Marisol de Lucas, junto con su madre de 91 años, a la que cuida cada día. El Norte
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«Como en casa en ningún lado. Entiendo las residencias, pero no hay color»

Marisol de Lucas cuida de su madre en Segovia buscando el equilibrio entre la atención y el no caer en un exceso de sobreprotección

Lunes, 21 de noviembre 2022, 00:15

Marisol de Lucas asegura que su madre, de 91 años, tiene la cabeza mejor que ella, pero sus huesos no son inmunes a la edad. Su receta para cuidar a la mujer que le dio la vida es el cariño, pero la travesía tiene momentos ... malos. Ha encontrado un equilibrio entre atención y distancia, cada una en su casa. «Tengo la suerte de que estoy con ella las 24 horas, de lo contrario estaría triste, amargada, resentida y me dolería todo, porque todo eso se manifiesta en el cuerpo. Mi madre era muy machacona, me sentía culpable», confiesa.

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Con el tiempo entendió la receta y se cuidó más, con actividades como caminar, pilates, zumba o yoga. El apoyo de las amigas. O de su marido. «Si no te cuidas es muy difícil poder cuidar a nadie», asevera.

La vida de Marisol, de 58 años, cambió cuando se quedó sin empleo como auxiliar de clínica y su padre enfermó con Alzheimer. Pidió ayuda a Cruz Roja. «Cuando alguien cae malo, lo primero es ver qué recursos tienes para poder llevar bien esa situación, porque te encuentras perdido», comenta. No solo encontró información, sino empatía. «Es fundamental el contacto con otros cuidadores, al compartir lo que te pasa te sientes mucho más acogida», añade Marisol.

Compromiso

«Tengo la suerte de estar con ella 24 horas; de lo contrario estaría triste, amargada, resentida»

marisol de lucas

Cuidadora de su madre de 91 años

Lo primero que aprendió fue la paciencia –haciendo relajación o dando paseos–, cómo tenía que comportarse con su padre, cómo sentarle o la forma de hablarle. «Sin dar voces, porque yo hablo muy alto; nada de conversaciones largas, cosas cortas y despacio; órdenes concretas y sencillas». Algo que su madre tuvo más complicado. «No entendía que mi padre tuviese Alzheimer; pensaba que lo hacía porque quería», explica. En el trato con su padre había dos elementos clave: tranquilidad y cariño. Pidió ayuda a la enfermera de cabecera, que luego le felicitó.

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Hacían gimnasia juntos y convivieron con humor. «Cuando llegaba a su casa por la mañana, le decía 'papá, buenos días'; él se tapaba con la sábana y respondía: 'No estoy'». Es lo que Marisol llama Alzheimer gracioso. «Yo me partía, para mí fue una bendición cuidarle, estuvo tres años malo y cuando se murió, la gente que venía a darme el pésame alucinaba conmigo por lo entera que estaba. Era un estrés constante, tenía que ir con mi marido a las cinco de la mañana a levantarle cuando se caía, pero había hecho todo por él y estaba muy tranquilo. Murió en paz», relata esta cuidadora segoviana.

Artrosis y vértebras tocadas

El destino quiso que tras el fallecimiento de su padre tuviera que atender las limitaciones de su madre, que tiene artrosis y las vértebras tocadas, algo que la imposibilita caminar mucho, agacharse o levantarse. Marisol ha pasado por geriatría, cuidados paliativos o el médico de cabecera.

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Su madre vive sola en El Palo gracias al servicio de teleasistencia; su hija vive en El Carmen y visita a su madre después de ordenar su casa y desayunar. Ahí empieza su cuidado, bajo una premisa. «Lo que pueda hacer ella, que lo haga ella, lo que no hago es sobreproteger porque entonces la haces más tonta de lo que está», apunta.

Marisol ayuda a su madre a levantarse, asearse, desayunar o tomar las medicinas. También limpia la casa. «La comida la hace ella mejor que yo; si no, no come». Además, «le he comprado un plumero para que pase el polvo».

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Aficiones

«A mi madre, como solamente ha criado a sus hijos y se ha dedicado a la casa, o la motivas o es incapaz»

marisol de lucas

Cuidadora de su madre de 91 años

Madre e hija salen juntas a hacer la compra o a la peluquería. El caso de su madre le invita a buscar aficiones antes de hacerse mayor. «A mi madre, como solamente ha criado a sus hijos y se ha dedicado a hacer cosas de la casa, o la motivas a hacer algo o es incapaz», explica Marisol, quien subraya que «si tienes aficiones como la lectura o el punto, llegas a mayor y puedes hacer cosas». La hija también echa a su madre las gotas de los ojos o le da masajes en las piernas con alcohol de romero. Después de cenar, suele pasar a dar las buenas noches. Y hasta el día siguiente.

El hogar es un valor enorme para la salud mental de una mujer de esa edad, que esgrime el lema: «De aquí no me sacas». Su hija coincide: «Como en casa, en ningún lado. Yo entiendo las residencias, pero no hay color».

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Cuando trabaja, necesitaba ayuda de sus amistades para cuidar a sus padres cuando se iba de vacaciones. «Ahora tengo disponibilidad, pero a veces me condiciona cuando hay una conferencia, por ejemplo, en Ávila. Intento buscar un equilibrio entre estar con mi madre y hacer lo que yo quiero».

Marisol se cuida a sí misma para que nadie tenga que cuidarla en el futuro. Por ejemplo, juegos de memoria con el móvil. Lee, cuando tiene tiempo. Y no se niega a pintar, algo que nunca ha probado. Tampoco ha bordado, aunque hizo un curso de corte y confección. Aprendió a cocinar, aunque está lejos de su madre, de su arroz con costillas adobadas. Ella dedica todo su cariño para que su madre pueda seguir cocinando muchos años más.

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