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El carnaval de Arcones. El Norte
El carnaval de la sierra pobre

El carnaval de la sierra pobre

Arcones recupera los orígenes a través de un libro que honra un festejo anclado en la trashumancia y en la importancia de la ganadería para los vecinos

Lunes, 8 de enero 2024, 11:59

Arcones ha aprovechado su pasado para crear futuro. El legado de su carnaval, una festividad centenaria vinculada a la trashumancia, no solo ha servido para hacer historia, sino para rescatar protagonistas de cara a los festejos actuales. Es el triunfo de una comunidad local muy activa con relevo generacional que implica a mayores y niños. Es el resultado de la investigación de Luis Díaz Viana y Esther Maganto sobre el municipio y otras fiestas de invierno de la provincia, recogida en El libro 'Ritual, tiempo y memoria'

En 2017, Díaz Viana codirigió un pre-inventario del patrimonio cultural de varias provincias de la región a través del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Valladolid y la Junta de Castilla y León. La periodista Esther Maganto era la investigadora que representaba a Segovia. Su informe del carnaval de Arcones fue el germen del libro. Identificaron conexiones con Madrid o Soria y líneas compartidas con el carnaval de Núremberg del siglo XVI. La Asociación Cultural local La Cachucha, esencial en las celebraciones, incluyó ese informe en unas memorias que presentaron a la Diputación de Segovia para declarar el carnaval Manifestación Tradicional de Interés Cultural Provincial, una distinción previa a la protección como los Cirios de Santa María o el Diablillo de Sepúlveda. Esa documentación incluía materiales gráficos, entrevistas a vecinos partícipes desde la década de los 50. Tras conceder la declaración, la institución provincial impulsó el libro para desarrollar ese material.

Díaz Viana, discípulo del antropólogo e historiador Julio Caro Baroja –autor de una de las obras más importantes del carnaval a nivel nacional–, aprovechó su investigación para rendirle homenaje. Con su obra, unida a la del historiador británico Peter Burke, definieron esos elementos festivos transversales. La vaquilla era un distintivo de los carnavales en el centro de España: armazones de madera decorados de muy diversas maneras y portados por un ser humano. En la mayoría de los casos, los quintos; los mozos, ese hombre que iba ir a quintas, es decir, a la mili. La mujer no se incorporó hasta 2005. Uno de los hallazgos del estudio es que esas vaquillas estaban muy vinculadas a las cañadas reales, esos caminos de la trashumancia.

Esther Maganto, coautora, posa con el libro. Antonio de Torre

Arcones está en pleno centro de la Cañada Real Soriana Occidental, que atraviesa toda la provincia y llega hasta Extremadura. En ella, la vaquilla es un hilo conductor. Hacia el sur, llevan pañuelos o flores; hacia el norte, había una tipología distinta, pues no estaban decoradas en los lomos, sino que tenían una sábana y un agujero para meter la cabeza. Los autores han elaborado mapas con esas vaquillas, incluyendo ejemplos de la Comunidad de Madrid y llegando hasta Soria. Y hay precedentes de vaquillas en las procesiones del Corpus del siglo XVII: Sepúlveda (1624) y San Pedro de Gaíllos (1632). La provincia tiene cuatro vaquillas activas: Fuenterrebollo, ligeramente alejado de la Cañada, Casla –la recuperó en 2012– y Santo Tomé del Puerto.

Otro elemento clave son los tripudos: vecinos que se visten con los sacos de pulpa que se utilizaban para alimentar a las vacas y los rellenaban de helechos, esos sobrantes de las matanzas. Esos personajes orondos que ya aparecen en carnavales europeos del siglo XVI tienen un papel predominante en Arcones, que dura tres días. Los quintos empiezan el viernes con cuestaciones: dinero, chorizo o huevos para hacer sus propias comidas. El sábado lo dedican a vestir a las vaquillas; antes lo hacían en sus propias casas y ahora se hace en salones municipales. Y el domingo, el día grande, llega el desfile. La tradición dice que todos los personajes –tripudos y vaquillas– salen desde una zona común, el Galpón, pero las nuevas generaciones tienden a hacerlo desde cada uno de los seis barrios, que desembocan en la plaza. En 2022, tras dos años de pandemia, acudieron unos 15 quintos. Muchos son hijos de residentes de lugares como Madrid.

La riqueza de Arcones no solo es su pervivencia en el tiempo, sino su variedad de elementos

Fueron los trashumantes los que mantuvieron el carnaval a lo largo de los siglos. El acompañamiento lo llevaban a cabo las mujeres, que siguen cantando coplas, una recuperación reciente –a partir de 2017– gracias a una vecina que mantenía canciones de su infancia. Arcones está trabajando en recuperar vestimentas de papel de los años 50 e indumentaria tradicional de las mujeres que se vestían de serranas. El material gráfico de La Cachucha desde 1973 ayudó a los autores a recuperar un personaje ya extinguido: las gitanas, unas niñas vestidas de blanco con enaguas, pañuelos de papel o collares de agallones que estarán en la edición de 2024. Son unas danzas presentes en el Corpus Christi del siglo XVII, elementos religiosos que se han trasvasado a espacios profanos como el carnaval.

La riqueza de Arcones no solo es su pervivencia en el tiempo, sino su variedad de elementos. Por ejemplo, la vaquilla se perdió en un sinfín de lugares cercanos como Navafría o Matabuena. Es el hito de una manifestación así en un lugar poco poblado que sus vecinos llaman la sierra pobre. Porque los pastores se iban diez meses y las mujeres cultivaban lo que podían; por eso la vaca era tan importante en esas economías ganaderas. Cuando moría, cada vecino compraba una parte del animal para que el propietario pudiera costearse otra. Por eso se desfila, aunque nieve –hay fotos en los 80 que lo atestiguan–, pues no hay causa que merezca más una procesión que poner comida en la mesa.

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