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Frutos Santiago, de 87 años, y Amparo Esteban, de 86, fallecieron víctimas de la covid con tan solo doce días de diferencia. El Norte
Coronavirus en Segovia: Un amor de más de medio siglo que el virus acalló en 12 días

Un amor de más de medio siglo que el virus acalló en 12 días

Frutos Santiago, de 87 años, y Amparo Esteban, de 86, vecinos de Segovia sin patologías previas, murieron sin saber si los síntomas que sufrían eran por la covid-19

Eva Esteban

Segovia

Domingo, 1 de noviembre 2020, 08:19

Prometieron compartir su vida hasta que la muerte les separara, y el coronavirus acabó con su historia de amor. Llevaban 54 años casados. Eran «inseparables». Incluso a la hora de marcharse. Frutos Santiago, de 87 años, carnicero jubilado, y Amparo Esteban, de 86, ama de casa, murieron con tan solo doce días de diferencia tras contagiarse de la covid-19. Él, natural de la localidad segoviana de Migueláñez, falleció el 21 de marzo. Ella, nacida en Pinilla Ambroz, pedanía de Santa María la Real de Nieva, apenas dos semanas después, el 2 de abril. Pero ninguno sabía qué les ocurría cuando perecieron. «Fue todo muy rápido. Te pilla ahora y das por hecho lo que es, pero cuando mi padre murió no tenía ni siquiera el positivo, se lo dieron después y tras mucho insistir, por lo menos para saberlo y encontrar una explicación, para dejar de que la cabeza diera vueltas», afirma Fernando, que se erige como portavoz de una familia –son cuatro hermanos– que aún tiene clavada la espina de cómo murieron.

La «forma» en la que ocurrió todo aún les roba muchas horas de sueño. «Jamás» cicatrizará una herida que supura cada vez que evocan aquellos días «horribles». Desconocen cómo este virus mortal e invisible se coló en el domicilio familiar, situado en la capital segoviana. Sí tienen sospechas, pero «de poco sirve ya encontrar un culpable». «No tenemos ni idea de cómo se pudieron contagiar. Es difícil saberlo, entonces el virus estaba ya muy extendido y pudieron cogerlo en cualquier sitio», cuenta Fernando, al tiempo que reconoce que «lo peor fue que mi hermana Angélica se quedara con ellos y tuviera que afrontarlo sola». «Nos queda la tranquilidad de saber que se fueron bien atendidos y cuidados, felices porque ella estaba pendiente, por y para ellos, con todo el cariño del mundo y sabiendo que les queríamos todos muchísimo», sostiene.

Fue justo antes del fin de semana que se decretó el estado de alarma, el del 15 de marzo, cuando el virus empezó a dar la cara. Tanto su hermana Angélica como sus progenitores tuvieron fiebre y malestar general. Madre e hija «controlaron mejor la fiebre», pero Frutos Santiago fue el que salió peor parado. «Algún día llegó a rozar los 40 grados. Al final lo controlas con antibiótico y paracetamol, pero desde el principio decía cosas incoherentes, se le veía que no estaba bien, había días que no sabía ni ponerse los pantalones», recuerda Fernando con la voz resquebrajada. Intentaban controlar la situación, «matar el tiempo» con la esperanza de que la fiebre remitiera y se quedara todo en un «mal sueño». «Mi hermana se puso a jugar con ellos a las cartas para calibrar cómo estaban y como que no coordinaban. Ahí fue cuando dijimos: 'Ostras'», incide.

Pero conforme avanzaban las horas, el estado de salud de sus padres empeoraba. Hasta que en la noche del 20 de marzo, sobre las 23:30 horas, después de «mucho insistir para que nos hicieran caso» –«por entonces estaba todo colapsado y era dificilísimo que te hicieran caso y te cogieran el teléfono», apostilla–, trasladaron a Frutos al Hospital General de Segovia. Pero, para «sorpresa de todos», apenas seis horas después le dieron el alta médica. «A las cinco de la mañana le mandaron a casa, llamaron al timbre, no entendíamos nada porque cuando se marchó veíamos que no estaba nada bien».

Ese mismo día, por la noche, su padre murió. «Falleció en casa, con mi hermana intentando atenderle y cansados de llamar para que fuera alguien a atenderle porque veíamos que se nos iba, que según pasaban las horas empeoraba y nadie nos hacía caso», argumenta.

Madre e hija no pudieron asistir al funeral de Frutos Santiago. «No pudimos ni ver a mi madre y a mi hermana, una frialdad total, cuatro personas, los de la funeraria y poco más. Es muy triste que unas personas tan queridas en sus pueblos y en Segovia, que se ganaron a pulso el cariño de todos por lo bondadosos y leales que eran, se fueran de esa manera y sin que toda la familia pudiera darles el último adiós».

Un «palo durísimo»

Pero el virus no dio tregua a la familia Santiago Esteban. Amparo estaba «aturdida, pero se enteró de todo». De hecho, comenta su hijo, «estuvo dos días recibiendo llamadas de todo el mundo para darle el pésame». «Tenía momentos mejores, pero ya nunca llegó a estar bien. Hicimos una videollamada toda la familia y le notábamos en la respiración que no estaban bien, era evidente que lo tenían, aunque oficialmente nadie nos decía nada. Los síntomas eran claros y eran personas que no tenían problemas de salud, los achaques propios de la edad y ya, no tenían unas patologías que dijeras 'ostras, pues tenía esto y ha sido más propenso', pero no», continúa Fernando Santiago.

Según pasaban los días, Amparo empeoraba. Finalmente falleció el 2 de abril en el hospital de la capital segoviana. «Llegó a estar muy mal, con oxígeno en casa. La noche anterior se la llevaron al hospital y murió a las seis de la mañana. Fue un palo durísimo», asevera. La covid acabó en tan solo doce días con un amor de más de medio siglo. «Siempre nos quedaba la esperanza de que no fuera covid, pero finalmente nos dieron los resultados y se confirmó. Jamás imaginamos este final cuando la semana antes mi padre iba al bar a jugar a las cartas y mi madre, a misa», concluye.

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