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No es una interpretación fácil de asimilar, pero la goleada que se llevó este domingo el Nava a manos del Barça reafirma el respeto que se ha ganado en Asobal. El equipo que solo ha perdido un partido sobre la pista en más de una ... década de balonmano español respondió sin paliativos al susto que se llevó 12 meses atrás en Nava de la Asunción —perdía de cinco en la segunda parte y tuvo que esmerarse para voltear la contienda— con una salida en tromba y todas sus armas afiladas: defensa, portería, contragolpe y lanzadores. El campeón de Europa ya sabe que no puede confiarse en su expedición a la España vaciada.
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El destino dio al Nava la primera posesión y el consuelo de dirigir durante 12 segundos el marcador: lo que pasó entre el primer gol de Isaías Guardiola y la réplica de Domen Makuc. El Barça exige la perfección en la ejecución ofensiva, basta un tiro sin mordiente o cualquier pérdida para que Thor saque el martillo del contragolpe. No fueron grandes errores naveros los que provocaron el primer parcial culé, bastó un lanzamiento cayéndose de Mario Nevado en seis metros que tocó Gonzalo Pérez de Vargas con el pie, un intento forzado de Guardiola y otro que el portero toledano negó en seis metros con las dos manos levantadas. Tres transiciones a placer culminadas por los extremos y un 1-5 que ante un equipo todopoderoso rara vez se remonta.
Nava
Luis de Vega, Yeray Lamariano, Borja Méndez, Isaías Guardiola (1), Alfredo Otero (1), Dani Pérez (5), Lautaro Robledo (1), Nevado (5), Ahumada (2), Gonzalo Carró (1), Sasha Tiumentsev (2), Adrián Nolasco (3), Gedeón Guardiola (1), Óscar Marguán (1), Nicolás Bonanno (2) y Pablo Herranz (4).
29
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43
Barcelona
Antonio Bazán (2), Jonathan Carlsbogard (4), Dika Mem (4), Aitor Ariño (3), Hampus Wanne, Jan Blas (1), Aleix Gómez (6), Domen Makuc (8), Juan Palomino (3), Melvyn Richardson (4), Petar Cikusa (2), Javi Rodríguez (6), Gonzalo Pérez de Vargas y Emil Nielsen.
Parciales: 2-5, 5-10, 7-12, 9-14, 11-19, 12-22 (descanso), 15-25, 19-31, 22-34, 24-37, 27-40 y 29-43
Árbitros: Colmenero Guillén y Rollán Martín. Señalaron tres exclusiones a los locales y tres a los visitantes
Recibido el puñetazo, el Nava empezó a sumar con dos goles de Nevado, pero el verdadero reto es que no engorde el marcador visitante. Bien sea en reanudaciones a toda velocidad o la calidad en estático de Dika Mem, golazo en apoyo. O en siete metros, con un Aleix Gómez que canjea rutinariamente los penaltis. Otro tiro forzado de Isaías, el castigo reglamentario de Javi Rodríguez y Luis de Vega, ametrallado y sin escudo, recogía el balón de su portería con cara de pocos amigos: 3-9 en siete minutos. El Nava necesitaba hilar muy fino, como un pase picado de Nevado que buscaba a Dani Pérez en el extremo izquierdo y que acabó a la deriva. El vallisoletano logró protagonismo anticipándose con un robo defensivo, pero su contra se estrelló contra el larguero. No corrió la defensa blaugrana y el ejercicio de solidaridad de Pancho Ahumada acompañando a su compañero tuvo premio porque recogió el rechace y se dio el gusto de embocar.
Incluso cuando llegaban consuelos como el filtrado de Gonzalo Carró a la espalda de la defensa para desmarcarse en seis metros y batir a Pérez de Vargas, el portero tomaba la matrícula y paraba la siguiente incursión del pivote gallego hacia sus dominios con un gesto categórico. Adrián Nolasco aprovechaba la portería vacía tras la exclusión de Palomino para acercarse el cuatro, pero el culé regresaba motivado esquivando rivales con su desplazamiento lateral. Marcar en estático requería la precisión de un matemático, ejecuciones perfectas como la de Lautaro Robledo desde el extremo derecho. El Barça ya no mantenía ese ritmo imposible de un gol por minuto —en parte porque los segovianos redujeron su arsenal de ataques extendiendo la duración de los suyos—, pero su guardameta rozaba el 50% de paradas. Alguien que no solo evita goles, sino que los marca, llevando el balón de una portería a otra como si aquello fuera un pase. Al final, era cambiar un asesino por otro.
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El examen más duro para la eficacia de Dani Pérez en los lanzamientos de siete metros, una suerte que domina como pocos en la Asobal. Tuvo que sacar todos los trucos de su chistera, un sinfín de amagos, para desplazar del centro al portero toledano. En el primero, encontró un hueco imposible a su izquierda; la segunda, también con suspense, acabó en gol. Pero a la tercera, ya en el tramo final, su brazo derecho se encontró con la pierna izquierda. Y se marchó lamentándose por el hambre de su verdugo, alguien que no se relaja con marcadores abultados y terminó con un 41% de paradas. Un mensaje para su defensa, que bajó su intensidad en el segundo tiempo, la explicación de que el marcador no fuera más abultado.
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El otro paliativo fue Yeray Lamariano, alguien con un carácter forjado a través de dos décadas de balonmano que no acepta estampidas. Paradas de mérito a Melvin Richardson, Hampus Wanne —el artífice de la remontada del año pasado— y matrícula tomada a Aitor Ariño en el tramo final, porque el vasco no iba a regalar ni un gol. Los dos primeros penaltis de Pérez acercaron a ocho al Nava, pero aquello era la excepción a la norma. Sirva de ejemplo el ataque tejido en estático por Borja Méndez y Sasha Tioumentsev, dos centrales, con el ruso buscando una y otra vez conectar con Pablo Herranz en el pivote para aceptar la misión imposible y sacarse un tiro cruzado de mérito que detuvo Pérez de Vargas con el pie derecho.
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Le iba tan bien el ritmo de ida y vuelta al Barça que la única vez que paró el ritmo, cuando agotó casi por el qué dirán el tiempo muerto para dibujar la última jugada del primer tiempo, la cosa terminó mal, con la bocina y un lanzamiento imposible contra la barrera de brazos naveros. Lo malo de jugar ante un Barça así es que el partido muere en el descanso (12-22). La afición siguió hasta el final, celebrando el gol del canterano Alfredo Otero y coreando la oportunidad de recibir a los superhéroes una vez al año, que hicieron el tradicional paseíllo, chocando manos con esos aficionados que valoraron ayer más que nunca la hazaña de tutearles de esa forma el año pasado.
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