![Beatriz López coge en brazos a su hijo Abel, que abraza la cara de su padre José Antonio Estebaranz.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202211/21/media/cortadas/Imagen%20autismo-abel-el-olmillo-detorre-kWqH-U180785143984aZC-984x608@El%20Norte.jpg)
![Beatriz López coge en brazos a su hijo Abel, que abraza la cara de su padre José Antonio Estebaranz.](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202211/21/media/cortadas/Imagen%20autismo-abel-el-olmillo-detorre-kWqH-U180785143984aZC-984x608@El%20Norte.jpg)
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Nuestro hijo es el mismo antes del diagnóstico que después». Este es el mensaje que traslada al conjunto de la sociedad Beatriz López, madre de Abel, un niño segoviano de tan solo dos años y medio con trastorno del espectro autista (TEA). «El autismo no define a nuestro hijo», añade rotundamente, mientras aúpa a su pequeño en brazos, de grandes ojos azules y con una tierna sonrisa.
A día de hoy, la familia Estebaranz López, asentada en la comarca de Sepúlveda, trabaja en el proyecto solidario que lleva el nombre de su retoño –'Abel y su huella'– con el propósito de recaudar fondos que permitan al menor contar con un perro de asistencia. El can le ayudará a evitar conductas peligrosas para la seguridad vial y le tranquilizará en la conciliación del sueño, entre otros objetivos demostrados.
«Hay mucha gente que, cuando conoce el diagnóstico, ponen características a los niños autistas que nada tienen que ver con la realidad», lamenta la progenitora. Pone el ejemplo de comportamientos agresivos o dificultades a nivel motor que algunas personas relacionan con el TEA. «Para nada es así», remarca. «Y mucho menos con Abel», insiste.
El pequeño es un «auténtico torbellino», detalla su madre. Le encanta escalar y corretear, es muy sonriente y también cariñoso. Lanza besos al aire y también abraza a sus padres. «Si le das cariño, lo devuelve multiplicado», asegura. Aunque todavía no habla, sí hace sonidos y silbidos, y recientemente ha pronunciado sus primeras palabras: «Mamama» y «papapa».
Abel nació en plena pandemia y, tras darse cuenta sus padres de que su bebé no señalaba con el dedo ni fijaba la mirada, se preocuparon. A su vez, es muy sensible a los ruidos y a la luz a la hora de dormir. Al principio no pudieron comprobar cómo se relacionaba con otros niños debido a las restricciones por la crisis de la covid, por lo que el proceso desde estos primeros signos hasta recibir el diagnóstico final ha sido «muy complicado y angustiante», afirma Beatriz.
La incertidumbre estaba presente en cada prueba médica física, ya que los sanitarios tuvieron que descartar otras enfermedades como la epilepsia. «En un primer momento no te dicen nada claro, solo dan pistas», recuerda. A ello se suma la dificultad que conlleva vivir en un pequeño pueblo, debido a los costes y el tiempo que implican los desplazamientos y traslados necesarios para cualquier terapia.
Fue en mayo de este año cuando los padres de Abel, Beatriz y José Antonio Estebaranz, escucharon la palabra «autismo» aplicada a su pequeño por primera vez. «Es una noticia que da mucho vértigo», recuerda su madre, quien explica que el autismo «no tiene la naturalidad que deberíamos darle». En su caso, nunca lo han ocultado y lo han visibilizado, en la medida de lo posible, con el proyecto 'Abel y su huella'.
El pequeño segoviano aparentemente es un niño «neurotípico», apunta la progenitora. No sorprende que muchas personas hayan descubierto esta particularidad de Abel solo cuando sus padres lo han comunicado. «Cuando lo saben, hay muchas veces que le miran más, lo que cohíbe y nace la preocupación de que, en algún momento, tu hijo pueda pasarlo mal», lamenta.
No hay una definición clara de 'autismo'. Es imposible. «Es como si te piden que definas 'niño', cada caso es diferente a otro», determina Beatriz. De este modo, incide en que Abel tiene rasgos diferentes a un niño «neurotípico». Pero eso no es una enfermedad ni problema. Al contrario, «tiene otra sensibilidad y capacidad de percepción; no es una limitación, ya que le llaman la atención cosas que nosotros con nuestros ojos simples no somos capaces de ver», sostiene.
A Abel le gusta mucho la naturaleza y coger flores. También escuchar el viento y abrazarse a los árboles. Pero esto no acaba aquí, ya que su madre tiene grabada en la mente una escena durante una tormenta de verano.Al ser de las primeras veces que el niño sentía la lluvia, se quedó fascinado y empezó a almacenar agua entre sus manos.
Precisamente, estos momentos anecdóticos han sido recabados y reflejados en ilustraciones a cargo de la artista Misspink. Estos dibujos son el logo del proyecto solidario que protagoniza el pequeño Abel, que se ha estampado en tazas y bolsos para recaudar fondos.
Por el momento, ya se ha cumplido más del 70% del objetivo económico total de 21.061 euros, una cantidad necesaria para el entrenamiento, entrega, adaptación y seguimiento del perrito asistente que ayudará al segoviano de dos años a vivir de manera más autónoma y segura. Los donantes interesados pueden realizar su aportación en la página web o en el perfil de Instagram del proyecto 'Abel y su huella', donde cada día se actualizan las iniciativas de colaboración con sorteos y otras actividades.
«Si el niño está mejor, toda su familia estará bien», señala Beatriz. Una vez conocido el diagnóstico, no solo analizó «lo que le pasa», sino «cómo puedo ayudar para que sea feliz». Aunque han adaptado numerosos trucos en el día a día, no siempre son suficientes. Abel entiende castellano y francés a la perfección, pero aún tiene dificultades para relacionarse con los demás y comunicarse. «No es capaz de decir que tiene sed», apunta su madre. Son «pequeños matices; todavía aprendemos de él», añade.
Hasta hace pocos meses, Abel se despertaba cada media hora por la noche, lo que alteraba los hábitos en el hogar. Por ello, la familia Estebaranz López espera la pronta llegada del perrito asistente, que será un guardaespaldas para Abel y un nuevo miembro en la familia.
Hasta ese momento, Beatriz seguirá luchando por visibilizar la ternura de su hijo y de otros que, como él, comparten una sensibilidad diferente. «A mí me hubiera ayudado mucho ver un caso tratado de forma natural», defiende. Lo que siempre tendrá claro es que nada ha cambiado. Abel es el mismo niño cariñoso de siempre y, en suma, «es un regalo de hijo», afirma con orgullo materno.
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