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El campeón que escapaba para correr en las noches del confinamientoAlejandro Domingo es hijo único, sobrino único y nieto único. Quizás así se explica que pueda costearse un armario con medio centenar de pares de zapatillas. Ya tiene apalabrado el siguiente envío, para Reyes: las Nike voladoras de Eliud Kipchoge, el mejor maratoniano de la historia. Para alguien nacido en 2007, el siglo XX suena a historia antigua, como los modelos sin placa de carbono. Se puso las Alphafly 1 para despedir el año y recorrió los casi cinco kilómetros de la Carrera de Fin de año a una media de 3:10 minutos por kilómetro: 3:08, 3:03, 3:22 –José Zorrilla también hace mella en los genios–, 3:02 y 2:43, chocando palmas mientras llegaba a meta. Es el ganador más joven de la antigua San Silvestre y quizás no la ganó en 2022 porque no le dejaron correrla. Habla del «sueño» de imitar a Jakub Ingebrigtsen, el noruego que domina el medio fondo, pero con los pies en el suelo. «Poco a poco».
La carrera de Alejandro empezó por un profesor de educación física: «Corres mucho, apúntate a atletismo». Tendría entonces cinco años. Su puerta de entrada al Sporting Segovia fue una de sus actividades fetiche, 'Correr en familia'. Ahí se empapó de un ambiente sano que contrapone al fútbol, un deporte que también practica, pero del que se distancia por la conflictividad y los golpes. Aunque estos últimos le han seguido de cerca: «Como tengo poco brazo, me caigo muchas veces al ganar la posición». O se lleva un recado en forma de tacos en el pie. «Cuando era pequeño, era como si fuese a jugar. Cuando empezabas el día querías ir a atletismo porque veías a tus amigos y te lo pasabas bien». Juegos como el pañuelo o pelota a mano.
El confinamiento fue el punto de inflexión. Pasó aquellas semanas jugando a la consola y estudiando. «Hacía lo que me mandaban y ya está». Bajaba al garaje a dar raquetazos a la pared y se escapaba a soltar las piernas y la mente por la noche, aunque no se pudiera. «Salíamos un poco para que hiciera algo, no veíamos a nadie»; explica su padre. Empezó a trotar por el pueblo y terminó el confinamiento haciendo un 1.000 en 2:49, con apenas 13 años. Tres años después ha mejorado su marca y está ya en 2:33.
Y llegaron los éxitos. Tras hacer un 1.000 un sábado en Valladolid, tuvo que honrar su palabra y correr también el domingo los 1.500 obstáculos del Campeonato de Castilla y León, aunque no quería. Sin practicar, quedó tercero en su primer año sub-16 –tenía 14– ante atletas mayores que él y logró la mínima para el Campeonato de España, con 4:41. En Lérida ya eligió esta prueba sobre el 1.000: partía con la peor marca de los participantes y quedó cuarto tras mejorar diez segundos su registro en apenas semanas (4:31). Es ya un habitual en el calendario adolescente de cross y ha ganado las tres últimas ediciones de su categoría en Cantimpalos.
Su segundo año como sub-16 fue el de su confirmación. Fue segundo en el 1.000 del Campeonato de España en pista cubierta, quinto nacional en el nacional de cross y se proclamó campeón de Castilla y León en los 1.500 obstáculos, con una marca personal de 4:29. Llegó al Nacional con la sexta mejor marca y tras «entrenar y entrenar todo el verano» voló: no solo se proclamó campeón de España en Avilés, sino que batió el récord nacional con 4:14. Un año después se lo arrebataron, pero aquello fue una hazaña, pues casi igualó su mejor ritmo en un 1.000 durante 500 metros más y con vallas de por medio. Fue un día antes de su 15 cumpleaños. «A partir de ahí me lo tomé más en serio porque veía que prometía». Ganó todos los cross que corrió en el otoño-invierno de 2022, pero tuvo que pasearse en la categoría sub-16 de la Carrera de Fin de Año porque el reglamento impide a los menores de 16 años competir como absolutos.
El año pasado, su primero como sub-18, cambiaron las distancias: de 1.000 a 1.500 lisos y los obstáculos, de 1.500 a 2.000, una prueba en la que fue subcampeón de España con una marca de 5:49. Ha sido convocado por la Real Federación Española de Atletismo como una de las promesas del medio fondo, de dónde llegó el sábado 30 tras cinco días de intensos entrenamientos en Sevilla. «Estaba muy cansado». Unas dudas que afloraron en el calentamiento. Le dijo a su madre: «No sé cómo lo voy a hacer». Como el estudiante que dice no saberse bien la materia antes de sacar un diez.
Pese a su edad, afrontó la carrera con un gran descaro. «Empecé a tirar en la Calle Real y el que me siga…» Sin necesidad, porque sabía que su esprín era el más rápido en caso de una llegada en grupo. «La gente de la San Silvestre es más de 10 kilómetros o maratón». Su entrenador, David López Castán, le dijo en José Zorrilla que apretara, ese ritmo de «tres poco» al que no pueden llegar ni esprintando muchos mortales. Se quedó solo en Santa Eulalia, «cinco metros» que estiró hasta la meta. «A celebrarlo con la gente. Jo, es que había unos ánimos increíbles, manos para chocar. Me lo pasé muy bien, la verdad». Como en sus orígenes, disfrutar es lo primero.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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