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26 de agosto de 2019. El suelo se abrió en canal, se hundió diez metros y engulló dos vehículos. Una tormenta de verano desencadenó el desastre en la plaza de Aurelio Hernández del barrio de San Millán. Quince vecinos fueron desalojados de sus hogares hasta ... que se aseguraron las estructuras de los edificios. Garajes inundados, fracturas y grietas en muros. La bóveda del arroyo Clamores que discurre por el subsuelo había cedido, no soportó la crecida del caudal y la presión del torrente subterráneo la rompió.
La fatalidad del suceso se convirtió en oportunidad para adentrarse e investigar en ese cauce entubado que tantas veces se había enrabietado enfurecido, desbordante e incontenido, causando cuantiosos daños. Un recorrido desconocido en cuanto a la profundidad, itinerario específico por el que discurre y un misterio por desentrañar también en lo que se refiere al diámetro. Esos detalles tenían que salir a la luz y ponerse negro sobre blanco para impedir en la medida de lo posible tener que lamentar nuevos y tamaños destrozos a sumar a los que ya se ha cobrado a lo largo de la historia pretérita y también en épocas más recientes.
En la pasada década, hace siete años, en Sancti Spíritu, cerca de donde la bóveda sucumbió a la tormenta estival de agosto de 2019, se sustituyó por prevención la tubería de residuales; y en febrero de 2016, el sobresalto vino por el derrumbe del colector en la parte más baja del valle del Clamores, próxima a la confluencia con el río Eresma bajo la mole del Alcázar.
Ahora, casi dos años después del hundimiento en la plaza Aurelio Hernández, el Ayuntamiento de Segovia ya conoce a ciencia cierta el recorrido, sabe exactamente por donde pasa, por debajo de qué bloques de viviendas que se levantaron donde antes había eriales habitados por animales de granja. Pero antes de revelar los secretos del Clamores, hubo que ejecutar las obras de recalce y refuerzo de la cimentación del edificio que resultó afectado por el socavón, así como el relleno del agujero y la pavimentación del lugar. Además, se abordó también el arreglo de la conducción desde la plaza del Doctor Gila hasta Sancti Spiritu, tramo en el que las paredes del Clamores se habían hundido.
El concejal de Obras y Servicios, Miguel Merino, explica que el estudio llevado a cabo durante meses se hizo tramo a tramo. Las nuevas tecnologías se han puesto al servicio de la causa y se ha realizado una «simulación en tres dimensiones» de lo que se encontraron los equipos de inspección a lo largo de los cuatro kilómetros de canalización. Las empresas TopCon y Defolin hicieron el trabajo de campo y virtual. Una evaluación que iba a dividirse en cinco arduas jornadas para escudriñar en el paso subterráneo y que al final se tuvieron que alargar a siete días sumamente complicados, pone de relieve el edil. Más de una vez tuvieron que suspender las expediciones por la amenaza de tormentas que anegaran de nuevo el conducto.
«Uno de los trabajadores portaba la mochila con el georadar y los otros iban de apoyo», desvela cómo fue la inspección en el trazado que atraviesa la ciudad bajo el suelo. «Se empezaron a identificar los diferentes tramos de la bóveda del Clamores, los nuevos pozos, las nuevas acometidas, los materiales que se habían usado...». Cada información y cada dato alimentaba el interés ante lo que esas arriesgadas inspecciones podían alumbrar sobre el diámetro, la profundidad y el recorrido exacto del cauce, continúa con el relato Miguel Merino. «No hay que olvidar que es un río y que la ciudad ha experimentado un desarrollo urbanístico que ha crecido encima», subraya el concejal de Obras y Servicios de Segovia.
Los trabajos arrojaban las primeras conclusiones. «La bóveda el Clamores tiene una longitud de 4.450 metros que van desde el lago Alonso hasta el puente de Sancti Spíritu, el colector continúa hasta la zona del Molino de los Señores y llega a la depuradora» de aguas residuales de la ciudad. Este último trazado al que se refiere Merino que transita desde Sancti Spíritu hasta la estación de tratamiento es «más nuevo, tendrá unos cuarenta años y es redondo».
Pero no todo el itinerario es tan homogéneo y regular. El concejal desvela otro hallazgo. El Clamores «salva un desnivel de 130 metros de altura». Esa anomalía es más transcendente en el inicio de la calle Los Coches y Gobernador Fernández Jiménez, donde se genera «una cascada de unos dos metros y medio», señala el representante municipal.
La profundidad a la que discurre es otra incógnita que quería despejar el estudio de la canalización. «Hay zonas donde apenas hay un metro, como en las plazas de Somorrostro y de la Universidad, mientras que en otros tramos llega a los siete metros, como en los casos de la avenida de Acueducto o del entorno de San Millán», pone de relieve Miguel Merino a partir de las conclusiones del estudio. «Esto nos ayuda a comprender la cascada y cómo fluye el agua por cada zona».
En cuanto a los materiales, el análisis revela «una gran variedad a lo largo de los tramos», lo que confirma que la conducción que encauza el arroyo «se hizo durante mucho tiempo y con materiales diferentes». Por enclaves que recorre, Merino cita el ejemplo de San Millán, donde la bóveda «está asentada contra una zona de rellenos y acopios de tierras procedentes de las lastras de la zona del Velódromo, lo que hace que sea un lugar más crítico» por al endeblez del sustento. En la solera se han hallado hormigón y piedra, mientras que en las paredes que canalizan el agua hay piedra, granito, caliza y siempre en forma de mampostería o sillería». Casi toda la bóveda está hecha de ladrillo cerámico cuando hay curvatura y de hormigón en los tramos en los que techumbre es plana.
En cuanto a las dimensiones, el suelo oscila entre dos metros y medio y cuatro, añade el concejal. La altura de las paredes va de uno a dos metros y medio. El margen en el que se mueve la altura central de la conducción subterránea del Clamores va de 1,6 a 2,8 metros. Esto quiere decir que «la bóveda no es demasiado picuda y hubiera sido preferible que hubiera hecho un mayor ángulo», detalla Merino.
A partir de estos datos, y teniendo en cuenta la velocidad a la que corre el agua de un metro por segundo, «el rango del caudal del Clamores está entre los cinco y los ocho metros cúbicos por segundo. Es decir, el aparatoso volumen de entre 5.000 y 8.000 litros por segundo.
Segovia desconocía la trampa subterránea de cuatro kilómetros de longitud con la que convive y que tantas averías y desperfectos ha desencadenado desde que en el siglo XIX, para la salvaguarda sanitaria de la población porque a él se vertía de todo, se empezaran las obras para encauzar el arroyo y 'encerrarlo' en una conducción que atraviesa la ciudad de sur a norte.
El trabajo para sacar a la luz los secretos del paso del Clamores por el subsuelo de Segovia confirma la sospecha albergada dadas las averías que se han sucedido a lo largo del tiempo, y es que «estamos ante una infraestructura deteriorada», incide el concejal, que, de no intervenir quirúrgicamente, va a continuar dando problemas y sustos como el que sobresaltó a los vecinos de la plaza Aurelio Hernández el 26 de agosto de 2019.
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