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Miércoles, 26 de agosto 2020, 18:58
Miguel Ángel de Vicente ha vivido muy de cerca el duelo en el corazón de la pandemia, las residencias de ancianos, y cree que «por desgracia, no lo olvidaremos en la vida».
–¿A qué verano que añore le gustaría volver este verano y no ... podrá?
–A cualquier verano en el que hubo una primera vez, a cualquier edad y en cualquier actividad... Ya sabe, lo irrepetible de las primeras veces.
–¿Tiene pueblo o le prestan uno?
–Desde hace un año tengo 208 prestados, aunque, por razones obvias, mi terruño es Collado Hermoso.
–¿Qué se llevaría a un pueblo vaciado?
–Me llevaría todos los recursos que estuviesen en mi mano para llenarlo, para dotarlo de servicios públicos. No puedo abstraerme de mis retos como presidente de la Diputación; hay que hacer todo lo posible para que vivir en el medio rural sea, si no la mejor elección, sí una opción para cualquier generación.
–¿Es de los segovianos de Benidorm o de los segovianos de Santander?
–Soy de los segovianos de la provincia. Y especialmente este verano. Aunque siempre trato de dejar hueco en mi calendario para el Mediterráneo.
–¿Qué hay mejor que un amigo con piscina?
–Un amigo dispuesto; de esos que tan pronto te ayudan con el huerto como están dispuestos a compartir contigo mantel… y los frutos de ese huerto; aunque lo de la piscina tampoco es descartable, siempre que él o ella ponga y haga la barbacoa..
–¿De qué se desconfinaría primero, de la pareja, de los hijos o nietos, de la mascota, del trabajo...?
–¿Usted cree que es necesario desconfinarse de algo? Creo que es más importante confiar el tiempo justo y necesario a cada cosa. Yo soy feliz con mi familia, con mis perros y, por supuesto, con mi trabajo, además de con mis amigos y con trabajadores con los que comparto el día a día.
–¿Ha realizado ya todos los planes que se le ocurrieron durante el confinamiento o ha dejado alguno?
––Durante el confinamiento no he tenido tiempo para realizar planes personales. Me han surgido retos profesionales; uno detrás de otro. Desgraciadamente son retos que nadie tenía planificados.
–Volver de la playa con el moreno de la mascarilla, ¿es sexy?
–No sé si es sexy, pero, como Pablo Pérez, yo también espero que marque tendencia y se convierta en una marca de responsabilidad en todos aquellos que han podido disfrutar de ella, porque muchos hemos sido mesetarios.
–Para sus hijos querría un verano como el del año...
–Como cualquiera en el que nos bañábamos en el río, jugábamos en la plaza del pueblo al fútbol, a las chapas… Cualquier verano en el que había más calle de la que hay ahora. Para cualquier hijo querría un verano que le dejara huella en su vida, que le permitiera crecer y disfrutar, que exprimiera tardes, noches, amigos, juegos y aventuras que hicieran esos veranos 'eternos'.
–¿Y si nos quedamos aquí? ¿Qué nos recomienda hacer o descubrir en Segovia?
–Con 208 pueblos que tengo prestados y la ciudad de la provincia, para que no se enfade ninguno, puedo recomendarle que consulte los folletos y carteles que hemos editado desde Turismo de la Diputación y elija, dependiendo de cómo se levante: con hambre, con ganas de aventura, con interés por descubrir el patrimonio...
–¿En la bolsa de la playa o la mochila de la montaña, mascarilla, gel de manos y...?
–Yo soy de llevarme la mochila a todas partes. Con muchas cosas, es como un 'kit' de supervivencia que me suele ayudar a mí y a veces a quienes van conmigo.
–La pandemia le impedirá hacer este verano...
–Como a muchos, disfrutar de las fiestas de sus pueblos; a mí de las de Collado Hermoso. Pero hay que hacer un ejercicio de responsabilidad y yo en estos meses así he tratado de comunicárselo a los vecinos.
–¿Es de las que sufre en silencio los incumplimientos de las normas covid o de las que se para y recrimina?
–Confío en el trabajo de la Policía y la Guardia Civil. No creo que los demás debamos entrometernos. Educados tenemos que salir de casa. Si nos convertimos todos en policías de balcón, el orden público lo sufrirá.
–¿Qué no echará de menos de los últimos meses?
–El vacío de los primeros momentos para ver cómo atendíamos las necesidades sociales y el dolor que he podido sentir en las residencias que gestionamos desde la Diputación. Lo he sentido de cerca y no lo echaré nada de menos; pero, como las responsables de la toma de decisiones y el personal de los centros, creo que, por desgracia, no lo olvidaremos en la vida.
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