Chapuzón a 7 grados en el Gudillos para cambiar de año

Las tradiciones mandan, y más cuando se trata de pasar un rato divertido cumpliendo la liturgia de la última zambullida del año en pleno invierno serrano, aunque el frío intenso y el ambiente gélido propio de estas alturas del calendario no hayan hecho acto de presencia en la cita. Aun así, siete valientes se han enfundado el traje de baño con patronaje de antaño y se han vuelto a meter en el río Gudillos para celebrar la despedida del viejo año y saludar a remojo al nuevo que acaba de empezar.

Cada Nochevieja, en El Espinar es costumbre darse este chapuzón. En esta ocasión, el cauce aguardaba a los bravos bañistas a 7 grados que marcaba el termómetro justo antes de catar las aguas. El lugar elegido para esta tradición era antiguamente una poza en la que habitualmente combatían los rigores calurosos del verano tanto vecinos como veraneantes.

Muchos eran los madrileños que acudían a refrescarse en esas aguas en la temporada estival durante las vacaciones. Viajaban en el tren que tiene parada a escasos metros del lugar y ahí se confundían con los habitantes del núcleo espinariego de San Rafael y tomaban el sol en las laderas contiguas, antes de volver a tomar el tren de vuelta a la capital.

Además del halo festivo y costumbrista del chapuzón, las zambullidas también tienen un motivo reivindicativo, ya que el acto también sirve para llamar la atención sobre la demanda de recuperar este entorno natural, que quedó muy afectado por las obras que se ejecutaron en los viaductos de la autopista a la altura de este enclave fluvial del Gudillos cercano al apeadero de San Rafael.

El desfile acompasado por los sones de las dulzainas y el tamboril hasta el cauce del río y la animación del cortejo de decenas de acompañantes que no han querido perderse el chapuzón y que han jaleado a los siete valientes que han desafiado el invierno templado, pero invierno, han contribuido al ambiente festivo en el último baño del año que acaba de pasar.

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