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«Si no fuera por la gente de los pueblos, que están muy implicados, esto no salía adelante», afirmó ayer Raúl Martín Vela, arqueólogo que dirige en Bernardos la excavación del Dolmen de Santa Inés, un conjunto funerario del Neolítico en el que queda todavía ... mucho por sacar a la luz y documentar. Este verano, el equipo que dirige desarrolla allí la segunda campaña de excavaciones, que finalizará en septiembre, e insiste el arqueólogo en subrayar que los vecinos de Bernardos, y también de otros lugares como Navas de Oro, Nava de la Asunción, Coca, Armuña o Cuéllar, «participan en el proceso descubridor de forma activa». Y por eso, porque van conociendo y valorando lo que van sacando de la tierra, son también los primeros defensores de este legado que nadie les dejó de forma expresa pero que ha permanecido conservado bajo el suelo. Y los arqueólogos saben que el de Santa Inés no es el único dolmen de la zona. «En Bernardos hay indicios de que existen más, y el arqueólogo territorial de la Junta de Castilla y León, Luciano Municio, nos ha acompañado para mostrarnos más lugares, otros túmulos que están muy próximos; donde hay uno puede haber, dos, tres o veinte. En Bernardos puede haber un campo de dólmenes, lo iremos viendo con los años», apuntó Martín Vela.
La excavación del Dolmen de Santa Inés puede ser un proyecto de varios años de duración, «depende de los fondos de que dispongamos», explicó Martín Vela. En el proyecto de investigación trabajan con él desde 2017 Daniel Pérez Legido, Francisco Gozalo Viejo, Raúl Sánchez Muñoz y Sandra Aceves Sanz, entre otros colaboradores, entre los que incluye a los miembros de la Asociación Cultural APIA de Bernardos, con su presidente Jesús Pastor el primero, para participar en «el proceso descubridor».
La excavación está en su segunda campaña gracias a la financiación del Ayuntamiento de Bernardos y de varias empresas locales y también cuenta «con el aval científico del catedrático de Prehistoria Germán Delibes de Castro, de la Universidad de Valladolid, y la asesoría de Joaquín Barrio, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid», destaca Martín Vela.
El proyecto es mucho más amplio que el ámbito del Dolmen de santa Inés. Se denomina Eresma Arqueológico y está configurado como proyecto de desarrollo rural y de vertebración del territorio que comprende, además de este de Bernardos, otros tres yacimientos, el de la villa de Matabuey en Nava de la Asunción, el del castro de la Peña del moro, en Navas de Oro, y el cerro del Tormejón en Armuña. Son cuatro casos de «ayuntamientos que apuestan por su patrimonio», destaca Raúl Martín.
Al final de cada campaña habrá más sorpresas. Y cuántas serán necesarias para estudiar bien todo en Bernardos es una incógnita. Es evidente, dice el arqueólogo, que «si hay más fondos se hará antes. Más medios siempre vienen bien, hacen falta para realizar analíticas a lo largo del año, las pruebas de Carbono 14, estudio de los pólenes, la fotogrametría del dolmen o, cuando haya restos humanos, análisis de ADN». Él desearía documentar pronto «todo el pasillo de acceso y profundizar más en las ocupaciones de la Edad del Bronce y la delHierro».
Con este ánimo de conocer para conservar y proteger y el de saber más, alrededor de 170 personas asistieron ayer a la visita guiada que condujo Raúl Martín Vela al yacimiento que hoy ya se conoce como Dolmen de Santa Inés (por la proximidad de esta ermita), aunque al principio fue el Dolmen de Bernardos; así se le llamaba al principio, cuando empezó a conocerse en 1992, y hay referencias bibliográficas de varios congresos de entonces, además de una publicación en 2010. Es uno de los pocos ejemplos de tumbas megalíticas que se conocen hasta ahora en la provincia de Segovia, donde hay pocos casos de estructuras funerarias del neolítico documentadas, como el dolmen de Castroserracín y los dos de La Cuesta, «pero este es el primero que se excava como proyecto de excavación», señaló el arqueólogo.
De su existencia han tenido constancia otras generaciones a lo largo del tiempo, que en algún caso lo habrían reutilizado, pero siempre respetando el recinto como espacio sagrado. Y «no hay trazas de que haya habido expolios en época romana ni medieval ni en la contemporánea», indicó el arqueólogo durante la visita, organizada por la Asociación Cultural de Amigos de la Pizarra y la Arqueología (APIA ). El respeto al lugar sacralizado ha sido quizá una de las claves para que el yacimiento esté muy bien conservado.
Las evidencias de la ocupación posterior del lugar están en los niveles excavados en los alrededores de este túmulo en el que se encuentra soterrado el dolmen, donde han encontrado fragmentos de cerámica de épocas posteriores al Neolítico, de la cultura del vaso campaniforme, hace unos 4.000 años, y también de la Edad del Bronce (hacia el 1700 A.C.) con restos de recipientes de la cultura de Cogotas I y también de la primera Edad del Hierro.
Este Dolmen de Santa Inés puede ser la primera 'construcción' realizada en la provincia de Segovia por una población asentada. Martín Vela sitúa su datación unos 4.000 años antes de Cristo, es decir, 6.000 años atrás. Todavía está en el proceso de documentar los restos encontrados, pues las campañas de excavación se realizan de junio a septiembre y el resto del año lo dedica el equipo a estudiar y documentar los materiales que van encontrando.
La importancia para la historia remota de Segovia es enorme, pues este dolmen sería la primera construcción de pobladores asentados. «Hasta entonces había poblaciones cazadoras y recolectoras, que están muy bien documentadas en los grabador rupestres que hay en el cercano Cerro de San Isidro, y serían los primeros que se asientan en el paisaje de una forma casi permanente que les permite monumentalizar el entorno a través de sus tumbas, como forma de honrar a sus muertos y también como hito espacial, porque el dolmen funciona como un hito que marca un territorio», comentó el arqueólogo al destacar esta doble función funeraria y de propiedad de un territorio.
Vendría a significar, explicó, que con la construcción megalítica estas gentes estaban «marcando el territorio al que pertenecían porque la mejor manera de hacerlo era colocando sus tumbas, era como decir que esto es mío porque aquí están mis antepasados».
No hay datos todavía de quiénes eran estos pobladores de hace 6.000 años, de la época llamada del Neolítico interior o final, que habitarían pequeñas aldeas en torno a este dolmen que construyeron para inhumar a sus muertos, una tumba colectiva representativa de sociedades no muy jerarquizadas.
La excavación avanzará en varios años. Calculan los arqueólogos que tendrán que emplear varias campañas para llegar al nivel de los restos humanos, que confían en que estén debajo de la bóveda del dolmen. Señaló al respecto MartínVela que «es probable que la bóveda esté bien. No lo sabemos aún porque estamos en una fase preliminar, pero si está, y dado que el terreno no ha sido arrasado por los cultivos, nos permitiría documentar la cámara mortuoria, que de alguna manera estaría sellada y el estado de conservación sería excelente».
Llegar a la cámara mortuoria, que se calcula que tiene un diámetro de unos tres metros, es el objetivo final, con etapas intermedias en las que el equipo pretende ir descubriendo el corredor subterráneo, de unos diez metros de longitud, que daría acceso al espacio funerario y que estará orientado según la posición del sol en los solsticios. Esto último es objeto de una investigación complementaria.
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