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El director general adjunto de Cajaviva Caja Rural, José María Chaparro (tercero por la derecha), brinda con sus acompañantes en la cata. Diego Gómez
La chaquetilla de Tío Pepe brilló en Maracaibo

La chaquetilla de Tío Pepe brilló en Maracaibo

VIII OTOÑO ENOLÓGICO DE CAJA RURAL ·

Cata de cinco vinazos de González Byass

carlos iserte

Segovia

Lunes, 13 de noviembre 2017, 12:26

¡Vale! Óscar Hernando no es Andoni Luis Aduriz, ni Maracaibo es Mugaritz; ni el chef segoviano hizo ‘un bocado de Flor’, como el cocinero vasco ha realizado recientemente brindando un merecido homenaje a lo que es Jerez, su historia y los vinos del Marco. Sin embargo, Óscar, asistido por la enóloga de González Byass, Marina García, discípula directa del ‘alquimista’ don Antonio Flores, master blender de la bodega jerezana, llevó a la mesa de Casa Silvano una sabiduría micológica que haría temblar los pilares gastronómicos del mismísimo restaurante guipuzcoano de Errentería. Y no exagero ni una cuchara.

Bien por Beatriz Serrano, directora de la Fundación Caja Rural, organizadora de estos fantásticos otoños enológicos, que este año celebran su octava edición, porque, además de hacer suya la reivindicación de Dante Alighieri, «el vino siembra poesía en los corazones», sabe que la mesa sin vino no es nada, o casi nada, y que se impone la armonía entre ambos para alcanza el punto sin retorno donde la alianza de aromas, sabores y texturas de bebida y comida nos atrapan para siempre, guardando en nuestros discos duros neuronales las experiencias gastronómicas vividas. Y eso es, precisamente, lo que pasó en la noche del sábado en Maracaibo: un festín organoléptico entre platos y Jerez, elaboraciones que son al vino lo que Mozart es a la música, Picasso a la pintura, o Cervantes a la literatura. Placer. Puro placer.

Si Tío Pepe, icono de la bodega de González Byass y uno de los logos españoles más conocidos en el mundo, levantara la cabeza a buen seguro que aplaudiría todos los platos presentados en Maracaibo, que armonizaron a la perfección con los cinco vinos catados, salvo el Palo Cortado que se ‘comió’ a unos excelentes tallarines de calamar con enoky, algas y tinta. El resto, Fino, Amontillado, Oloroso y Noé, que sumandos sus años de crianza superaban los 75, se ensamblaron a la perfección con el carpaccio de presa, guiso de setas, meloso de ternera y helado con crema de higos y setas confitadas. Un 9,99.

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