Una intervención en un parque de bomberos empieza con una llamada. No todas son memorables; a veces toca abrir la casa a alguien que se ha quedado encerrado en el balcón mientras limpiaba los cristales. Nada de épica. Pero hay conceptos que disparan en un ... suspiro la adrenalina. El más obvio, fuego en vivienda, algo que su propia gravedad convierte en excepción. A corta distancia está una más habitual: accidente de tráfico con atrapados. En esos momentos ningún bombero sabe si cuando llegue allí afrontará el drama de un cadáver o la alegría de una vida salvada. Pero eso es lo de menos. El simple escenario del rescate exitoso, de la urgencia, dispara el ímpetu y enciende las sirenas. A la carretera.
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Bomberos del Ayuntamiento de Segtovia intervino en 32 accidentes en carretera, autopistas y autovías de la provincia en 2021, lo que supuso un 27,51% de sus intervenciones de salvamento y rescate a lo largo del año. En los primeros once meses de 2022, han acudido a 33 accidentes, lo que supone un 28,07% del total, que incluye otros conceptos como mercancías peligrosas o salvamento en el medio rural, así como un amplio abanico de asistencias. Es el tipo de intervención más habitual en el parque junto a la apertura de puertas en situación de emergencias, que en lo que va de año concentra un 30% de las salidas.
La estadística de 2020 es residual debido a la drástica reducción de la movilidad en los momentos más duros de la pandemia. Anomalías aparte, la evolución ilustra un claro descenso. En 2019, hubo 42 accidentes de tráfico que requirieron la presencia de Bomberos. El jefe del servicio, José Luis del Pozo, habla de una «reducción sistemática» desde principios de siglo. Recuerda datos aproximados de los años 2004 o 2005, con cifras que superaban las 70 salidas por este motivo.
Del Pozo explica la reducción porque hay mejores vehículos, han mejorado los firmes de las carreteras o más controles de las fuerzas de seguridad. También cuenta la meteorología. «Los fenómenos atmosféricos como nevadas o granizadas están disminuyendo», apunta. La estadística dice que el calentamiento global beneficia a la seguridad, un razonamiento que comparte. «Muchos accidentes son por despistes. Sin granizo, lluvia o nieve se reduce la siniestralidad», añade.
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El tipo de intervención ha cambiado. Primero, por la formación específica en accidentes de tráfico. Los procedimientos también se han profesionalizado para un cuerpo que dispone de herramientas que hace años no existían. «Ha sido una mejora en todos los aspectos, tanto en lo humano como en lo material». Por ejemplo, hay más bombas hidráulicas. «Las prestaciones que nos da ahora ese tipo de herramientas son tres veces mayores. Ahora una bomba, tanto eléctrica o manual, nos permite trabajar con tres herramientas simultáneas. Antes teníamos una, ahora tenemos seis».
Estos recursos salen a la luz cuando la intervención se torna compleja. Por ejemplo, un accidente múltiple años atrás se trataba asistiendo individualmente a cada implicado en función de la emergencia. Actualmente, los medios permiten asistir hasta seis accidentes a la vez.
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Las circunstancian han propiciado que surjan recursos como los protectores de airbag. «Nos hemos tenido que ir adaptando a medida que han ido avanzado las dotaciones de seguridad de los vehículos. Hace 25 años era raro el coche que los llevaba y ahora los hay laterales, frontales, de pecho…» Si no han saltado en el momento del accidente, los airbags son un riesgo más que puede causar un fuerte impacto. Los coches eléctricos suponen otra complejidad al manipular un dispositivo de alta tensión. Para estos casos, el cuerpo tiene un enchufe especial con una toma de tierra para poder trabajar con garantías.
Las estructuras de los vehículos son más compactas y resistentes. La accesibilidad se complica ante cuadros eléctricos o centralitas con doble batería. Ello no dificulta per se la excarcelación, pero sí obliga a actualizar el protocolo. «Nos tenemos que ir adecuando al riesgo que nos presenta este tipo de coches. En el vehículo usamos el mismo procedimiento de hace 15 años, pero con unas herramientas más sofisticadas», afirma. Cada modelo, desde los híbridos o los que consumen GLP (gas licuado), tienen su ecuación.
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La atención médica es otra mejora cualitativa. «Cuando entré aquí, no teníamos servicios médicos y nos tocaba atender al herido. Ahora la medicalizada del 112 llega cuando nosotros». Es una labor conjunta, pues el sanitario es quien marca las prioridades y los riesgos a asumir. Si el paciente está estable para estabilizar el vehículo; cuánta prisa hay en la excarcelación. Hace no tanto, el bombero estabilizaba al paciente y se encargaba del traslado al hospital, a veces valiéndose de vehículos particulares que transitaban por la zona.
La psicología también ha ganado terreno en momentos tan críticos y los bomberos reciben formación sobre cómo intervenir en suicidios, accidentes de tráfico o grandes catástrofes. La primera regla en un accidente es transmitir tranquilidad. «Tienes que ver su ansiedad, si está estable, si tiene dolores...». Uno de los bomberos está al lado del accidentado. «Está hablando continuamente, de cualquier cosa. Es el que tiene que empatizar; no solo mantenerle vivo, sino despierto, ágil y entretenido», indica. Muchas veces hay una barrera con el accidentado –por ejemplo, para romper una ventana–, que no ve lo que está pasando.
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Cada intervención tiene sus ritmos. «Hay veces que nos tiramos más tiempo porque, aunque es urgente, no corre peligro su vida y sacarle de una forma correcta es más importante que sacarle rápido». En otros casos manda la urgencia. «Hay veces que cualquier lesión que le podamos producir al extraerle va a ser menor que el paso del tiempo, pues apremia».
La gestión psicológica es clave, máxime porque los bomberos parten de vuelta sin saber el final de la historia, pues su trabajo acaba con la excarcelación. «Cualquier actuación en la que le hayamos sacado con vida, le hemos una oportunidad para salvarse». De vuelta al parque, cada bombero se lleva su losa a cuestas. Porque una intervención deja recuerdos que nadie quiere; es el precio por llegar primero. Los psicólogos sugieren hablarlo, no dejar que fermente. Llorar, tirar de humor. Todo vale. Porque habrá más llamadas.
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