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Estar en la calle es algo más que no tener vivienda. Estar en la calle expone a la desprotección, a la inseguridad, a la violencia. Estar en la calle es vivir en la indigencia, pero también vivir al margen de la sociedad, sin la ... protección que teóricamente garantiza los derechos humanos más elementales. Cáritas puso en marcha el pasado 25 de noviembre la campaña Nadie sin hogar, que este año tiene como lema «estoy tan cerca que no me ves». En Segovia, la organización católica ha atendido, en lo que va de año, a 139 personas sin hogar, 117 hombres y 22 mujeres, todas transeúntes, la mayoría de nacionalidad española y con edades comprendidas entre los 23 y los 74 años, aunque el grueso tiene entre 35 y 55 años.
«En Segovia hay muy pocas personas sin hogar, en comparación con otras ciudades de España. Debemos diferenciar entre las que están en la calle de continuo, indomiciliadas, sin una casa, que en Segovia son cuatro o cinco, y las transeúntes, es decir, aquellas que van de un lugar a otro, bien por motivos laborales (hay temporeros sin domicilio) o porque tienen como estilo de vida ir moviéndose de un sitio a otro, utilizando los recursos que cada ciudad presta a las personas sin hogar. Saben, por ejemplo, que en el albergue de Ávila son dos noches, y las agotan; que vienen a Segovia y Cáritas les proporciona una noche en una pensión; que en otro lugar hay una casa de acogida, y así van viviendo», explica Belén Palomar, trabajadora social de Cáritas Diocesana de Segovia.
Cuando una persona sin hogar llega a la oficina de Cáritas, se le hace una breve entrevista. Las trabajadoras sociales necesitan saber qué estilo de vida tiene, hacia dónde va, de dónde procede, por qué se encuentra en esa situación... Si la oficina está cerrada, tiene la opción de dirigirse directamente a la Policía Local, que la va a enviar a la pensión que Cáritas sufraga y a prestar una primera ayuda. De las 139 personas sin hogar que Cáritas ha auxiliado desde el mes de enero, 26 fueron atendidas directamente por la Policía Local, derivadas al alojamiento en una pensión y en muchos de los casos se les proporcionó un vale de comida. Aunque Cáritas las registra como atendidas, no figuran en su base de datos porque las trabajadoras sociales no llegaron a tener una intervención directa con ellas y, por lo tanto, no tienen firmada la protección de datos.
«Hay una base de datos de ámbito nacional que nos dice si la persona que llega tiene ya algún recorrido y ha utilizado recursos de Cáritas en otras ciudades. Esto nos ayuda mucho porque nos proporciona un poco de perspectiva, el perfil de la persona, las observaciones de otros técnicos o si tiene alguna cita médica o judicial en otra ciudad y necesita desplazarse. Normalmente, no pagamos viajes, salvo si tienen un objetivo muy concreto y son necesarios. Puede haber situaciones en que esa persona que ahora se encuentra en situación de sin hogar se haya ido de casa debido a una mala racha, a problemas familiares... En estos casos, si así lo desean, hacemos de enganche con los familiares para facilitarles el regreso», añade Palomar.
Detrás de cada persona sin hogar hay una historia. La crisis económica causó verdaderos estragos: cierre de negocios, quiebra de empresas, tensiones familiares por falta de recursos... «Se rompieron muchas familias y el primero que solía salir del núcleo familiar era el hombre. La pérdida del trabajo llevaba a una inmediata pérdida de la vivienda, de la relación familiar y del afecto. Todo desembocaba en la calle. Y este perfil sigue vigente, porque hay personas que llevan años viviendo en la calle, situación que, por otra parte, dispara los problemas de salud mental y de adicciones. La calle es muy dura», explica la trabajadora social.
Vivir sin hogar también equivale a vivir sin derechos ciudadanos. «Carecen de empadronamiento y, por ejemplo, no pueden votar. El descarte social es tremendo», apunta Palomar, para quien la situación mejora cada año, aunque muy lentamente. «Son unas veinte personas menos las que hemos tenido que atender este año con relación a 2017. La verdad es que el número de personas que llegan a Segovia en esta situación va bajando, pero la gravedad de los casos y de las situaciones se mantiene porque los perfiles siguen siendo los mismos».
Algunos de los sin hogar que paran en Segovia ejercen la mendicidad en las calles. Están a la vista de todos, pues suelen situarse en el eje avenida del Acueducto-Calle Real. Las personas que piden responden a tres perfiles: la que tiene casa y se dedica a pedir porque eso le permite vivir; la que es transeúnte y para en Segovia por sacarse un dinerillo e irse a otro lugar; y la que vive en la ciudad de continuo sin techo, sin hogar, y ejerce la mendicidad con el fin de satisfacer unas necesidades mínimas.
Las cuatro o cinco personas sin hogar que Cáritas no considera transeúntes llevan tiempo asentadas en Segovia porque han conseguido sentirse respaldadas, a pesar de la situación. Lo explica muy bien Belén Palomar: «La gente se les acerca y habla con ellos. Hay gente verdaderamente solidaria. Así que llega un momento en que deciden quedarse en la ciudad por esa necesidad de sentirse alguien para alguien, porque han encontrado a alguien que, por lo menos, se dirige a ellos por su nombre. En este sentido, Segovia es una ciudad más humana, y esa humanidad que perciben hace que sientan que se pueden quedar, aunque no son personas con una estabilidad muy larga, un año como mucho».
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