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claudia carrascal
Segovia
Viernes, 2 de julio 2021, 08:41
La falta de fiestas patronales en los pueblos y ciudades no solo paraliza la actividad de las orquestas, tómbolas o atracciones de feria, también supone ... un importante parón para las charangas. Estos grupos de músicos con instrumentos de viento y percusión amenizan los festejos y desfiles, así como las despedidas de solteras y solteros, bodas, comuniones, bautizos y otros eventos.
En la mayoría de los casos, los componentes no se dedican a ello de forma profesional, sino que participan en la charanga en su tiempo libre, por lo que la ausencia de actuaciones desde hace más de un año no ha repercutido en su situación económica, pero sí en su estado de ánimo. Por eso, las charangas de la provincia tienen la esperanza de volver a las calles este verano porque creen que la música y la fiesta son una parte fundamental de la vida de los ciudadanos.
Con la llegada de la pandemia de la covid-19 las actuaciones que tenían cerradas estas agrupaciones con ayuntamientos, peñas, asociaciones o particulares comenzaron a suspenderse. Hasta el punto de que la Chicuelina, una de las más conocidas de Segovia, con 33 años de experiencia, llegó a cancelar cerca de 150 actuaciones y tan solo hicieron en todo el año 4 pasacalles y 2 corridas de toros, según explica su presidente, Raúl Pastor.
Este joven de 24 años, que lleva cinco en el grupo, cogió las riendas de la charanga justo antes de la pandemia y reconoce que ha sido «un chasco importante» tener que cancelarlo todo. «Habíamos hecho un dossier de presentación y teníamos prácticamente todo el verano lleno. Al principio los ayuntamientos tenían la esperanza de poder trasladar las fiestas a los meses de agosto, septiembre y octubre, pero al ver que la situación no mejoraba las suprimieron».
Las expectativas para este verano tampoco son buenas porque, hasta la fecha, solo tienen contratada una despedida de soltera y un bautizo, aunque han decidido no rendirse. De hecho, ya llevan unas semanas ensayando con frecuencia y han bajado sus precios porque son conscientes de que la crisis económica está afectando a todos los sectores y «aunque nosotros perdamos algo el objetivo final es que ganemos todos», sentencia.
En cuanto a las fiestas de los pueblos, asegura que están muy paradas. Por el momento, no han recibido la llamada de ningún Ayuntamiento para iniciar la contratación, ni siquiera para pedir presupuesto. El vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, anunció que las verbenas estaban autorizadas, pero cumpliendo todas las medidas. Sin embargo, la incertidumbre todavía reina en el sector. El primer pasacalles que hicieron tras el confinamiento el año pasado en la ciudad de Segovia fue muy emotivo. «Una señora de unos 90 años se acercó a nosotros y nos dijo que había sido una gran alegría escuchar un poco de música en directo en un momento tan complicado», relata. Para ellos, esta es la mejor recompensa y después de más de un año creen que recuperar estas tradiciones vinculadas al ocio es más necesario que nunca por una cuestión de salud mental. «Necesitamos hacer más cosas que ir a trabajar y estar en casa porque somos humanos y tenemos que divertirnos y desconectar», subraya.
Una posible alternativa que plantea para este año tan peculiar es dividir la actuación en franjas horarias para evitar aglomeraciones. De este modo se podría convocar de 19 a 20 horas a las personas más mayores del pueblo y los 8 componentes de la charanga Chicuelina, que tienen entre 23 y 27 años, amenizarían el rato con pasodobles, jotas o corridos. De 20 a 21 podría ser el turno de los más pequeños con canciones infantiles. Entre las 21 y las 22 horas les tocaría a las personas de entre 30 y 40 años con temas de Estopa, Camela o Extremoduro y el último turno para los más jóvenes con canciones más fiesteras y reggaetón. De este modo, y con el público sentado cree que no hay peligro e insiste en que «hay más riesgos en un centro comercial o en el metro y, sin embargo, funcionan con normalidad».
En cualquier caso, no van a dejar pasar las oportunidades y van a aprovechar la versatilidad que les caracteriza para hacer todas las actuaciones posibles, ya sea en las calles, en escenarios o en terrazas de bares. Los componentes de Chicuelina tienen claro que esta pandemia no acabará con su pasión, por eso, no han dejado de verse y de ensayar siempre que podían para no perder la espontaneidad. Tal y como expone Pastor, gran parte de su éxito se debe a la fluidez que han logrado como grupo y a su capacidad para hacer que la gente interactúe.
Desde que concluyó el estado de alarma el pasado 9 de mayo también han vuelto a juntarse los miembros de la charanga Gurugú con la ilusión de generar nuevos proyectos y se plantean grabar vídeos con sus trabajos para mantenerse motivados y seguir en contacto con la gente. A pesar de los cambios que ha traído esta pandemia su charanga tiene algún miembro nuevo y ya son 18 músicos, aunque lo normal es que se vayan intercambiando y en cada actuación toquen solo 9, según comenta su portavoz, Sergio Fernández.
Para ellos, el 2020 tampoco ha sido un año fácil porque tan solo realizaron una actuación en Otero de Herreros en un escenario y con la gente sentada. Los próximos meses prevén que sean «algo más animados», de momento, tienen una decena de actuaciones de las 120 que solían programar al año. Reconoce que ahora es más importante que nunca el apoyo de las administraciones, de hecho, la mayor parte de su actividad que por el momento tienen para esta temporada es gracias al programa 'Actuamos' de la Diputación y a 'Segovia, un oasis de cultura' del Ayuntamiento. En su caso han podido participar en los dos, aunque no todas las charangas están de acuerdo con las bases de este último porque el Consistorio les exige que más del 50% de los componentes de la estén empadronados en Segovia. En algunos casos como la charanga Chicuelina todos son de la provincia, pero tienen un componente menos de la capital de lo exigido, por lo que reconocen estar muy decepcionados. En Gurugú, el rango de edades de sus miembros oscila entre los 17 y los 46 años, por lo que una parte están estudiando y la otra trabajan. Como ocurre en la mayor parte de las charangas para ellos es una afición y emplean más de la mitad de sus vacaciones en amenizar con sus instrumentos fiestas y eventos. «Mi vida laboral es amplia, pero admito que el mayor reconocimiento lo he logrado gracias a la charanga. Es muy gratificante porque llegas a un pueblo, la gente se olvida de sus problemas y solo quiere pasárselo bien. Además, te reconocen el esfuerzo y eso es una gran satisfacción que no ocurre en todos los trabajos».
Puede parecer que en una charanga todo es diversión y amigos, pero recalca que también requiere una gran dedicación, ya que son muchas las horas que invierten tanto de formación individual, como en ensayos y arreglos de las piezas musicales y posteriormente viajando de un lado a otro. Por otra parte, Fernández explica que la mayoría de las agrupaciones de estas características son asociaciones y lo que ganan con las actuaciones no se lo pueden quedar los componentes, sino que lo emplean en cubrir gastos de desplazamiento, vehículos, comidas o cenas.
Su verdadera esencia está en la proximidad con la gente, ya que trabajan a pie de calle, en lo que denominan «un escenario de 360 grados» que les permite estar en contacto directo y facilita la labor de involucrar al público. Sin embargo, Fernández insiste en que pueden adaptarse y hacer actuaciones en escenarios y espacios muy controlados porque no necesitan el despliegue de medios técnicos que requiere una orquesta.
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