El campo segoviano teme que el acuerdo con Mercosur agudice el cierre de explotaciones

El presidente de Asaja Segovia, César Monjas, extiende las consecuencias a todo el territorio nacional. «No trabajan con las mismas normas, producen con una calidad muy inferior. En la UE nos exigen los estándares más altos; lo que va a venir son alimentos con una procedencia un poco dudosa y ninguna trazabilidad». Ve una contradicción al lema de la UE «de la granja a la mesa», la defensa de los productos de proximidad, para importar desde un mercado lejano un producto en el que España está abastecida, incluso exporta los excedentes. Pone el ejemplo del vacuno. «El mercado ahora está funcionando bien; si se satura con carne de fuera de otra calidad, se va a perjudicar a los productores locales por grandes empresas que hay al otro lado del charco». Un sector que exporta a países como Marruecos, Argelia o Egipto y otros comunitarios como Italia, Polonia o Países Bajos. «Si se mete carne de fuera, va a haber un problema, como siempre, de etiquetado y vamos a arriesgar la salud de las personas». Pide la «oposición frontal» de España al entender que el pacto no beneficia al país.

Los ganaderos esgrimen un control total desde el nacimiento del animal hasta que termina en el matadero. Primero, la limitación de espacios en las naves. «No están amontonados, están viviendo muy bien». El uso de antibióticos es muy limitado para que no pasen después al consumidor. Los piensos son vegetales: maíz, soja y cebada. Y no está permitido el uso de hormonas de crecimiento. Monjas duda que los productores de Mercosur apliquen los mismos estándares. «Los cereales de su alimentación no son los mismos, así que baja la calidad. Es mucho más barato usar maíz transgénico y hacer lo que quieras en las explotaciones. Aparte, las condiciones laborales no son las mismas; aquí se cuida mucho al trabajador. Eso hace que tengan unos costes mucho menores y produzcan a un precio muy inferior».

Con todo, su petición no es bloquear la entrada de esos productos, sino igualar las condiciones a través de unas cláusulas espejo. «Que cumplan la misma normativa que a mí me exigen desde la UE». A través de análisis, tanto a productos vegetales como animales. «Y si no son admisibles, que se rechacen». Su razonamiento es que la agricultura y la ganadería española son monedas de cambio para que Alemania pueda exportar a América su industria automotriz o farmacéutica. «Lo que no entendemos es por qué el Ministerio de Agricultura no se ha puesto en contra como en otros países como Francia, Países Bajos o Italia». Su organización participó en una multitudinaria concentración en su sede el 16 de diciembre con 5.000 personas y un mensaje. «No nos vamos a callar hasta que se nos escuche».

Castilla y León es deficitaria en cereal, maíz y soja. «Hay que traerlo de fuera; para alimentar a los animales que tenemos aquí, nos falta. Y ya está entrando a espuertas». Monjas argumenta que España es el segundo exportador mundial de cereal ucraniano –solo superado por China– como un anticipo de lo que puede pasar con Mercosur. «Está entrando sin aranceles y está tirando el mercado. Los agricultores del cereal estamos trabajando a pérdidas. Ahora mismo estamos vendiendo el cereal a 200 euros por tonelada, precios de hace 30 años». Explica ese déficit por las barreras de la regulación europea. «Nos cuesta mucho más dinero, somos menos productivos que otros países». No discute los filtros sanitarios, pero pide «priorizar» el producto europeo. El dilema es cómo controlar hasta dónde se importa: suficiente para abastecer sin depreciar el producto local por exceso de oferta. «No hacen más que traer barcos de fuera con fitosanitarios que allí llevan 50 años sin utilizarse. Han terminado por hundir a la agricultura de secano, un sector prioritario en nuestra provincia».

La normativa alimentaria impide comprar por debajo de costes y Monjas lamenta que no se cumpla, pues es el último recurso para limitar las pérdidas. «O lo vendes o lo vendes. ¿Qué haces con ello?» Un escenario que temen los ganaderos si entra mucha carne de América y que plantearía dos escenarios: bajar el precio para competir o dejar de producir. «La sostenibilidad de una explotación es que sea rentable. La gente no trabaja a pérdidas; al segundo año que pierdas dinero, cambia de oficio». Esos cerealistas esperan recuperar al año que viene o tienen explotaciones mixtas y palian lo que pierden por allí con la ganadería.

Se van unos y no hay relevo generacional. «Somos un sector muy atacado. Un padre no le dice a un hijo que se quede con la explotación, sino que estudie». Un sector necesario, el de la alimentación básica, en peligro de extinción. «Las explotaciones son cada vez más grandes. Lo que hacían antes cinco agricultores ahora lo hace uno para poder ganar lo mismo y mantener una familia». Unos costes que hacen «imposible» empezar de cero; los que resisten exprimen hasta donde pueden la explotación familiar. El acuerdo con Mercosur se suma al desánimo entre los agricultores, que ven insuficiente el paquete de medidas puesto en marcha por el Ministerio tras la gran tractorada por el centro de Madrid de febrero. Si los peores presagios de confirman, a falta de verificar lo ajeno, su defensa es presumir de lo propio. «Intentaremos demostrar nuestro valor añadido, que nuestra carne es muy superior».