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cristina vega
Segovia
Lunes, 19 de noviembre 2018, 12:16
El oficio de carretero comenzó a desaparecer en la década de 1960 con la llegada de las nuevas tecnologías en maquinaria agrícola. Los antiguos carros de madera que tanto se veían en el medio rural, tan solo quedan en el recuerdo de nuestros mayores, ... en los museos de objetos de labranza y las colecciones particulares.
Fernando Martín es uno de estos coleccionistas, pues su padre, abuelo y bisabuelo, fueron maestros carreteros en Mozoncillo. La vocación por el oficio familiar es tan arraigada, que ha logrado reunir una colección de doce carros de diferentes épocas, algunos con la placa de la carretería de su familia, pues los ha adquirido en los pueblos limítrofes de la zona.
Según relata, en el taller de su familia se hacían diversos tipos de carros según la demanda y los encargos. Los modelos fueron evolucionando a lo largo de los años para cubrir las necesidades principalmente del transporte: carros de madera con llantas de hierro y madera, de varas, de chapa...
El carro de madera compuesto por un armazón de madera terminado en dos varas y una pértiga, con dos costados laterales que en algunos casos iban pintados de color azul con detalles de tauromaquia. Era tirado por una pareja de machos, mulas o burros, enganchados a la pértiga por medio de un yugo sujeto a una correa llamada sobeo. Se utilizaba para transportaba la mies del campo, la leña del pinar, tareas de vendimia en los majuelos, visitar a los familiares… El carro de varas, de un solo animal, iba sujeto, con sus arreos a dos varas, una a cada lado. Los últimos carros realizados en la carretería de su padre, eran más modernos con ruedas de goma y caja de hierro.
En la colección de carros que posee Fernando Martín destacan un carro de madera tirado por una yunta de machos; una calesa tirada por caballos que era utilizada para trasportar personas de un lugar a otro; un carromato utilizado habitualmente por los gitanos trashumantes, que debido a las condiciones económicas y sociales de la época, cogían a la familia y se lanzaban por los pueblos para arreglar cacharros, sartenes, barreños, pucheros y cacerolas, soldando piezas de estaño en los agujeros que se hacían con el uso; y un carromato de color blanco, que era usado por los panaderos para repartir el pan por los pueblos.
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