En Fuentemilanos, barrio incorporado de Segovia ubicado a unos 14 kilómetros del centro, viven unas 300 personas y, aunque hay muchas personas mayores, también hay jóvenes que se han quedado en el «pueblo», que es como se refieren a él los que allí viven. Una ... de estas vecinas es Belén Rascón, la presidenta de la asociación de vecinos del barrio. «La mayoría de la gente joven es del pueblo, que se ha quedado a vivir, y también mucha gente nueva, por lo que hay bastante niños, lo cual es muy buena señal porque hay pueblos de la provincia que están súper envejecidos», describe la presidenta.
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Durante el convulso año pasado, Fuentemilanos consiguió aislarse y no tuvo nada de incidencia en las primeras dos olas, cuando más incidencia hubo en la provincia. Sin embargo, en enero de este año sí detectaron «bastantes casos», según narra Rascón: «Yo llegué a contar casi treinta personas confinadas», comenta. Al menos dos vecinos fallecieron por covid durante esta época.
Fuentemilanos es barrio incorporado de Segovia desde 1971, año en que pasó de ser un pueblo a ser una zona más de la capital, al menos sobre el papel. Sin embargo, como pasa en Madrona, Hontoria o Zamarramala, sus habitantes lo siguen llamando «pueblo». Para la presidenta de la asociación de vecinos, lo peor de este «limbo» en el que dicen encontrarse, es que les da la sensación de que, de esta forma, se llevan los perjuicios de ambas partes y nada de lo bueno. No pueden extenderse a la hora de construir porque están limitados por el plan de urbanismo del Ayuntamiento al ser un barrio de la ciudad, pero no tienen línea de autobús urbano como el resto de la urbe. Cuando comenzó la desescalada de las restricciones sanitarias el año pasado, en un principio estaban limitados a las franjas horarias porque eran parte de la ciudad, pero muchas de sus calles continúan sin asfaltar.
«Supongo que para convencerles dijeron que iban a funcionar las cosas mejor, que iba a haber más servicios, pero al final no eres ni una cosa ni otra, ni sabes ya qué considerarte. Para todo es mal», resume Rascón. Tal es la confusión que la portavoz de los vecinos asegura que, cuando se anuncia que no hay colegio en Segovia capital, siempre tienen que preguntar «Y nosotros, ¿Tenemos o no?», en referencia al Colegio Rural Agrupado El Encinar.
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«Pagamos los mismos impuestos que si viviéramos en la Calle Real, y no tenemos los mismos servicios y las mismas oportunidades. De impuesto de vehículos pagamos mucho más que pueblos como Abades, o de IBI, y no vemos mucho beneficio. Entiendo que somos 300 personas, que en San Lorenzo son muchísimas más, pero hablamos de asfaltar calles y demás, que es algo básico», reflexiona la presidenta de vecinos.
Precisamente una de las mayores reclamaciones de los vecinos de Fuentemilanos es que muchas de las vías del barrio permanecen sin asfaltar. También las cunetas y algunos de los parques necesitarían un mayor mantenimiento, como una importante labor de desbroce. En este barrio en cierta medida afortunados porque tienen un alguacil que se dedica de forma exclusiva a esta zona. Sin embargo, «no le da la vida». «Es quien pone estas cuestiones en conocimiento del Ayuntamiento, otra cosa es que le hagan caso o no», matiza Rascón. En cambio, en cuestión de limpieza los vecinos no parecen tener queja, pues el servicio municipal acude con regularidad a este barrio y lo mantiene «bastante aceptable».
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«Es uno de los grandes problemas, por no decir el mayor», reconoce Belén Rascón. Se refiere a la inexistencia de una línea de autobús que, de forma regular, comunique el barrio con Segovia capital. Con lo cerca que está Fuentemilanos de la urbe, no se entiende que haya esta mala comunicación. Sí hay un autobús de ruta, que va y viene de Ávila y es el que estos habitantes pueden aprovechar para viajar de Segovia, pero al no ser un autobús urbano, los horarios son del todo insuficientes. «Con esas horas es muy difícil, porque a lo mejor te viene bien para ir a trabajar pero luego para volver no te coincide. Quien tiene coche y se lo puede permitir, bien, pero aquí hay gente mayor que no tiene coche. Además, si llegas a Segovia y tienes que pagar ORA mientras estás trabajando, te arruinas», comenta la presidenta de vecinos. Desde la asociación creen que, si pusieran esta línea, este servicio tendría bastante uso entre los habitantes del barrio.
La Asociación de Vecinos de Fuentemilanos considera que sería necesario dotar al barrio de más instalaciones deportivas, teniendo en cuenta la cantidad de niños que en él residen. Lo que tienen actualmente es un frontón en medio del pueblo, cuyas paredes «se caen a cachos», con una canasta antigua y dos porterías con las redes rotas. «Queremos que nos pongan otra cosa fuera o que arreglen este y lo techen para poder aprovecharlo», reivindica Rascón. No ocurre lo mismo con los parques, de los que andan «servidos» con hasta cuatro áreas recreativas de este tipo.
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Un asunto que trae a la asociación «por el camino de la amargura» es, precisamente, el camino de aproximadamente un kilómetro y medio que comunica el pueblo con el aeródromo de Fuentemilanos y que se encuentra en un estado «lamentable». Este antes era regularmente «parcheado» pero, sin que los vecinos sepan muy bien por qué, desde hace cuatro años no se ha acometido ninguna mejora. «Me he puesto en contacto con la Diputación Provincial y con la Junta de Castilla y León y en ambos casos me han remitido al Ayuntamiento de Segovia, pero este no contesta», se queja la presidenta de la asociación de Fuentemilanos.
La gente en el barrio está «crispadísima» con esta cuestión, tanto que han llegado a recoger firmas para hacer más presión en el Ayuntamiento de Segovia sobre este tema. Además de molestar en el día a día a los vecinos porque ese camino lo toman también muchos ganaderos para acceder a las fincas donde tienen los animales, da una imagen pésima a los visitantes. Según ha explicado la presidenta de la asociación, el aeródromo de Fuentemilanos, que es reconocido nacional e internacionalmente, es visitado por muchísimas personas: «Sobre todo por la imagen que estamos proyectando internacionalmente, a mí se me cae la cara de vergüenza», confiesa.
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