En épocas de crisis, su trabajo aumenta. Y su importancia. Pasado lo peor de la pandemia, Cáritas Diocesana de Segovia, que tuvo a casi todo su plantel afectado por coronavirus y ha perdido a muchos voluntarios, se prepara para afrontar un otoño intenso en el ... que debe conjugar los cambios y proyectos que la organización tiene previsto acometer con la asistencia a las personas más necesitadas. Evidentemente, esta ayuda será prioritaria y requerirá el mayor de los esfuerzos. «Ha llegado septiembre y han reaparecido las necesidades y carencias que en verano no se han visto. Por una parte, ha empezado el colegio, con el gasto para las familias que eso conlleva y, por otra, hay personas que han concluido su periodo de trabajo en el campo, en la hostelería... Sigue habiendo muchas en situación de ERTE... Ahora tenemos en torno a un treinta o cuarenta por ciento de demandas más que en un septiembre normal, pero va a llegar octubre y estamos temblando. Si de por sí octubre es un mes en el que se disparan las atenciones, no quiero ni pensar en otra oleada fuerte del coronavirus y en un posible confinamiento, aunque sea parcial. Estamos empezando a notar otra vez el repunte, no como en marzo, pero es posible que en octubre se dispare todo», explica el gerente de Cáritas Segovia, Samuel Hernández, que apenas lleva quince días en el cargo.
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Si Cáritas registró 3.691 respuestas a otras tantas necesidades en mayo de 2019, un año después, en plena pandemia del coronavirus, había alcanzado las 6.143, casi el doble. Y en periodos concretos, como ocurrió durante la segunda quincena de abril, la organización llegó a triplicar las atenciones. «Siempre decimos que lo importante son las personas, no los datos, pero en este caso reflejan muy bien el volumen de demandas que hemos tenido estos meses tan críticos», añade Hernández. Los programas de Cáritas que más han visto incrementada esa atención son los de Atención Primaria, Empleo, Infancia y Juventud y Asesoría Jurídica. «Llegamos a triplicar las ayudas, pero no los ingresos económicos. Es verdad que hemos tenido más donativos que otros años en la misma época, pero no para paliar la demanda. Está siendo muy complicado», admite el gerente. Por otra parte, la covid-19 ha mermado sustancialmente los recursos humanos de la organización, el gran valor que tiene Cáritas Diocesana. El coronavirus atacó a 16 de las 18 personas que trabajan en sus oficinas, incluido el presidente, Mariano Illana, pero también a muchos de los casi 300 voluntarios que dedican su tiempo a ayudar a los demás de manera desinteresada. «En estos momentos hay 30 activos, sin contar con los voluntarios de las Cáritas parroquiales. Es difícil cuantificarlo, porque unos vienen, otros van... La mayoría son personas en situación de riesgo y tienen miedo o sus hijos no les dejan. Es comprensible. Otros murieron a causa de la enfermedad, eran personas mayores... Hay quienes siguen viniendo, pero a ratos o a escondidas de sus hijos. Son gente que están dando su vida, que se pasan horas ayudándonos de manera desinteresada. Es de agradecer», añade Hernández.
. Llegó en marzo para poner en marcha en Segovia el nuevo proyecto textil de Cáritas, pero se dio de bruces con la pandemia. «Fue raro. Mi situación personal me trajo a Segovia y a los diez días de llegar me vi confinado y enfermo de covid. No sabía muy bien lo que estaba pasando. Afortunadamente, fueron unos días de fiebre y poco más. Ha habido compañeros que lo han pasado peor, como el propio Mariano Illana [presidente de Cáritas Segovia]».
Hace apenas diez días, fue nombrado gerente. El vicario general de la Diócesis apreció las ideas renovadoras que Samuel Hernández, que ha trabajado veinticinco años en Cáritas Ávila, trae bajo el brazo. «Cáritas no solo es un sitio donde se recoge ropa o comida y ya está. Con la buena voluntad no es suficiente. Aquí hay muchos voluntarios, pero también psicólogos, trabajadores sociales, pedagogos. Defendemos la concepción de la Iglesia de ayudar al prójimo, pero de forma profesional. Hoy en día es mucho más importante el apoyo emocional en los procesos de cambio que el simple apoyo material. Si consigues estabilizar a una persona, que llegue otra vez a creer en sí misma y utilice en su beneficio todas las herramientas que le das, habrás logrado el objetivo. Es verdad que hay gente con la que no vas a lograr nada, pero es un 15%. El 85% restante saldrá adelante con un buen trabajo emocional y promocional», explica el nuevo gerente de Cáritas Segovia.
Muchos de quienes no se atreven a pedir auxilio no solo necesitan ayuda económica. También social y psicológica: «En épocas como la que vivimos constituyen un perfil muy habitual. No se atreven porque han tenido recursos, han disfrutado de una vida completamente normalizada, de una familia estable, viven en una ciudad pequeña... Y está muy claro el trabajo que debe hacerse con ellos. Si yo te enseño, si yo te doy nuevas herramientas para que tú aprendas a emplearlas en beneficio de tu salud física, emocional y laboral, puedes salir del atolladero en un plazo relativamente corto. Pero si estas personas no reciben esa ayuda social, psicológica y económica, es fácil que caigan al otro lado porque penden de una cuerda muy floja. A veces, los problemas laborales, económicos, llegan en un mal momento emocional. Un hombre o una mujer que se separa de su pareja, por ejemplo, que empieza a plantearse las cosas, a agobiarse, a entrar en una espiral negativa..., si encima lo echan del trabajo... De ser alguien con una vida absolutamente normalizada pasa a estar en una situación de exclusión de la que solo puede salir con ayuda. Si en un momento así, nosotros recogemos su parte emocional, le prestamos apoyo psicológico, le mostramos las ayudas a las que puede acceder, podrá salir adelante al cabo de seis meses o un año. Toda esta ayuda, para nosotros, es más importante que pagar la luz, el agua, la comida o la ropa».
Cambios
Cáritas Segovia se encuentra inmersa en un proceso de transformación. A los proyectos que maneja –el textil es quizá el más llamativo– se une la necesidad de encontrar una sede más amplia para instalar sus oficinas. Los locales de la calle de San Agustín se han quedado pequeños. «Estamos buscando, pero no es fácil. Las necesidades se disparan y tienes que destinar los recursos a lo que realmente importa. No podemos tener un edificio nuevo, y estamos mirando alguno parroquial con espacio suficiente para instalarnos. La gente cree que solo somos un lugar donde damos ropa y comida, pero aquí se hacen muchas cosas más: se atiende a las personas que no tienen hogar, a personas que han perdido su empleo, a personas que han caído en adicciones. Cáritas es una organización muy compleja que gira alrededor de la persona, pero para poder atenderla necesita recursos».
La crisis económica que se cierne sobre la población española, todavía en plena pandemia y con una oleada de rebrotes de consecuencias impredecibles, ha disparado las necesidades. Según el gerente de Cáritas, en estos momentos hay varios perfiles de demandantes de ayuda. A la puerta de Cáritas llaman personas que están en situación de desempleo temporal porque la empresa donde trabajan se ha acogido a un ERTE. También acuden inmigrantes a quienes, después de estar año y medio en España legalmente y trabajando, se les ha denegado el asilo y no pueden volver a trabajar ni recibir ayudas públicas porque ahora están sin papeles. Un tercer perfil responde a aquellos que tenían una vida completamente normalizada, con recursos, y se encuentran al borde de la exclusión y no se atreven a dar el paso de pedir ayuda porque se avergüenzan. «Pasó con la crisis de 2008. Son segovianos que han perdido el trabajo porque ha llegado su empresa, ha hecho un ERE, tienen 52 años y se han quedado en la calle. Por esta razón estamos empezando a promover las empresas de inserción, como la relacionada con el textil, porque a la gente hay que darle la oportunidad de trabajar».
El temor a otra ola agresiva del coronavirus también está en las residencias de mayores. Cáritas gestiona tres en la provincia de Segovia, situadas en el Sotillo (La Lastrilla), Cuéllar y Sepúlveda. Esta última se encuentra vacía porque se están acometiendo obras de remodelación, pero las otras dos están libres de covid después de unos meses especialmente negros. En la residencia del Sotillo, la pandemia se llevó por delante la vida de 35 personas. Ha sido lo más duro de todo. «Pasó lo que en la mayoría. Al principio no había medidas de protección adecuadas, el virus entró e hizo estragos», señala Hernández. La residencia va recuperando la normalidad, pero muy poco a poco. Sus 85 residentes (la Gerencia de Servicios Sociales ya está permitiendo nuevos ingresos) están sometidos a unas normas de seguridad muy rigurosas: «Es complicado conjugar la seguridad física y la seguridad mental. Hay unas pautas de obligado cumplimiento. Por ejemplo, no pueden comer juntos, no tienen las actividades de antes, los horarios de visita siguen restringidos... Algunos familiares no lo entienden, quieren ver a su padre o a su madre a cualquier hora y eso no puede ser. Cáritas da vueltas todo el día a las cuestiones éticas y obra en beneficio de esas personas, aunque haya quien no lo entienda».
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