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La provincia cuenta con 103 curas en activo, algunos mayores de 75 años, para atender a 337 parroquias y la Diócesis, sin nuevas ordenaciones desde 2010, apuesta por concentrar servicios.
Cuando Juan Agudo pasó a ser sacerdote en julio de 2010 pensó que sería ... recordado por su tardía ordenación, no por ser el último cura que alumbra la provincia desde entonces. Nueve años después, se agudiza la falta de relevo en la Diócesis de Segovia, que ha visto caer su número de sacerdotes un 44% desde 1995. Entonces había 170 menores de 75 años; hoy hay 95. Además, la caída se ha agudizado; en ese periodo, menguaron en torno a un 2% interanual; desde 2015 (había 113) hasta los 95 del año pasado, ha caído un 15% en tres años. Es decir, un 5% interanual, más del doble. Y eso que algunos mayores de esa edad –hasta 23 sacerdotes– siguen haciendo algún tipo de labor pastoral, lo que eleva la cifra de curas en activo en Segovia a 103 de los 155 que residen en la provincia.
Sin ordenaciones a la vista, la perspectiva se complica. «Es verdad que van a salir más que entran, esa es la realidad», explica el portavoz de la Diócesis, Juan Cruz Arnanz. En los próximos cinco años –incluyendo lo que queda de año– llegarán a los 75 años otros 13 sacerdotes y no se prevé más de una nueva incorporación. La escasez se palia gracias a la llegada de curas extranjeros; de los 103 en activo, 34 son de otros países, fundamentalmente Latinoamérica y África.
En una provincia con 337 parroquias, la ratio general es de tres por sacerdote, pero el problema es más evidente si se descuenta a los de Segovia y los principales pueblos, que tienen un solo templo a su cargo. Incluso hay parroquias en la capital con más de un sacerdote. Dejando a un lado los vicarios y algunos canónicos, hay 17 curas con actividad pastoral en nueve parroquias de la ciudad. El titular de El Espinar solo atiende a su pueblo, como el de Cantimpalos. El de San Rafael tiene dos; el de Fuentepelayo, tres, y el de Carbonero el Mayor, dos. «Estos son los privilegiados», resume Arnanz.
¿Cuántas parroquias puede asume un cura? «Si todo fuera bien, con cinco andaban sobrados. Pero claro, te vas a la zona de Ayllón y Riaza y pueden llevar ocho». La dinámica ya asomaba a finales de siglo. Era habitual que en poblaciones más pequeñas y dispersas hubiera curas con más parroquias, mientras que en otros pueblos más grandes el sacerdote llevaba dos o tres. La tendencia se agudiza. «Lo que pasa es que en estos pueblos que tenían una o dos empiezan a tener incluso cinco». Habla de una zona que antes estaba cubierta como La Losa, Zarzuela del Monte u Otero. «Ahí había antes más sacerdotes y ahora empiezan a experimentar la escasez».
La despoblación toca de lleno a la Iglesia, que intenta mantener su labor «en la medida de las posibilidades» y conservar el patrimonio. «Queremos mantener los templos y el culto que se pueda, acompañar las fiestas o los entierros». Como consecuencia, la Diócesis está replanteando la forma de atender pastoralmente. Arnanz apuesta por concentrar actividades pastorales. «Un cura con 12 pueblos tiene niños que van a un solo colegio. En lugar de ir a la catequesis a cada núcleo, se les da allí».
Ante una perspectiva que tiende a empeorar, ¿es mejor centralizar unos recursos mayores en menos poblaciones o llegar a más lugares ofreciendo menos? «Hay que compatibilizar. Hay parroquias a las que se va dos veces al año. Otra cosa es que entre semana el sacerdote se pase a ver a los vecinos. Los núcleos más grandes van a centralizar ciertos aspectos porque hay más personas para los consejos, para formar un coro…».
La Diócesis intenta que los sacerdotes que más tienen que desplazarse no sean los más mayores. «Los que llevan 10 o 12 pueblos están en buenas condiciones físicas». ¿Cómo gestiona su rutina un sacerdote? «Tiene que saber organizarse muy bien, establecer prioridades». Los lunes es el día de formación permanente, un motivo para acudir a la capital a cuestiones burocráticas. El resto de la semana hay misa en el pueblo más grande. Durante la semana, visitan otras localidades, repartidas a través de un cuadrante mensual. Gestiona a su vez las catequesis, que están centralizadas, o el mantenimiento de los templos. Para otras labores como la visita a enfermos, aprovecha el viaje cuando hay misa. «Optimiza la salida a los núcleos más pequeños, manteniendo la actividad más fuerte en los núcleos grandes».
Los sacerdotes tienden a reunirse más en acciones arciprestales; en lugar de visitar cada parroquia, racionalizan recursos. Hay formación continua, desde cuestiones más doctrinales a comunicación o realidades sociales cono migración o pobreza. ¿Cómo debe difundir su mensaje? «La Iglesia tiene que evangelizar por todos los medios posible. Es verdad que los pueblos usan medios más tradicionales, pero no nos podemos desvincular de las nuevas tecnologías. Ahí es donde menos profesionalizados estamos». Cada vez hay más hojas parroquiales digitalizadas, grupos de WhastApp o cuentas de Facebook, aunque no tenga por qué hacerlo el propio cura. «Nos queda avanzar mucho».
En el análisis subyace la gran asignatura pendiente: ¿Cómo consigue la Iglesia atraer a los jóvenes? «Los primeros evangelizadores de los jóvenes tienen que ser los jóvenes, en algunas parroquias se nota. Hay una profunda preocupación en la Iglesia». Por medio, herramientas como el secretario pastoral juvenil, la escuela diocesana de tiempo libre, peregrinaciones, campamentos o la pastoral universitaria.
El resultado son tres alumnos en el Seminario Mayor, en la Universidad Pontificia de Salamanca. Álvaro Martín, que ya ha culminado su formación teórica, ha empezado su labor pastoral y su ordenación es la más próxima. Detrás llega Alberto Kasprzykowski, en el segundo año de sus cinco de formación teológica, y Reni Montero, en el año propedéutico –introductorio– a esa formación. Por tanto, en el próximo lustro no está previsto que Segovia tenga más de una ordenación.
Otro reto es redimir a la institución de sus casos de pederastia. Arnanz apuesta por «transparencia» y «confianza» en una labor que define como muy cercana a las familias. «No es como antes, que estaba todo más cerrado. Los chavales entran y salen. Una iglesia de puertas abiertas y que la gente vea como se funciona». También apuesta por una mayor participación de los laicos. «Será mucho más enriquecedor que vayan entrando en la vida de la parroquia». Ya sea dando catequesis, participando en el consejo pastoral o que se formen en teología. Una llamada que puede llegar incluso hasta los no creyentes que reconozcan el papel social de la Iglesia. El mensaje está claro. «Estamos aquí, no nos vamos».
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