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Balisa y Hoyuelos recuperan el bar: «Nos has dado la vida»Mariana Mateeva vio un día vacía la plaza de Navas de Oro, sin un solo bar, y se le encendió la bombilla. «Aquí hay que poner algo porque la gente no tiene dónde tomarse un chato en la verbena». A falta de locales, alquiló una ... barra itinerante para cuanto menos atender las fiestas. Allí empezó un calendario que llegó a Balisa, el pueblo para el que ha recuperado el bar mientras su marido lleva el de Hoyuelos. Así se cambia la vida de una veintena de vecinos. «Tenías que haber venido mucho antes», le dicen.
Hace ya 23 años que Mariana aterrizo en Jemenuño desde Bulgaria y lleva más de una década como camarera. Así conoció el teleclub de Hoyuelos y lo abrió junto a su pareja de entonces. «Ahí me enseñaron a poner café, copas y chupitos». Su hija mayor nació allí y echó raíces en la zona; primero en la hostelería de Nava de la Asunción y después como auxiliar de residencias. Pero en verano volvió a la carga tras ver que aquel bar de Hoyuelos estaba vacío y empezó a «dar vueltas».
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Luis Javier González
Uno de los clientes de Balisa dio con la fórmula al encontrar un buen trabajo a su marido en una ganadería de Nieva que les permitía llevar cada uno un bar los fines de semana. Aquel hombre consiguió que Mariana se quedara. «Nos vemos por la noche, pero estamos los dos tan cansados que no hablamos. Nos acostamos y hasta el día siguiente». El esfuerzo que requiere su meta. «Queremos comprarnos una casa y para eso tienes que trabajar muchísimo. Con todos trabajos normales, según están las cosas, no lo consigues. Casi prefiero trabajar ahora que tengo fuerzas». Ella tiene 40 años y su pareja, 43.
Un día normal, Mariana se levanta a las ocho y prepara en casa los aperitivos y guisos como callos u oreja. Siempre hay dos tortillas: una para Balisa y otra para Hoyuelos porque su marido no sabe hacerlas, sonríe. A eso de las 11, abre el bar y enciende una chimenea moderna, instalada hace apenas un par de años. A las 12:30, llegan los clientes. Mariano es el primero: coca cola cero y sanjacobos. Después llega Alejo, con su cerveza tostada, y José, cuando viene desde Madrid. «Hay días malos que no viene nadie más hasta las tres». Vuelve a las cinco y añade aperitivos para las mujeres de la partida: de diez a doce, según el fin de semana. Café y acuarius. Con el paso de la tarde van pasándose vecinos, como la cerveza de tractorista. Y vuelve la cuadrilla de Mariano, Alejo y José. Hasta las nueve y media o diez.
La caseta itinerante de las fiestas costó 500 euros más IVA, uno de muchos gastos, pero sale rentable. «Lo que conseguimos en diez días no lo conseguirías trabajando por cuenta ajena. Y eres tu propio jefe. Trabajas muchísimo, pero sí que recompensa». El alquiler del bar de Balisa es gratuito; el Ayuntamiento cubre 80 euros de luz y la leña para la estufa. En Hoyuelos tienen a su disposición el local, la luz y 700 litros anuales de gasoil.
Su mera presencia allí ya aumenta la población, por su hijo de cuatro años. «Es lo que hace falta, es que no hay gente joven». El bar es un servicio casi a la demanda y no le importa que llamen a su puerta para que abra el local porque se han juntado ocho para echar la partida. Y se lo agradecen: «Es que nos has dado la vida. Mucha gente dejó de bajar al pueblo porque no había bar. ¿Qué haces? ¿Vienes de Madrid para encerrarte en casa?».
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