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Situada en uno de los puntos estratégicos, a la entrada de la ciudad para todos aquellos que llegan desde Madrid, y en el marco de la celebración del día mundial de arquitectura, el edificio de la antigua fábrica de embutidos Postigo, más conocida como La Choricera, recibió el reconocimiento de los profesionales y de las instituciones en un acto en el que se descubrió una placa de la Fundación Docomomo Ibérico, acto en el que estuvieron presentes Pedro Benito (Transcose), la alcaldesa Clara Luquero, el presidente de la Fes, Andrés Ortega, José Antonio Verdugo (vicedecano de Coacyle), Susana Moreno (presidenta del Colegio de Arquitectos de Segovia), representantes municipales, arquitectos y representantes de la familia Postigo y de la familia del arquitecto Francisco de Inza.
La construcción de este edificio, obra del arquitecto Francisco (Curro) de Inza y de Heliodoro Dols Morell (1963-1966) fue una de las principales empresas de embutidos de la época, aparte de tener en su diseño una de las señas de identidad, buscando la interrelación entre arquitectura y naturaleza. Es un hito para la ciudad, no solo por su valor arquitectónico y ambiental sino también porque constituye un punto de referencia en una ciudad de escasa actividad industrial como es Segovia.
Desde 2014, el edificio pertenece a Suministros Transcose. «Cuando adquirimos La Choricera lo hicimos prioritariamente pensando en cubrir las necesidades del negocio. En aquel momento apostamos por esta adquisición tanto por el espacio con una gran capacidad de almacenaje como por la facilidad y amplitud que da a nuestros clientes a la hora de aparcar. Creíamos que era el emplazamiento perfecto», manifestó Pedro Benito, actual propietario del inmueble.
«Con el paso del tiempo, el hecho de tener en propiedad este edificio te va transformando y de forma inconsciente te va creando ese sentimiento de amarlo y la responsabilidad de conservarlo. Para nosotros es un constante desafío el mantener La Choricera en perfecto estado de conservación, sabiendo que esto conlleva una serie de esfuerzos, sobre todo económicos, dada la magnitud constructiva y arquitectónica que tiene», dijo.
«Es nuestro deseo que surjan y se concedan iniciativas de nuevos usos para La Choricera que contribuyan a su desarrollo, conservación y al mismo tiempo a la actividad industrial de la ciudad. Consideramos que es la única forma para que el edificio perdure en el tiempo como uno de los iconos más representativos de la ciudad».
La alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, incidió en lo que considera una llamada de atención sobre el patrimonio arquitectónico del siglo XX «de un edificio tan querido por los segovianos», ya que cuando se habla de edificios singulares y especiales «parece que no estamos tan sensibilizados». Agradeció a la Fundación Docomomo Ibérico el que haya reconocido el valor de una edificación tan innovadora y rompedora como lo fue, desde su construcción entre 1963 y 1966, la fábrica de embutidos El Acueducto, poniendo en valor la obra del arquitecto Francisco de Inza.
Igualmente reconoció el interés de los actuales propietarios del edificio, la empresa Suministros Transcose SL «por mantener la actividad industrial en este inmueble, apostando a su vez por su conservación». Luquero considera que este acto «es una llamada de atención para sensibilizar a la sociedad en la preservación de un edificio tan singular, un emblema de la arquitectura contemporánea a las puertas de la entrada de la ciudad de Segovia. Los que llegan por esta zona son recibidos por un edificio tan especial como este, más otro más reciente, el del Cide, que espero que algún día también sea reconocido como una aportación importante a la arquitectura del siglo XXI».
La presidenta del Colegio de Arquitectos de Segovia, Susana Moreno, destacó que «era un buen día para los arquitectos de Segovia» por lo que suponía «un merecido reconocimiento a una de nuestras obras arquitectónicas más importantes que fue posible gracias a la labor conjunta de promotor y arquitecto, que tenía el encargo de hacer la mejor fábrica posible y que además fuese bonita. La propia fábrica era el principal reclamo publicitario y lo que hoy es más habitual, en los años 60 era una novedad».
La fábrica consta de varios bloques independientes, dentro de una gran parcela que se concibe como un lugar muy abierto. Su arquitectura consta de volúmenes sólidos y rotundos, con un color cálido y uniforme. El resultado es una sabia combinación de lo racional y lo orgánico. Inza era también muy cuidadoso con el diseño. Diseñó todos los espacios, muebles, vidrieras...
«No lo podemos perder;los edificios se pierden si no se mantienen y no se mantienen si no se usan;por eso es importante dotar al edificio de un uso que mantenga sus valores y conserve nuestra herencia, nuestro patrimonio. Esperemos estar a la altura», concluyó Susana Moreno.
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Francisco González y Alejandro Ríos
María Díaz y Álex Sánchez
Almudena Santos y Leticia Aróstegui
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