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laura lópez
Segovia
Domingo, 14 de febrero 2021, 12:00
Según el análisis del secretario general de Asaja en Segovia, Pablo Rincón, 2020 fue «malo», principalmente debido a la pandemia y a «problemas estructurales» del ... sector agrario español. A su juicio, problemas como la bajada de precios o la negociación en torno a la Política Agrícola Común de la Unión Europea (PAC) han persistido y, además, al cortarse el canal Horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías), algunos sectores como la ganadería de porcino ibérico o el ovino y el caprino de carne han sufrido aún más.
En la misma línea, el presidente de la Unión de Campesinos de Castilla y León Segovia (UCCL-Segovia), Juan Manuel Palomares, ha señalado que se puede hablar de un año de «buenas producciones» en ciertas campañas de cultivo que incluso han batido récords, pero que no han permitido que este sea «un buen año» por los mencionados problemas, en especial el tema de los precios. Incluso cuando al consumidor le han subido el valor de los productos en el supermercado, las asociaciones aseguran que el agricultor y el ganadero no son los beneficiados, extremo que achacan a la especulación del mercado por parte de las grandes distribuidoras.
En Segovia, hay un total de 220.000 hectáreas cultivadas en total, de las cuales 170.000 se dedican a cereales como el trigo, la cebada, la avena o el centeno. En un repaso por el desempeño del sector primario en la provincia, Pablo Rincón ha apuntado que los cereales de invierno han tenido un año «más o menos bueno» porque ha habido una cosecha «aceptable», con unos precios «no muy malos». Tanto es así que ha aumentado hasta un 15% el rendimiento por hectárea de este tipo de cultivos respecto al año 2019, fundamentalmente por una primavera de mucha lluvia.
Esto ha sido una buena noticia para los agricultores, pero no tanto para los ganaderos porque el aumento de precios de estos cereales se traduce en un encarecimiento de las materias primas y, por lo tanto, de los costes de producción.
Ya en el terreno del regadío, ha lamentado un precio «malo» para la patata. «Todas las patatas destinadas para la hostelería no han tenido salida, incluso muchos agricultores han tenido que dejarlas en la tierra», ha comentado Rincón. Por la bajada de demanda, «no había donde colocarla», por lo que costaba más dinero recogerla que dejarla allí, arar y cultivarla de nuevo más tarde. En el caso de este tubérculo, el secretario de Asaja ha apuntado que una práctica que perjudica mucho al sector es la de importar el producto desde Francia, donde las patatas se cultivan antes y exportan «lo que les sobra» a España: «Las traen a un precio contra el que no se puede competir», añade.
Para las zanahorias y los puerros, la cosecha ha sido «normal, ni buena ni mala», y en el primer caso la tendencia del precio es positiva. Asaja reivindica que, en primer lugar, se celebren las lonjas con periodicidad y que, además, se respete el precio allí fijado. A día de hoy, Rincón asegura que las lonjas no se celebran con asiduidad y cuando se hacen «no sirven de nada» más que para conocer un poco la tendencia del precio, mientras que luego la distribuidora presiona para comprar por un precio más bajo, al que muchos agricultores tienen que acabar cediendo para dar salida al género.
En el caso del girasol, la cosecha ha sido buena y los precios «aceptables», mientras que para los guisantes es una situación «complicada», ya que no tienen un mal precio pero las producciones son bajas. Este tipo de explotaciones pueden tener cierto recorrido gracias a las ayudas de la PAC que perciben, según segura Rincón.
Para los viticultores de la provincia, definitivamente ha sido un mal año por el cierre de la hostelería, que ha propiciado la bajada del precio de la uva porque las bodegas no han podido «sacar el vino». Por último, la remolacha es un cultivo que «va cada vez a menos», ya que la tendencia en el número de hectáreas sembradas es decreciente por el poco apoyo de las administraciones públicas, cuyas ayudas se han ido reduciendo con el paso de los años hasta convertir al sector en uno de los que más sufre.
Un subsector del primario que ha recibido buenas noticias este 2020 ha sido el ganadero de porcino blanco. El pasado ha sido «un buen año» para este tipo de explotación debido a la llegada de la peste porcina africana a China, que hizo disparar la demanda del gigante asiático para importarlo de países como España, lo que produjo una gran subida del valor en el mercado, de hasta un 35%. No pueden decir lo mismo los dedicados a la explotación de cochinillos y de porcino ibérico. En el primer caso, el cierre de la hostelería hizo que las crías de cerdo no tuvieran una salida y que sus precios se cayeran hasta el 50%. Para el porcino ibérico, los precios también se hundieron, hasta un 30%, al tratarse de un producto de consumo interior que no se exporta tanto.
Para el vacuno de carne también ha sido un año complicado debido a la convergencia de la nueva PAC. Desde la última reforma de la Unión Europea, todos los agricultores y ganaderos reciben la misma cantidad de ayuda, independientemente de la naturaleza de la explotación. Esto es bueno para aquellos que hasta ahora percibían menos por los derechos de explotación, que se fijaban en función de valores históricos, pero ha sido un jarro de agua fría para aquellos que han visto reducida su partida, como es el caso del vacuno de carne. Muchos ganaderos que estaban percibiendo dinero por los derechos de la ceba de terneros han visto reducidos esos ingresos por este extremo. Esta circunstancia, unida de nuevo el cierre de los canales Horeca ha hecho que algunos de los ganaderos de este grupo hayan acabado el año 2020 en pérdidas.
En la misma línea, los sectores ovino y caprino de carne han tenido un mal año por la falta de demanda por parte de la hostelería. «Hubo un pequeño remonte en navidades, pero luego ha seguido bajando y ahora en la lonja, lleva unos malos precios en lo que llevamos de año», señala Rincón.
Otro subsector que vive una mala racha que se ha convertido en un problema estructural es del vacuno de leche. Según asegura Asaja, los ganaderos españoles perciben un precio hasta un 13% menor que el del mismo gremio en el resto de países europeos. Esto es porque la industria láctea española esta presionada por los canales de distribución, que mantienen unos precios «muy muy bajos» en sus lineales.
Como recuerda Juan Manuel Palomares, ya en 2015 la Comisión Nacional de Mercados y la Competencia (CNMC) interpuso multas por valor de 88,2 millones de euros a nueve empresas que operaban en el aprovisionamiento de leche cruda de vaca en España al considerar que llevaban a cabo prácticas anticompetitivas como intercambiar información, a nivel nacional y regional, sobre precios de compra de leche de vaca cruda, volúmenes de compra de ganaderos y excedentes de leche. Todo ello con el objetivo de consensuar una estrategia conjunta para controlar este mercado.
En opinión del representante de UCCL-Segovia se trata de un verdadero «cártel»: «Llegan a un ganadero y le dicen 'o me echas la leche a este precio, o no te la recojo' y como es un producto que no se puede almacenar, acaban cediendo en muchos casos». Ante esta situación, Palomares asegura que ya hay abierto un proceso de reclamación contra las industrias para reclamar las pérdida que este modo de hacer ha ocasionado en el sector, y que se cifran en dos céntimos de euro por litro, o «entre 300 y 600.000 euros para ganadero» desde que se contabilizan.
Para el sector ovino y caprino de leche, aunque el peor momento fue entre abril y junio por el cierre de la hostelería, cuando cayó el precio hasta un 15%, a partir de entonces remontó y se ha estabilizado hasta unos buenos niveles, en parte porque se ha mantenido la exportación. En el caso del conejo, ha sido un año «aceptable» porque es un producto muy consumido en casa en el levante, aunque ha comenzado 2021 con una bajada generalizada del precio en las lonjas debido a las grandes cantidades de género congelado en cámaras de almacenaje.
Preocupa especialmente el sector del pollo, ya que las grandes integradoras están introduciendo menos pollo en las granjas de los ganaderos por una caída de demanda y esto influye en la rentabilidad de las explotaciones. Las integradoras son grandes empresas que introducen el género en las granjas para que los ganaderos las críen a cambio de cierta cantidad de dinero por animal.
A pesar de que el inicio de la pandemia dejó a todos los involucrados en el sector del cochinillo durante unas semanas con mucha incertidumbre, el balance del año ha sido mejor del que se esperaba, según asegura el gerente de la Marca de Garantía del Cochinillo de Segovia (Procose), José Ramón Marinero. «Aunque no ha sido un año brillante, ni mucho menos, el sector ha superado la situación de manera, digamos, honrada, y ha podido cubrir gastos y seguir viviendo», resume. Tras aquellos primeros días en los que ni siquiera se cotizó el producto, se estableció después una cotización mínima para cubrir al menos los costes y luego desde Procose se orientó a las explotaciones para reducir la producción y, en su lugar, proveer de las crías a la explotación de lechones, que tuvo mucha demanda durante el 2020.
De esta forma, las explotaciones se adaptaron y no repusieron las cerdas más mayores con animales jóvenes, para no seguir criando cochinillos que no podrían ser consumidos, ante el cierre de la hostelería. Con una producción de esta forma reducida al 80%, llegaron los meses de octubre, noviembre y diciembre y la venta en grandes superficies y en pequeñas carnicerías tuvieron «un tirón inesperado».
En 2021 la producción de cochinillo se mantiene entre el 50 y el 60%, con unas diez explotaciones de las cincuenta adheridas a la marca que no se dedican a producir crías ante la falta de demanda por parte de la hostelería. Si todo volviera a la normalidad, calculan que tardarían unas tres semanas en volver a poner todo en funcionamiento tal y como estaba antes: «Lo único que pedimos es que, una vez que empiece la rueda, aunque vaya lento, que no pare, porque cuando vuelve la actividad, se para, vuelve, y así… es lo que peor le viene al sector».
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