![Borrachos y en Urgencias antes de los 15 años: «Si el grupo decide beber, bebes»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/24/media/cortadas/Imagen%20alcoholismo-tanarro-02-krHB-U90783246608ipC-624x385@El%20Norte.jpg)
![Borrachos y en Urgencias antes de los 15 años: «Si el grupo decide beber, bebes»](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/24/media/cortadas/Imagen%20alcoholismo-tanarro-02-krHB-U90783246608ipC-624x385@El%20Norte.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando a Tania –nombre ficticio– se le acababa la bebida en los botellones, pasaba con su vaso e iba mezclando lo que le daban. Hubo un día que estaba tan borracha que se enteró por los demás de que tenía una brecha en ... la cara por haberse golpeado con un paraguas. Son dos de las «tonterías» que escuchaba al día siguiente una mujer que gestó en la adolescencia su adicción al alcohol. Y que rozó un coma etílico una noche que se cayó al suelo y no sentía sus piernas. Tania es la persona más joven de la Asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Segovia. Como dice ella, se dejó caer con 22 años pero admite que no se lo tomó en serio hasta los 25. Ahora tiene 28 y lleva tres años sin beber una sola gota. «Al principio era un poco reacia. Tienes esa imagen de que va el típico que está tirado en la calle con un cartón de vino. ¿Dónde me voy a meter?».
Esta segoviana, que empezó a beber con 12 o 13 años, invirtió las prioridades. Ya no bebía para quedar, sino que quedaba para beber. «Empecé a beber todos los días, a solas… Empiezas a ver que esto la gente normal no lo hace». Hábitos como ir a comprar una botella de vino a las nueve de la mañana y ocultarse, generalmente en un parque o en los baños de la universidad, para tomársela. «Era otro nivel. Yo ya estaba yendo a la asociación y veía lo que ya gente había perdido. Y no quería perder la carrera, todo por lo que había estado luchando». En un principio, Tania no quería la abstinencia, sino «beber bien». Y así se lo planteaba a los veteranos. «Vosotros habéis vivido muchas cosas que yo no podré vivir. El día que me case no voy a poder brindar con champán; cuando vaya a Punta Cana no voy a tener un todo incluido. La percepción de que esto es un problema para toda la vida me costó mucho asimilarla». Intentó varias veces tomarse una y parar, pero asumió el fracaso. «Tuve tropecientas recaídas. No me creía que no era capaz de controlarlo hasta que lo experimenté».
Ahora ve con perspectiva los primeros botellones y cómo pedía a adultos que compraran la bebida para tomársela en la curva –paseo Santo Domingo de Guzmán– o en la Hontanilla. «No quieres ser el bicho raro y si el grupo decide beber, bebes». El plan era siempre el mismo: beber para coger el puntillo. «Era salir por beber. Y beber rápido, lo que buscábamos era que subiera, sin disfrutar la bebida. Como yo ya no encontraba ese puntillo, me iba al otro extremo. Yo tenía una tolerancia al alcohol increíble. Mis amigos me decían que era una esponja y era verdad». Cada noche escuchaba la misma frase: «A ver si hoy te controlas y no la lías». Sus amigos tenían una botella para dos; ella se compraba la suya. «Los jóvenes minimizamos las consecuencias, lo vemos como el elemento de unión con los amigos. Y los adultos hacen lo mismo. La gente sigue pensando que es más peligroso alguien que se fuma un porro o se mete una línea. El alcohol está totalmente aceptado y no se ve como un problema. La sociedad no penaliza que te tomes ocho cubatas en una noche».
Tania, profesora, escucha las batallas de sus alumnos. «Hablan de un coma etílico como una aventura o un logro. Ahora está muy de moda eso de beber con los ojos o lo de los tampones. Les da exactamente igual que les pillen sus padres». Ella recuerda estar en los dos lados del problema, acompañando a amigos muy afectados para mantenerles despiertos y colocándoles en la postura de seguridad. «Es mejor llamar al 112 y se acabó. Muchas veces intentamos ayudar a alguien y lo que necesita es un lavado de estómago para que no vaya a más».
Jorge Elizaga,Gerente de Asistencia Sanitaria
El alcohol fue su respuesta al 'bullying' o al cáncer de su madre. «Quería evadirme de la realidad». No llegó a afrontar el problema con sus padres. «Nunca llegaron a decirme nada». También habla del «estigma» de ponerse en manos de profesionales. «Eso de que tu hijo vaya a un centro de drogodependientes… Esto no deja de ser Segovia. Cuando alguien me pregunta por qué no bebo, yo nunca digo que soy alcohólica. Puedo decir que tengo un problema con el alcohol o una adicción, pero nunca uso la palabra alcohólica porque ya cambia radicalmente la visión de la gente respecto a ti. Ya no eres la misma persona. Por eso las familias prefieren ocultarlo, porque pareces un desecho social, pero es un flaco favor de cara a los menores». A su adicción, Tania añadió el añadido de ser mujer. «Que un joven vaya a tomarse unas cervezas está mejor visto, pero a mí me hacía sentir incómoda estar en el bar. Parece una enfermedad que solo podían tener los hombres». Subraya que están cambiando las cosas, que cada vez hay más mujeres en las asociaciones. A ella le funcionó el Antabus, un fármaco disuasorio que produce una reacción aguda al consumo de alcohol. Ella sonríe al recordar otra anécdota: una mañana se enjuagó con Listerine y se puso malísima.
Con todo, se muestra agradecida. «He tenido la suerte, lo he pillado a tiempo». Pese a todo siempre ha sacado buenas notas y fue premio extraordinario del máster. «Eso sí, he gastado dinero a montones que podía haber usado en cosas más útiles. Me daba mucho miedo a perder mi futuro, a ser un despojo social, que me reconocieran por la calle como la típica borracha. Ser ese tipo de persona que todo el mundo tiene en mente».
Si los menores atendidos en Urgencias por la ingesta de alcohol son la punta del iceberg de un problema que afecta al grueso de la juventud, la estadística no augura nada bueno. La edad media de los 16 menores que han sido atendidos por los servicios de Emergencias en el Hospital de Segovia desde el último trimestre de 2018–12 en lo que va de 2019– es de 14,3 años. Además, el 87,5% de los casos son considerados graves, por la ingesta, su entorno o las consecuencias que haya generado. No solo es un reto para las familias, que a menudo lo suelen considerar una trastada, sino para un sistema que busca prevenir males mayores y que apela a estrechar lazos con colegios e institutos.
El gerente de Asistencia Sanitaria de Segovia, Jorge Elizaga, analiza un problema social. «Empezar a consumir alcohol a una edad muy joven te condiciona en la edad adulta. Cuanto antes lo detectemos, antes podemos poner soluciones. Estos chavales que acaban en Urgencias tienen un consumo más serio que tomarse una cerveza y son situaciones que requieren una intervención inmediata». Y el sistema da especial valor a la prevención para reducir costes y evitar males mayores. «Si no tomamos medidas, lo normal es que vaya a más».
Los programas de prevención familiar contaron el año pasado con la participación de 127 padres y 34 hijos en Segovia. El protocolo del plan Ìcaro plantea diferentes opciones según los factores de riesgo que presenten el menor o su familia.
Moneo es un programa universal –para casos sin factores de riesgo– de familias con hijos de entre 9 y 16 años. Su objetivo es incrementar la información sobre el alcohol y otras drogas, así como las circunstancias que llevan a sus hijos a consumirlas. El año pasado participaron seis grupos con un total de 78 padres. El programa se aplica en grupo durante cuatro sesiones de dos horas de duración Cada grupo está formado por una media de unos quince madres o padres. En las sesiones e realizan ejercicios de práctica simulada sobre diferentes situaciones presentes en la relación con los menores.
Por otro lado, Tira del Hilo en un programa que busca dar una respuesta educativa y terapéutica intensiva, a través de intervenciones ambulatorias, a adolescentes y jóvenes entre 12 y 21 años. Son jóvenes que conviven con la familia o están bajo la tutela de otros adultos y que presentan abuso de drogas y otro tipo de problemas familiares, escolares, sociales o trastornos del comportamiento.
Reducir la frecuencia
Busca reducir la frecuencia del consumo de las drogas y promover la abstinencia, a través del desarrollo de estrategias y habilidades que ayuden a evitar la drogodependencia. También tratan de acompañar al adolescente en su desarrollo evolutivo, potenciando los factores de protección que le permitan tener un estilo de vida saludable. El año pasado participaron 49 padres y 34 hijos.
Por otro lado, en el curso 2018-2019, diez centros educativos de la provincia participaron en programas de prevención escolar: Colegio Concepcionistas, Alcázar de Segovia; IES La Albuera; IES Catalina de Lancaster (Santa María la Real de Nieva); IES Sierra de Ayllón (Ayllón); Colegio Claret; CEIP Fray Juan de la Cruz; CEIP Las Cañadas (Trescasas); CRA Reyes Católicos (Turégano); CRA Campos Castellanos (Cantimpalos). En total, 1.304 alumnos pertenecientes a 53 aulas.
El programa 'Ícaro Alcohol' es la herramienta para atender a los menores atendidos en Urgencias por el consumo de bebidas alcohólicas: intoxicaciones etílicas, accidentes, lesiones, traumatismos o agresiones. El reto es complementar la intervención del personal sanitario –tratar el caso en el que el consumo está relacionado directamente con la urgencia– y motivar a la familia a aceptar la intervención de los servicios de prevención. El programa de la Junta de Castilla y León se inició en junio de 2017 con los hospitales de Valladolid capital. En junio de 2018 se incorporó el Hospital de Segovia. Elizaga pide más rigidez a la hora de prohibir la venta de alcohol a menores. «Mis hijos siempre me han contado que uno de los amiguetes va con el carné y compra para todos. Controlar eso es muy complicado. Pero no se puede vender alcohol a menores y las familias deben ser estrictas porque los adolescentes no tienen ese control para tomar una cerveza y nada más. Con 14 años son más vulnerables». El gerente ve en la tecnología un riesgo añadido. «Hoy en día quedas por redes sociales y en un momento has juntado a 30 personas, algo que antes era imposible».
La Organización Mundial de la Salud recomienda que las intervenciones del personal sanitario sean breves. Primero, porque el tiempo disponible en las urgencias es menor. Segundo, porque es más eficiente para conseguir la colaboración de las familias. La familia del menor tiene la potestad de firmar un consentimiento y participar en el sistema de prevención. Cuando es negativo, el servicio hospitalario se limita a registrar anónimamente la urgencia. Hay una excepción: los casos de menores de 14 años pasan directamente al servicio preventivo, independientemente del consentimiento de la familia, que deberá acudir al menos a una entrevista. Lo mismo ocurre ante cualquier sospecha de desamparo del menor que pueda detectar el personal sanitario durante la urgencia, independientemente de su edad. El trabajador social del hospital contactaría con los Centros de Acción Social para valorar este riesgo. En caso de una sintomatología afectiva como depresión o riesgo de suicidio, interviene el psiquiatra de guardia.
Con todo, solamente un 31% de las familias de los casos registrados en Segovia desde octubre de 2018 han dado su consentimiento. Una vez recibida la incidencia, el servicio de prevención cita a las familias en un máximo de 72 horas. Lo hace telefónicamente para establecer una cita presencial en el periodo máximo de una semana. El grado de la intervención va en función de los riesgos que presente el caso o la familia. Por ejemplo, en casos donde haya sospechas de un trastorno mental, los servicios de prevención derivarían al especialista. Una vez terminada la intervención, el servicio plantea a la familia participar en programas grupales de la Junta.
Elizaga apuesta por la educación, desde los institutos a las charlas sanitarias. «Y no a los 16 años, sino mucho antes, para que tengan herramientas cuando llegue el momento». Y cree que el sistema sanitario debe estar en contacto con colegios o institutos como principal fuente de información. «Tenemos que hacer alianzas más concretas, hay que promocionar estrategias de colaboración para que se den talleres y charlas. Y hacerlo de forma rutinaria y mantenida. Esto lo tenemos que hacer sobre todo desde Atención Primaria».
Ícaro también forma a los profesionales sanitarios para gestionar las diferentes situaciones que puedan darse durante la urgencia. Para ello, hay talleres de 'role playing' donde se entrena cómo trasladar la información o cómo facilitar que la familia dé su consentimiento. También cómo afrontar complicaciones; desde menores de 16 o 17 años que no quieren avisar a sus padres o casos reincidentes.
En casos donde ha fallado la prevención, el gerente habla de una tarea compleja. «Hay que entender que estos chavales necesitan mucho apoyo del sistema». ¿Son muchos doce casos en lo que va de año? «Un caso me parece mucho. Así que doce son más de los que tiene que haber». Insiste en situar como clave el papel de la familia. «Primero, que reconozcan que hay un problema. Porque que un chaval de 13 años tenga que ir al hospital con una intoxicación etílica lo es, aunque sea la primera vez. Y que se dejen ayudar. Porque la idea es ayudar, no controlar. Pensamos que el Estado te vigila, pero la idea es evitar un problema mayor».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.