El Ballet de Kiev desafía a la guerra con su actuación en las Noches Mágicas

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Fundado en 2017, el grupo hizo gala de su apuesta por el ballet clásico, desde la sobriedad de la coreografía a un vestuario sin estridencias o a decorados artesanos. La invasión les llevó el año pasado a España por primera vez y han repetido la experiencia. El patio de la Fábrica de Cristales granjeña presenció dos horas de puro arte atlético para una historia con todos los elementos del romanticismo, un amor imposible entre un príncipe Siegfried y una reina, Odette, convertida en cisne por el brujo Rothbar.

La esencia de la obra está en la coreografía de una veintena de bailarinas ataviadas de cisne que alternan fases atléticas de ritmo alegre con pausas eternas en las que mantienen a duras penas el equilibrio en una posición estática. Como decía un grupo de espectadores, «al ballet se viene a ver los pies». Otro elemento característico es la contraposición del cisne blanco con el cisne negro; la armonía clásica del primero, un ejercicio canónico de ritmo contante y pureza; y la estudiada anarquía del segundo, la forma de plasmar su energía libre de cadenas, su maldad.

El desarrollo narrativo suma un tercer acto con una recepción real –tonos rojos y negros, nada excesivo– de una obra que creó un género: el ballet imperial ruso. Y un acto final con los cisnes blancos y negros mezclados por primera vez en una coreografía frenética y el despliegue final de los dos solistas.