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A lo largo del último siglo, la población de Valleruela de Sepúlveda ha ido descendiendo al mismo paso que otros tantos municipios de nuestro rural. Hacerlo no ha significado perder la historia del municipio, sin embargo, algo que sus vecinos se encargaron de demostrar con una colecta para el recuerdo culminada con la restauración de la iglesia en 2015.
El nacimiento del río Cega es abrazado por una localidad que data del siglo XIII, cuando aparece citada por primera vez como Valeriola de Sepulbega. Será durante el siglo XVI cuando comience a ser mencionada con su actual nombre, con el sufijo de Sepúlveda para concretar que pertenece a esa Comunidad de Villa y Tierra y para diferenciarlo de Valleruela de Pedraza.
En ese siglo XVI, época de mayor esplendor del municipio, comenzó la construcción de la iglesia en honor a la patrona, Nuestra Señora del Barrio, un edificio de una sola nave que puede fecharse en el primer tercio del siglo por la fabricación de su cruz parroquial, si bien cuenta con algún acabado posterior, como los del retablo, fechados en 1735.
Sigki XIII: El municipio aparece citado por primera vez en escritos como Valeriola de Sepulbega.
Siglo XVI: Comienza la construcción de la iglesia de Nuestra Señora del Barrio, que cuenta con algunos acabados posteriores.
2015: Gracias a las donaciones vecinales, la iglesia es restaurada.
Mucho después, a principios de la pasada década, un grupo de personas arraigadas al municipio comenzó una campaña de recaudación de fondos para restaurar el retablo mayor del templo, logrando superar la cifra de 32.000 euros gracias a 131 aportaciones, individuales y de familias, que se destinaron a la labor de la restauradora Mª del Carmen Fernández Bermejo.
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Durante estas labores, se descubrió que la iglesia debió sufrir un incendio, que el retablo sufría carcoma y que los cuadros y tablas estaban sucios y ennegrecidos, una imagen que cambió merced a dicha labor, con la cual los 50 vecinos y descendientes del pueblo demostraron el apego a un municipio hoy más despoblado que ayer, pero cuyas raíces quieren mantener presentes, vivas.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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