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claudia carrascal
Segovia
Sábado, 6 de marzo 2021, 15:30
Su vida ya no es la misma. La pandemia les ha arrebatado mucho, desde el contacto con sus familias o su vida social hasta las actividades y talleres que realizaban para mantenerse activos y evitar la pérdida de habilidades. Los mayores son uno de ... los colectivos más vulnerables y están sufriendo, sobre todo a nivel anímico, las consecuencias de esta crisis sanitaria.
Los centros de mayores eran un punto de encuentro de gran importancia para ellos, pero todos tuvieron que cerrar sus puertas hace casi un año, cuando se decretó el estado de alarma. A los gestionados por entidades privadas se suman los siete de la Junta de Castilla y León, que aglutinan a más de 16.600 socios. Tres de ellos están en la capital, el de San José, el Hogar Centro y el de la Residencia Mixta. Además, municipios como Cuéllar, El Espinar, Cantalejo o Carbonero el Mayor también disponen de estas instalaciones.
La gerente territorial de Servicios Sociales, Carmen Well, explica que estos centros son idóneos para los mayores porque «van a convivir, a compartir experiencias y a pasar un rato de ocio. También llevan a cabo actividades muy variadas que les ayudan a mantener la autonomía». Desde gimnasia, yoga, baile, psicología, manualidades o pintura hasta talleres de informática, de uso del teléfono móvil, de memoria o de promoción de la salud ocupan el tiempo de los socios.
El servicio de estancias diurnas se pudo abrir en junio con estrictas medidas, tanto en Cuéllar con 15 plazas, como en Segovia con otras 65 de la Residencia Mixta y de la Asistida, aunque por motivos de seguridad y de amplitud se han trasladado al Centro de Día de San José. Sin embargo, Well insiste en que esto no tiene nada que ver con el servicio que presta un centro de día que son «espacios donde la población vulnerable acudía habitualmente a socializar». Algo que en tiempos de pandemia no está permitido porque «los riesgos que conllevan son enormes».
Eso sí, admite que los usuarios tienen muchas ganas de volver porque «para ellos muchas de estas actividades o una simple partida de cartas tienen capacidad terapéutica». Por otra parte, han impulsado talleres virtuales en colaboración con la Obra Social de La Caixa para que los socios tengan una vía de escape y puedan sentirse parte de un grupo. Por este motivo, cree que es muy positivo que en Cuéllar se haya retomado la Universidad de la Experiencia con 15 alumnos matriculados online y avanza que en Segovia capital el curso también comenzará en breve.
En la misma línea, la directora del Centro de Día de Personas Mayores de Cuéllar, Caridad García, indica que estas actividades virtuales son una gran oportunidad para que se mantengan activos en un momento tan complicado. «Han perdido sus rutinas y ahora intentan pasear más o buscarse entretenimientos, pero están deseando recuperar su vida. Además, tras este parón a muchos les va a costar recuperarse a nivel cognitivo y emocional».
Este centro contaba en 2020 con 4.178 socios, el segundo más numeroso de la provincia, solo después del Centro de Día Segovia-Centro, y aunque las mujeres eran las más participativas su actividad era constante a lo largo de todo el día. Ahora permanece abierto con el Servicio de Estancias Diurnas desde el 22 de junio. Según García, para estas personas con dependencia y, en su caso, mayores de 80 años es esencial mantener las terapias a pesar de las barreras físicas y comunicacionales que impone la pandemia.
El director del Centro de Día de Mayores de El Espinar, David Calvo, expone que desde que cerraron sus puertas el 13 de marzo de 2020 tienen asignadas otras funciones, pero tratan de mantener el contacto con los socios, en especial, con aquellos que viven solos o tienen más dificultades. «Después de tantos meses están desmotivados, porque la vida se les ha parado y no solo en el centro, también a nivel comunitario y cultural. Hasta el punto de que incluso los más participativos ahora a penas salen por temor al virus».
Ante todo, destaca que estas instalaciones «son un apoyo muy importante y el lugar que la mayoría emplea para socializar». Con el fin de que en un futuro siga prestando este servicio tan importante al municipio en las mejores condiciones han aprovechado la ausencia de actividad para reformar la antigua cafetería. Ahora disponen de una sala multiusos adicional muy necesaria porque el espacio se les quedaba pequeño.
Juan Cáceres, 76 años
A sus 76 años Juan Cáceres no para quieto ni un segundo y ni siquiera la pandemia le ha arrebatado esa energía, pero asegura esta situación le está afectando mucho. El contacto social es fundamental para él, por eso, aunque trata de mantenerse activo paseando con su perro, en el huerto o con un curso 'on-line' de informática, cuenta que se le ha ido la alegría al no poder acudir cada día al que llaman «el hogar». «Es muy triste porque nos divertíamos mucho y ahora ni siquiera nos vemos», lamenta.
Además, de participar en gran parte de las actividades y excursiones es voluntario y miembro del Consejo de Centro. Una de sus funciones es servir de apoyo en las clases de informática porque, a pesar de que no deja de aprender, es uno de los avanzados, ya que las tecnologías suponen un gran aliciente para él.
«En el centro siempre hay algo que hacer, en Carnaval nos disfrazamos, el Miércoles de Ceniza hacemos el entierro de la Sardina, en la fiesta de la juventud les enseñamos juegos tradicionales y en verano hacemos una gran paella. Además, en Navidad nos vestimos de Papa Noel y vamos por los colegios». No obstante, una de las cosas que más valora de este espacio es la compañía y la diversión y es que advierte que «ahora las risas son más necesarias que nunca».
Otra de las cosas que echa en falta es el contacto con sus hijos. «Uno vive en Londres y la otra en París, pero desde hace un año no podemos vernos». Cree que este tipo de cosas están perjudicando mucho la moral de la población. De hecho, él mismo reconoce que en muchas ocasiones tiene ganas de llorar: «Llevo muy mal estar encerrado mi vida es estar con gente, por eso, iba al hogar todos los días, aunque tengo claro que es mejor perder un año que toda una vida».
Conchi del Valle
Es una de las socias jóvenes del Centro de Día de El Espinar y forma parte del Consejo de Centro, que organiza gran parte de las propuestas lúdicas. «El virus ha cortado radicalmente todas las actividades que hacíamos y se echa mucho de menos. Además, me preocupan los más mayores porque el centro era su válvula de escape, un lugar donde estar calentitos en invierno, frescos en verano, donde divertirse y mantenerse activos. Es un espacio en el que se sienten libres», subraya.
Desde hace casi un año tanto Conchi como el resto de sus compañeras del Consejo tratan de mantener el contacto y estar pendientes de los mayores más asiduos.
Están preocupadas por ellos porque son «como una gran familia» y, tal y como expresa, desde cerró viven «una monotonía absoluta».
Conchi trata de buscar la parte positiva, pero es consciente de que «llevamos un año perdido». En su caso, opta por coser a máquina y dar paseos, pero «desde que comenzó la pandemia los días son mucho más pasivos y la relación con la gente ha cambiado mucho».
Por otra parte, desde que no puede acudir al centro ya no se siente tan útil como antes y es que la labor que desempeñaba a diario con los mayores «es muy gratificante y agradecida. Sentía que tenía algo que aportar», concluye.
Luz María Isaza
Todas las semanas acudía a clases de acuarela, de inglés y de gimnasia, tampoco se perdía el bingo y otras actividades y comidas que se organizaban antes de la pandemia y es que Luz Marina Isaza considera que «el centro es para los mayores como la discoteca para los jóvenes». Desde su punto de vista es un recurso fundamental para las personas de avanzada edad, pero sobre todo si viven solas como ella.
La pandemia fue un jarro de agua fría porque unos meses antes había fallecido su marido y para Marina suponía un gran apoyo acudir al Centro de Día. Durante los primeros meses tuvo la sensación constante de que iba a morir sola en su apartamento, lo que le generó mucha angustia. «El encierro ha sido horrible se me ha juntado la soledad, la tristeza y el miedo al virus. Tampoco me atrevía a salir a la calle y tuve que recurrir a apoyo psicológico». aclara.
No obstante, es una persona optimista y ha buscado recursos para no hundirse. «Hacía la gimnasia que había aprendido en el centro y la pintura ha sido mi vía de escape, además, trataba de relacionarme a menudo con mis amigas por teléfono y con mis hijos y nietos a través de videollamadas. Las tecnologías han sido esenciales», apostilla.
Cuando hayamos vencido al coronavirus la vida no será igual para ella ni para muchos porque, según Marina, «esta pandemia nos está arrebatando el cuarto de hora que nos quedaba para vivir activos y con lucidez y dejará una importante mella en nosotros». El contacto físico y los abrazos serán otras de las cosas que, a su juicio, no volverán pronto a nuestras vidas por muy necesarios que sean.
Henar Rodrigo
«Los cursos de formación 'on-line' son una gran alegría para Henar Rodrigo, una de las usuarias del Centro de Día de Cuéllar, y aunque ve más ventajas en la formación presencial, insiste en que «esto es mejor que nada».
Está inscrita en la Universidad de la Experiencia desde hace 14 años y ahora asiste de modo virtual, también participa en un taller online de informática y en otro de ejercicio físico y psicología. «Así tengo algo que hacer todos los días, hay que adaptarse y tomárselo lo mejor posible porque esto es muy duro», explica Henar.
El hecho de haber abandonado sus rutinas diarias le está pasando factura, aunque su huerto y la lectura se han convertido en «un refugio para salir adelante» y es que, en su opinión, es importante buscar recursos y actividades motivadoras para no caer en la frustración.
Después de casi un año con el Centro de Día cerrado lo que más echa de menos es el trato con la gente:«Me gusta hacer vida social y salir a la calle, pero ahora nos tenemos que conformar con las llamadas de teléfono».
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