, un ingrediente imprescindible para el arte urbano. Por eso ha apostado por la travesía del Patín, un callejón deteriorado, uno de los meaderos de la Calle de los Bares, para transformarla en patrimonio a través de un mural de 30 metros cuadrados –unos diez metros de ancho por algo más de tres de alto– con el folclore de Segovia. «Más razón aún para hacerlo ahí», defiende su causa. Y piensa en la farola que no solo iluminará su obra, sino el pasaje. «Y la conciencia de la gente, al ser un regalo yo creo que lo van a cuidar». Ese mensaje repite una y otra vez a los menos pesimistas cuando le dicen: qué pena algo tan bonito en un sitio así. «Que sí hombre, que lo van a respetar».

Es el regalo a Segovia de López Saura, que siempre tuvo en mente el valor de esa pared. «Cuando he pasado por allí me ha parecido un sitio espectacular. Aquí había que hacer algo». Bromeaba con pintar Las Meninas, pero encontró una obra que reconoce la historia de la propia zona, ese patio del Figón de los Comuneros, pues allí se fraguaron grandes protagonistas del folclore como el Mester de Juglaría. Así empezó a «dar caña» a un tema amplio como pocos. «Ya lo creo. Cuando empecé a hacer el boceto, me surgieron un montón de cosas y de nombres». La obra estará dividida por la derecha en una escena típica de la Plaza Mayor llena de grupos de danza, una cascada en la parte central con instrumentos o portadas de discos –para hacer guiños a los que «tienen que estar» – y por la izquierda el Nuevo Mester de Juglaría, unos músicos que aparecerán a tamaño real. No solo le dieron permiso, sino la foto de modelo. «Es muy atrevido todo».

Cuando presentó el proyecto, elaboró un boceto con el detalle justo para no coartar su creatividad. «Además, yo tiendo a complicarlos. Si queda bien añadir algo, lo hago». El mural del Hotel Las Sirenas empezó para «unos cuantos personajes» y pintó 116. «Y aquí me va a pasar tres cuartos de lo mismo. Lo que en el papel es un centímetro, en la pared es medio metro, caben muchas más cosas de lo que parece». Porque el trabajo de documentación –conversaciones con expertos como Fernando Ortiz o Rafa Cantalejo– es constante. «Me tengo que reunir con alguno más. Si hay gente que falta, yo la pongo, ya sea en un cartel, una portada de disco o en persona. Tampoco soy un experto en folclore, me dejaré aconsejar. Voy estudiando el tema y se convierte en una especie de tesis doctoral». La mujer que presenta el mural inicialmente aparecía con un mantón dando un paseo y ahora abrirá un telón de teatro. «Una variación de las muchas que haré sobre la marcha».

Mezclas infinitas

Ha necesitado el visto bueno de las áreas de Patrimonio y Cultura de la Junta de Castilla y León y del Ayuntamiento de Segovia. Una labor ágil, apenas unas semanas. Unos albañiles prepararon la pared con un mortero de cemento y cal. El mural formará parte del día a día del turismo local, pues los guías ya le han dicho que pasarán «por narices», no solo por la belleza, sino por enseñanza. «Cuando se pongan delante, van a poder contar la historia del folclore». Otra excusa para hablar de Agapito Marazuela.

La cantidad de pintura necesaria es incalculable. «Según se va gastando, voy comprando. Es importantísimo que sea buena». La calidad se traduce en más pigmento, la clave para resistir al tiempo y al sol, una amenaza bajo control porque apenas recibe una ráfaga por la mañana. Tiene tubos acrílicos –hay colores más caros que otros, pero cada uno oscila en unos 15 euros– de unos 60 colores, aunque parta de los cuatro primarios. «Las mezclas son infinitas». También con tierra, el pigmento puro, una forma de fabricar un acrílico. «Eso es eterno». Harán falta «cientos de tubos» más los cuatro kilos gastados en imprimación, el fondo. El acrílico funciona por evaporación del agua una vez que está en la pared, de tal forma que la segunda capa se pega «como una lapa» y da consistencia. «El acabado es tan duro como un plástico».

Al pintor madrileño le impone la dimensión de la pared. «Cuanto más grande, más me gusta». El Figón de los Comuneros le cede un almacén donde guarda una mesa, una escalera o un caballete. Llega a la pared a eso de las 9:00 horas y echa habitualmente toda la mañana. «A medida que me vaya haciendo con el espacio, le daré más tiempo». Subido a la escalera con los cascos –siempre Radio Clásica, el folclore segoviano se pinta con la música de Chopin, Beethoven o Mozart– y con la paleta hasta que un amigo le deja por sorpresa una botella de agua fría, una necesidad estival. Solo bebe agua mientras pinta; el vino, después. Tiene sus focos para iluminar un pasadizo que se oscurece rápido por las tardes.

Con todo, el verano también tiene sus ventajas: «Es una maravilla, se seca rápido. Al momento estoy pintando sobre la misma superficie». Algo a lo que ayuda la pared porosa, pues transpira. «Si me descuido, cuando me quiero dar cuenta se me queda el pincel pegado». La música ayuda al trance. «Me ha pasado en algún cuadro, me abstraigo y a lo mejor tengo un corrillo de gente detrás». Y pintar en directo no le gustaba al principio. «Hay que olvidarse de que la gente está ahí. Puede haber alguno un poco pesado que esté todo el día preguntando, pero normalmente miran o te dan la enhorabuena», afirma.

Algo con lo que tendrá que convivir con más intensidad según vaya dando pinceladas y la obra se acerque al final. El callejón tiene el espacio justo para apoyarse en la pared y quedarse un rato. «Esta mañana he tenido dos o tres», sonríe. El plazo inicial para terminarlo, «a bulto», es de tres meses, pero no se agobia. «Seguro que llego al otoño con él porque me conozco». Está protegido con una valla que quita y pone. «Esperemos que luego lo respeten». Él confía.

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