El hombre mandó al gato a la calle como soldado contra las plagas, por eso juega un papel fundamental en la salud pública: si escuchan maullidos, no verán cucarachas. El reto de las instituciones es garantizar la estabilidad de las colonias, protegiendo por un lado ... a los animales y, por otro, controlando las poblaciones a través de esterilizaciones. El mapa urbano de los felinos en Segovia es de 315 animales, repartidos en 47 colonias a lo largo de los barrios, según datos del Ayuntamiento. Un censo solo aproximado que es posible gracias al trabajo de los cuidadores voluntarios, los encargados de alimentar a uno de los mejores cazadores de la naturaleza al servicio del hombre que no llega a la jubilación: su esperanza media de vida es de un año.
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Las dos zonas con más gatos son el casco histórico y San Lorenzo, con ocho colonias registradas y 60 animales. A la estela está Zamarramala, el barrio incorporado con las colonias más numerosas, tres, para un total de 40 ejemplares, unos 13 gatos por cada una, el promedio más numeroso de la ciudad. Nueva Segovia, San José, Hontoria y Santa Eulalia tienen 20 distribuidos en diferentes grupos. Los barrios con menos felinos son Santo Tomás, Las Lastras, El Salvador y San Millán, que esgrimen una colonia con seis individuos. El Ayuntamiento tiene registradas colonias en Fuentemilanos y Revenga, pero no tiene recuento.
La ciudad tiene en estos momentos unos 60 cuidadores voluntarios de gatos. Son los que tienen carné, con el cuidado de una colonia a su cargo, pero la concejala de Servicios Sociales, Azucena Suárez –la competencia pasará próximamente a Medio Ambiente porque toca la salud pública y la comunicación con los barrios–, habla de un dato incompleto. «Es una manera de tener una pequeña radiografía, pero es muy difícil llevar un control de qué personas se dedican al cuidado de gatos, porque es una cosa un poco espontánea que parte de la iniciativa ciudadana. No es algo que conlleve ningún compromiso, pero si hay algún problema, sabemos a quién podemos dirigirnos». Una colaboración que incluye a Policía Local.
El Ayuntamiento gestiona las esterilizaciones con dos clínicas de la ciudad: las intervenciones de las hembras cuestan el doble (82,55 euros) que las de los machos (43,65). En los primeros nueve meses del año, se han realizado 137. Pese hay quien se ofrece a realizar las intervenciones con técnicas a la vieja usanza, Suárez pide «dejar trabajar a los expertos». Es el protocolo CES (Captura, Esterilización y Suelta).
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La presidenta de la Protectora de Animales de Segovia, María Jesús Serrano, calcula que el dato real de gatos podría llegar al doble. «Por nuestra experiencia, las llamadas que recibimos, dónde están, nos parecen pocos. Hay zonas sin control que no tienen a un cuidador registrado, son muchos gatos que faltan». El Ayuntamiento costea la esterilización mediante un convenio, pero la captura y la suelta la realizan altruistamente asociaciones como la suya –desde 2007–, con las directrices marcadas por los técnicos municipales, con la información de los cuidadores. «Dentro de lo malo, en Segovia existe esto. Nosotros recibimos un montón de llamadas de pueblos en los que no hay absolutamente nada. Ahí están y no es mi problema. Espero que con el paso de tiempo esto vaya cambiando».
Serrano subraya que todas las colonias tienen necesidad de esterilización y admite priorizar los grupos con más individuos. «En un presupuesto anual no se consigue controlar ninguna colonia, son muchísimos gatos. Esto es exponencial; con cuatro o cinco gatos que sobrevivan pueden tener otros tantos en unos meses». Las altas temperaturas potencian el celo, así que la nueva realidad climática hace que su periodo fértil empiece antes y dure más. Lo ideal sería «terminar» con las colonias, es decir, esterilizar a todos los miembros, pero es complicado. «Cuando quedan pocos, suelen ser más mayores y están mosqueados con la jaula. No entran».
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Las protectoras reciben un encargo en la víspera de una cita con la clínica. Usan una jaula trampa con comida –vigilada permanentemente– y piden al cuidador que el día previo no les alimente para que necesite entrar. Pasa a una jaula de contención, con una pared, para que no se golpee y permita maniobrar al veterinario. Van tapados, para reducir al máximo su estrés. Una vez realizado el procedimiento, vuelven a la colonia. «Sale escopetado, así que no pones la jaula en dirección a la carretera. Luego se les pasa el susto». A veces entra en la jaula un gato esterilizado –tiene una marca con un bisturí–, así que le sueltan y la vuelven a colocar. Con todo, hay cazas sin éxito. Y otras en las que cae uno de siete años. «¡Por fin!».
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