Segovia
La central de biomasa del Hospital General plantea ahorros de hasta el 40%
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Segovia
La central de biomasa del Hospital General plantea ahorros de hasta el 40%El ahorro de la producción de biomasa no depende tanto de esta fuente de energía renovable sino de con cuál la comparemos. En un mercado ... tan volátil, este recurso forestal garantiza la estabilidad en una provincia llena de pinares. Suministro constante y precios alejados del tobogán de los combustibles fósiles, del petróleo. La estimación de la Junta de Castilla y León, la impulsora de una central de biomasa como parte de las obras de la ampliación del Hospital General de Segovia, es que reduce el gasto entre un 30 y un 40% cuando el gas está por las nubes. Ese híbrido entre ahorro y certidumbre en los precios a pagar en un periodo amplio es un atractivo para edificios públicos y comunidades de vecinos que se sumarían a una segunda fase de un proyecto que esgrime ventajas ambientales y una cadena de valor local.
La instalación segoviana sigue el despliegue de otras como las de Valladolid o Ponferrada. Aprovechando la ampliación del hospital, el proyecto ha destinado una parcela para una central de biomasa que en una primera fase abastecerá al complejo asistencial, la Escuela de Enfermería y a la Residencia Asistida. Es el método ideal, realizar las canalizaciones simultáneamente a las propias obras de urbanización para reducir costes y molestias. Somacyl sacó a concurso la redacción del proyecto de la central de generación con la idea de licitarlo antes de que concluya el año. También está en curso la tramitación de los permisos municipales para que en una segunda fase pueda atender a una parte de la capital, tanto a edificios públicos como privados.
40 empleos
podría crear en el monte la planta de biomasa construida junto al hospital.
El combustible principal de estas redes es la biomasa forestal —en otros proyectos hay también otras energías—, algo que el director de Energías Renovables y Eficiencia Energética de Somacyl, Sergio Lara, define como «combustible renovable estratégico» para una región en la que más de la mitad de su superficie es forestal. «Tenemos que mantenerlas en unas densidades adecuadas para prevenir el riesgo de incendios. En esas labores se genera mucha biomasa. Lo que queremos es convertir esa necesidad de limpiar en virtud y optimizar ese subproducto que se obtiene para calentar las ciudades».
No hace tantos años que esa biomasa extraída para adecentar los bosques se quemaba in situ en una pira. La salida económica también incentiva una limpieza que se haría con más dificultades sin ese retorno. «Las masas forestales son nuestro recurso».
La biomasa invita a un consumo de proximidad, Segovia es una zona rica en pinares y el radio de extracción de cada planta no suele superar los cien kilómetros. Así que otra ventaja paralela es la generación de empleo, desde la extracción de la biomasa hasta su utilización final en las redes de calor. «Hace falta gente trabajando en los montes», resume Lara. Desde quitar ramas a retirar ejemplares para mantener las densidades adecuadas y que los árboles crezcan sanos a transportistas para llevar esa madera al punto de tratamiento.
Su cálculo es que el proyecto de Segovia puede acarrear entre 30 y 40 empleos en el monte. A eso hay que sumar la mano de obra especializada —electromecánicos o ingenieros— para operar la central, que es en esencia una sala de calderas con control continuo de combustión a la que llega la biomasa triturada. Allí se mide el nivel de oxígeno de la combustión para que sea completa: los humos que genera calientan agua. Además, hay dos filtrados para la depuración.
15 millones de euros
es el presupuesto estimado de la construcción de la central de biomasa junto al Hospital General.
Su construcción está estimada en unos 15 meses. Es probable que esté antes terminada la central de biomasa que el nuevo hospital, así que lo primero sería sustituir las calderas de gas de los edificios próximos. Después, irá la ciudad. «Haremos una primera fase en la que conectaremos los edificios públicos y se ofrecerá la conexión a los privados. Si la gente se va conectando, iremos haciendo más fases. La red está prevista para que las infraestructuras aumenten a medida que lo hagan los usuarios», resume Lara. Es el ejemplo que marca Valladolid. La Junta acordó enganchar todos sus edificios a redes de calor —serán los primeros— con la previsión de que se sumen otras entidades.
Será una opción también para las comunidades de vecinos, no una obligación. La experiencia en otras ciudades es positiva. «Dejas de tener calderas, ya no hay que renovarlas y se ahorran las derramas. Poco a poco se van imponiendo». Esas inversiones puntuales de 150.000 euros para actualizar una sala de calderas desaparecen. Con todo, el ahorro, sea más o menos, es el principal incentivo. Por eso hay una parte de pedagogía por parte de la Junta a través de jornadas con administradores de fincas o visitas de los colegios. «Es importante que todos entiendan por qué se hacen estas cosas. Tenemos que aprovechar nuestros recursos, limpiar nuestros montes y este proyecto tiene muchas sinergias». Otro plus es que los edificios mejorarán su certificación energética y eso les permite solicitar ayudas para rehabilitarlos.
Como gran proyecto, su aplicación se presume lenta. «La experiencia es que las redes de calor se van imponiendo, no somos unos pioneros». Aunque Castilla y León es junto a Cataluña la punta de lanza nacional, Europa va décadas por delante: Copenhague, la capital de Dinamarca, abastece así a un millón de habitantes. Austria es otro país paradigmático. «Aquí tenemos las condiciones para que esto pueda ser un éxito y así está siendo». La tendencia es que toda ciudad de la región tenga directa o indirectamente su planta.
Lara define el mercado energético como «en continuo movimiento» —las grandes empresas tienen sus proyectos de biometano o eólicos— en un país comprometido con las emisiones neutras, no solo a nivel de pacto nacional, sino europeo. Las conexiones de las redes de calor de los edificios públicos en otras plantas las hace directamente Somacyl, pero las conexiones de edificios privados funcionan con un sistema de homologación de suministradores donde las empresas que ahora mantienen las calderas fósiles pueden seguir trabajando con el montaje de los intercambiadores.
«Queremos mantener el ecosistema empresarial lo máximo posible». En Valladolid, la mayoría son empresas locales. El presupuesto de la central, aún por definir, puede llegar a los 15 millones de euros. La previsión es que entre el 50% y el 60% proceda de fondos europeos y el resto lo ponga la Consejería de Medio Ambiente a través de préstamos del Banco Europeo de Inversiones.
La última década ha agudizado la implantación de las renovables en las ciudades, aun ligadas mayoritariamente a energías fósiles, con sistemas como la aerotermia, cada vez más extendida. Sin comprometer su fiabilidad, subraya Lara, que esgrime los sistemas de seguridad, el montaje de varias calderas, un depósito acumulador que funciona «muchas horas» ante un fallo o bombas duplicadas.
Las tuberías se dimensionan a la demanda; en Valladolid se han sumado redes y hay una estrategia entre el Ayuntamiento y la Junta para llegar a mallar la ciudad con seis centrales. «Esta es la tónica que podría desplegarse en Segovia. Son inversiones importantes y proyectos que implican grandes obras que se tienen que ir desplegando poco a poco».
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