Una carrera pedestre une lo mejor del atletismo popular y la esencia de los pueblos. Plazas llenas de vida, los vecinos que muestran su modesto patrimonio. Es la esencia del circuito segoviano: 14 carreras con su particular impronta, la de sus veredas, el acceso a ... sus pueblos, su pequeño jardín. Un calendario extenso que comenzó en febrero en Cantimpalos y que cerró este domingo Cabañas de Polendos, el ejemplo paradigmático de esa filosofía: un pueblo de escasos 200 habitantes que pone lo que tiene a mano para que la gente disfrute de una buena mañana.
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El circuito Carreras Pedestres de Segovia ha ganado eventos con el paso de los años, desde los pueblos de referencia como Carbonero El Mayor, Cantimpalos o Cantalejo a carreras del alfoz de Segovia con cada vez más tirón y otros núcleos pequeños que se han sumado al mapa como Rades de Abajo, Martín Muñoz de las Posadas o Yanguas de Eresma, los socios más recientes de un formato con una clasificación general en la que habitualmente no concurren los que más pruebas ganan, pues no participan en el resto. El resultado es un palmarés muy repartido, con 19 ganadores distintos entre 28 triunfos entre hombres y mujeres.
Javi García Velasco estrenó el circuito en Cantimpalos con una de sus cinco victorias, más que nadie. Una carrera de 10 kilómetros, la extensión estándar, que pone a pruebas el equipo de invierno de los corredores, con su tradicional fecha, el primer fin de semana de febrero. Braga, guantes, manga larga y mallas para muchos de los 119 corredores que allí se presentaron. Aunque la élite fue fiel al dicho de que a la guerra se va en pantalón corto y el segoviano hizo un tiempo de 33m14s, a una media fugaz de 3:19 por kilómetro en un trazado con tramos más lentos porque pasa por los caminos del cross nacional.
La siguiente prueba del calendario, la Viña del Ajo, en Muñoveros, es el ejemplo de una carrera que ha sobrepasado los límites de su pueblo. Es la más larga (13,6 kilómetros) y la que más inscritos tiene, pues finalizaron su exigente recorrido en marzo, el último fin de semana del invierno, 175 corredores. Allí ganó Irene Lorenzo la primera de sus cuatro victorias, mientras Santos Santa Elena se estrenaba en hombres para ganar después otras dos carreras.
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La Carrera Natural de las Cañadas, en Palazuelos de Eresma, es el ejemplo de cómo la cultura del corredor popular se ha extendido de la capital a los pueblos. Uno de los recorridos más seguidos de la provincia, incluso cuando la prueba no estaba dentro del circuito pedestre. Es la segunda prueba con más participantes del calendario (169), por delante de otra del alfoz, Espirdo, con más de 11 kilómetros y 137 inscritos. Dos citas, eso sí, que se benefician de la meteorología perfecta para correr: la primera es en junio, la segunda, en septiembre. Como Fuenterrebollo, en mayo, el circuito más rápido de todos: Sergio Salinero ganó en 31m53s, es decir, diez kilómetros a una media de 3m11s cada uno. Mientras el verano fue el campo de juego de Yanguas o Martín Muñoz de las Posadas, que sumó corredores por la parte abulense.
El último empujón del circuito lo da la incertidumbre del otoño. El tríptico final lo inicia Rades de Abajo, el pueblo más pequeño, que entre corredores (92) y familiares supera en un día su población censada de 126 habitantes. Es la prueba más corta (8,6 kilómetros), la única completada en menos de media hora, los 29m56s de Santos Santa Elena.
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Pero el impacto de la meteorología llegó de lleno en Carbonero. No tanto porque el día fuera malo —lluvia fina a primera hora de la mañana y sin excesivo frío cuando tocó correr, pasadas las 11— sino porque las inundaciones de las semanas previas embarraron de lo lindo la vereda del Eresma, el nombre de la carrera, y no valía cualquier suela. Un recorrido cuesta abajo durante los primeros cinco kilómetros para luego subir casi sin pausa, con un tramo de 700 metros al 10% y una última tachuela de 300 metros con el mismo promedio, pero tramos más duros. Cuando eso acaba, un voluntario ofrece «Larios», para darle gracia al agua del avituallamiento, ese humor imprescindible de los pueblos. Y otro informa de que ya no quedan cuestas, que solo queda dejarse caer. De vuelta al pueblo, lomo recién hecho, servido con una sonrisa, la razón de muchos para ponerse el dorsal.
Y Cabañas de Polendos, el final feliz, con algo más de 12 kilómetros con cuestas, casi 200 metros de desnivel positivo, concentrados en una subida tenue pero larga, cubierta de una arboleda que embellece el trazado entre las curvas. Por algo se llama 'Entre Viñedos'.
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Así se llega a Mata de Quintanar, otra localidad que poner en el mapa: unos pocos metros de asfalto y el descenso de vuelta al pueblo. Y los niños que aprovecharon los 45m09s que tardó José Gregorio Lucerón en repetir título —con margen para parar a recoger a su hijo— para las carreras de menores chocaron generosos las manos de sus mayores. Compartió triunfo con Miriam de Frutos (54m57s).
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